Catalunya ya tiene una nueva estrella y la cosa es noticiable, porque hasta el momento la tribu sólo se excitaba con los jueces mediáticos, los penalistas aseados del Eixample y los ladronzuelos obligados a devolver apresuradamente la Creu de Sant Jordi, perpetrado el crimen. Pero aquí cada sectorial del poder legislativo reclama su particular minuto de gloria y ahora es la Fiscalía quien quiere más cuota de pantalla: primero fue el responsable de anticorrupción Emilio Sánchez Ulled (uno de estos hombres que interroga en catalán, pero que concluye hablando en español, la lengua que uno debe reservar a las cosas realmente asertivas y más adecuada para los clips del Telenotícies Vespre), y ahora la fantástica fiscal Anna Maria Magaldi, que ayer nos contaba llorosa como, al salir del Palau de Justícia, durante un receso del juicio del 9-N, temió por su integridad física y moral mientras unos imbéciles le gritaban “mierda” y “fascista”.

Pero la fiscal ha tenido mala suerte, porque la televisión –este coñazo perpetuo que se nos incrusta incluso debajo de las uñas– captó imágenes de la mujer saliendo efectivamente de la sala y escuchando, cierto es, los gritos de cuatro malcriados a quien deberíamos provocar el enrojecimiento del culo a base de sopapos. Pero lejos de afectarse como nos dijo ayer, esta fiscal única, tan singular que –contrariamente a todos los otros fiscales del mundo– se dedica a hacer ruedas de prensa que acostumbran a tener como tema único el soberanismo, pues esta maravillosa jurista no sólo no lloró ni se amedrentó, como por otro lado podría ser del todo comprensible, sino que miraba desafiante a los manifestantes mientras se fumaba un cigarrillo ávidamente, como quien succiona el dedo de un amante mientras éste está a punto de expulsar esperma. Una fiscal ante la muerte y la agresión, ya lo veis, fumando tranquilamente, como la famosa cupletista.

Una fiscal ante la muerte y la agresión, ya lo veis, fumando tranquilamente, como la famosa cupletista

Pero esto no es todo, porque tras esta agresión y la respuesta en humareda, Magaldi vio como  se le aproximaba un hombre peligroso. La narración de los hechos, creedme, da pavor: “No sabía lo que podía pasar. No llevaba nada en las manos. Eso me tranquilizó. Vi una furgoneta de Mossos que iban de negro, armados. Al ver que el individuo no paraba su carrera, levanté la mano pidiendo ayuda. Se me acercó gritando y, con una mirada que no olvidaré nunca, me dijo: 'Tú eres la Fiscalía, tú nos condenas por poner las urnas, qué vergüenza'" ¡Es estremecedor, Anna Maria! Que un hombre maleducado (sin nada en las manos, debemos recalcar mil veces) se te acerque y te increpe merece no una, sino dos o tres ruedas de prensa y también será necesario, como bien has dicho, que se estudie si la cosa es constitutiva de delito: de hecho, yo no esperaría mucho tiempo y lo metería directamente en la trena.

La fiscal Magaldi merece todo nuestro amor, porque ya se ha ganado por méritos propios el premio a la mejor actriz secundaria del año: escenas de agresión entre el placer del humo, lloros en diferido (como las indemnizaciones del PP) y reacciones a mano alzada ante agresores que, por fortuna, no llevan nada en las manos. A partir de ahora, Anna Maria formará parte privilegiada de la historia de la fractura social en Catalunya. Conservémosla, ella que vence nuestras agresiones con la sola ayuda de la nicotina, ella que se ha adjudicado la personificación de todos los fiscales del país, y por ello escuchó a su colega Sánchez Ulled durante el juicio del 9-N, curiosamente situada en un lugar donde la visualizaban las cámaras de televisión. A eso le llamo yo resistir y ser un icono, Anna Maria. Como ha dicho nuestra nueva actriz, media Catalunya ya la conoce por su precioso pelo. De aquí a muy poco, cualquier premio actoral le quedará corto y tendremos un Nobel de la Paz al canto. Al tiempo.