Los aparatos ideológicos del estado español creen definitivamente ganada la partida al independentismo, sobre todo desde que Carles Puigdemont cometió el error de no llevar el 1-O hasta sus últimas consecuencias impulsando un proceso de rebelión política y ciudadana de defensa institucional. Desde Madrid opinan, con cierta razón, que con tal de poner fin a cualquier futura tentación rupturista les ha bastado con una tibia aplicación del 155 y la desarticulación del llamado gobierno golpista. El plan, de momento, parece funcionar de perlas: Esquerra vive más ilusionada que nunca con la promesa de convertirse en la nueva CiU y Junqueras ve como las encuestas le sonríen. Mientras Rufián continúa su particular espectáculo en el Congreso, el espíritu santo de Lledoners ya es el nuevo hombre de seny de la tribu, a la par que controla los medios de comunicación y el relato político con una habilidad digna de Pujol.

Todo esto está muy bien, pero lo importante es ver qué se escapa a todo el mundo en la jugada. Primero a Esquerra, inconsciente del hecho de que, por mucho que gane en las encuestas y la mayoría independentista se ensanche ligeramente, si hace de Convergència y mercadea con las ilusiones de sus electores como hicieron Mas, Puigdemont y Torra, acabará igualmente despedazada y estéril. ¿Os imagináis a un electorado indepe mayoritario (y radicalizado) ante la perspectiva de que Ernest Maragall permita a Ada Colau permanecer en el trono barcelonés? ¿Pensáis que la gente a la que se le pidió romperse la cara el 1-O y que protegió las urnas del referéndum certificará como si nada un tripartito con los comuns y el PSC del 155? A la peña le puedes pedir paciencia, pero cuando la tratas excesivamente de gilipollas acostumbra a cabrearse muy mucho. Id fiándoos de La Vanguardia, amigos republicanos, y ya veréis como os acaba luciendo el peluquín.

Esquerra y la Convergència de siempre lucharán para domesticar el impulso ciudadano y pactar con el estado una neo-autonomía

Pero los españoles tampoco acaban de entender que, si bien han ganado la lucha política, todavía no han vencido la guerra. Primero, porque el Estado ha empoderado (puaj) ámbitos de su hacer, como ahora el judicial, que empiezan a escapársele de las manos. Esta misma semana, por ejemplo, la judicatura se ha negado a aceptar el pacto Sánchez-Casado para entronar a Marchena. El juego no sólo es un baile de sillas: desde hace tiempo, los jueces españoles (la mayoría de los cuales, y siempre que no se toque el tema catalán, actúan con bastante independencia) han empezado a pasar cuentas con la impunidad de los dos grandes partidos políticos del estado. Primero fue la Gürtel, que se llevó a Rajoy y que todavía tiene una decena de causas abiertas, y muy pronto será la sentencia de los ERO en Andalucía, con un fraude todavía superior al del PP, lo cual va a poner en jaque al gobierno de Susana Díaz, por muy bien que le vayan estas elecciones.

Subsiste, por tanto, una doble tensión que hoy por hoy es incógnita. Primero, la desintegración del poder tradicional del estado, que todavía es más delirante si atendemos a la lucha fratricida entre los partidos de derecha, con la hipotética aparición de Vox en el parlamentarismo español. Ello no es un tema menor y, si como vaticina algún economista, todavía podemos ver rebrotada la crisis económica post-2006, la juerga todavía se puede animar mucho más. Por otro lado, el independentismo podrá mantener su presencia intacta (o ligeramente fortalecida) en el Parlament, pero no es nada casual que la preocupación para liberar los presos políticos se combine con iniciativas ciudadanas que piden nuevos liderazgos y más valentía a los políticos de la tribu. Esquerra y la Convergència de siempre lucharán para domesticar este impulso y pactar con el estado una neo-autonomía.

Pero la gente, quién sabe, puede transitar otros caminos y sorprendernos a todos, de la misma forma que fue el pueblo quien pasó por encima de los intereses políticos de aquellos que sólo pensaban en el 1-O como una forma de presión al estado. Quién sabe si, al final, ganaremos la partida al enemigo a pesar de nosotros…