Cuando ocurre una crisis global como esta casi superada pandemia, con la consecuente siesta de la economía, el pensamiento de la izquierda siempre acostumbra a resucitar el sueño húmedo del comunismo. El último en hacerlo ha sido el oportunista pensador esloveno Slavoj Žižek, que en un opúsculo multiventas (Pandemia, lo tenéis en catalán en Anagrama), casi agradecía la irrupción de la Covid-19 como síntoma demostrativo de que el capitalismo y el libre mercado no son sostenibles ni pueden garantizar el futuro de la humanidad. La solución comunista del autor (quién, a medida que su cuenta bancaria se ha llenado de pasta, ha pasado de reivindicar el estalinismo más crudo a una especie de socialdemocracia radicalilla) no deja de ser un refrito del ideario que encontramos en muchos partidos progresistas del continente que apuestan por que los estados impriman billetes a toda prisa y que obliguen a las empresas automovilísticas a fabricar respiraderos para todo el mundo.

Pero ni la imaginación ni la incuestionable gracia filosófica de Žižek (al explicar como, por ejemplo, el distanciamiento social es una oportunidad para reformular la conciencia de una humanidad que pertenece a una sola clase nombrada prójimo) pueden disimular la buena salud de la economía de mercado. Incluso si nos ponemos estrictamente marxistas, y opinamos que el sistema colapsará por su propia naturaleza contradictoria, solo hay que echar un ojo a la India, un país que es el primer productor de vacunas del mundo y una de las naciones donde —como explicaba Drus Khullar esta semana en el New Yorker— ni las mismas autoridades son conscientes del aumento exponencial del virus. Mientras el país se ahoga por la falta de oxígeno en los hospitales, la burbuja del capitalismo subsiste como forma de producción, en definitiva, incluso sin aire en los hospitales y siendo uno de los países que recibe el 0,5% del total de vacunas mundial.

Nos guste o no, el capitalismo sale adelante, y el mundo que viene tiene pinta de parecerse mucho más a la pandemia que a las fiestas que la cerrarán, parece

De hecho, incluso estados gobernados por el comunismo han popularizado los estragos del estrés vital del capitalismo. La pasada primavera, en China se hizo viral una fotografía de un estudiante de la Universidad de Tsinghua que trabajaba en el ordenador portátil mientras iba en bicicleta, un ejemplo visual de la sobreproducción que se pide a los estudiantes de una generación de jóvenes que se ha autobautizado como "involucionada" y que ha popularizado el número 996 para referirse a su vida laboral (de nuevo de la mañana en nueve de la noche, seis días por semana). El cúmulo de las contradicciones ha resultado en el hecho que esta generación de jóvenes chinos haya vuelto a leer masivamente El Capital manifestándose en las calles de la mayoría de las macrociudades del país a favor de la socialdemocracia mientras la mayoría de sus clases medias viven encantadas comprando libros en Amazon y estanterías blancas del Ikea.

La primacía de la economía de mercado ha quedado patente en las elecciones de Madrid y también en el hecho que la mayoría de conciudadanos ya haya hecho el clic mental de asumir que la pandemia ya se ha acabado, lo cual implica naturalizar que vale la pena mantener los bares y los centros comerciales abiertos porque, total, por unas cuantas decenas de muertos al día, no pasa nada. Esta es una ecuación que hemos interiorizado todos —lo digo sin ningún tipo de moralismo— y que también asegura la primacía de la economía respecto de la vida y el futuro bien saludable del capitalismo. Por mucho que Nomadland y otros insufribles (y azucarados) panfletos visuales que nos ha regalado la pandemia apuesten por sistemas de vida alternativos y solidarios, nos acercamos a un mundo donde nos tendremos que acostumbrar a vivir en las burbujas de convivencia mínima de las que hemos huido con tanta alegría cuando se ha acabado el toque de queda.

Nos guste o no, el capitalismo sale adelante, y el mundo que viene tiene pinta de parecerse mucho más a la pandemia que las fiestas que la cerrarán, parece.