Han tenido que pasar unos siete años desde la confesión de la deixa andorrana y diecisiete desde que abandonó la presidencia de la Generalitat para que TV3 haya programado una pieza documental supuestamente crítica sobre la figura de Jordi Pujol. Eso debe explicar que 581.000 conciudadanos vieran el 30 minuts del pasado domingo (Pujol: els secrets d’Andorra), una pieza de Genís Cormand y Xavier Bonet de una holgazanería periodística supina, que no explicó nada que no se pueda conocer con un clic en Google y que, con una estética intencionadamente próxima a Crims y cerrándose profundizando en la figura del comisario Villarejo y las cloacas del Estado, incluso parecía una exoneración del personaje. Si después de tantos años de pujolismo, nuestra tele pública investiga a base de recortes de periódico, con musiquilla de suspense, y rematándolo con el tinte capilar de Francesc-Marc Álvaro haciéndose preguntas profundas con una biblioteca de fondo, es que estamos realmente acabados.

Se podría excusar esta indignidad afirmando que este sólo quería ser un espacio explicativo de todo lo que el juez De la Mata y sus investigadores han explicado en el sumario que investiga la trama familiar, e incluso se podría decir que la aparición de Villarejo y las presiones del comisario para investigar la vida bancaria de Pujol (y de algunos líderes del procés) son hechos contrastados. Pero este no es el problema, y no es la cuestión para que una televisión que ha acusado a España de ser un estado con la libertad de expresión de Turquía y donde desde sus servicios informativos nunca se ha destapado ningún caso de corrupción política en Catalunya se puede permitir tratar el asunto Pujol como si fuera una película de espías, con imágenes de automóviles serpenteando por carreteras medio nevadas y entrevistas gravadas en la cima de un rascacielos con aquel aire sexi de cuando Évole intima con sus ídolos musicales. Para hacer un acto de dejadez y chapuza periodística como esta, es mejor que cierres la boca.

Sería mucho más edificante que La Nostra hubiera emitido un reportaje cantando las gracias de Pujol, que las tenía y muchas, en comparación con la actual pequeñez moral de nuestra clase dirigente

Cualquier televisión pública (o privada, por el tema en cuestión) no se puede permitir que el personaje que chupe más cámara de un reportaje dedicado a los Pujol sea un tal Josep Pujol i Ferrusola, ni puede comprar el relato según el cual el dinero del clan provenía de la famosa deixa del abuelo Florenci. Hacer eso el año 2021 es mucho peor que programar pornografía heteropatriarcal y con animalillos en horario del Club Super3. La ofensa no es sólo periodística, también es política, pues parece que TV3 y su equipo directivo se sientan más bien cómodos devolviendo la cadena a La vida en un xip y a los formatos blanqueantes que garantizaron larga vida al pujolismo. La conclusión de Els secrets d’Andorra, equiparando el pujolismo a la guerra sucia del Estado (es decir, comprando como buena la tesis según la cual España era un sálvese quien pueda y que Pujol sólo había cometido pecados de omisión con respecto a los negocios de sus hijos), acaba resultando en el hecho que eso de la autonomía es un mal necesario.

No sé si el amigo Vicent Sanchis y los directivos de TV3 se miraron el documental antes de pasarlo por pantalla, y de hecho preferiría que el pecado se les hubiera pasado por alto, porque eso de exonerar a Pujol con aires de peli de misterio no lo permitirían ni a sus alumnos de periodismo. De hecho, sería mucho más edificante que La Nostra hubiera emitido un reportaje cantando las gracias de Pujol, que las tenía y muchas, en comparación con la actual pequeñez moral de nuestra clase dirigente. Mil veces antes un ejercicio de me da igual todo que no esta cosa tan nuestra de la tribu de creer que nuestra mierda se puede suavizar con paisajes filmados a vista de dron e imitaciones baratas de Polanski. Pero si el autonomismo es un régimen que se aguanta poniendo el listón de la exigencia muy bajo, esta pieza documental podría ser una buena metáfora. Es una lástima, pues la televisión pública y el país tienen profesionales que podrían haber hecho este trabajo y que el domingo debieron pasar demasiada vergüenza.

De hecho, viendo programas como este y a la espera emocionante de la presidencia Aragonès, no me extraña que muchos todavía sueñen secretamente con el retorno del patriarca. Guarde los secretos que guarde.