El independentismo era verdad pero el procés era mentira. El independentismo era y es verdad porque Catalunya sigue teniendo el derecho y el deber de situar sus prioridades, su cultura y el esfuerzo de sus ciudadanos en el centro del gobierno de la nación, un cuerpo administrativo que tiene que competir de forma libre y sin trabas con la mayoría de colectivos del mundo que también se organizan en la forma de estado. El independentismo es verdad porque cualquier otra cosa haría que la libre voluntad de la nación catalana (es decir, del colectivo de ciudadanos que se saben nación, por los motivos que les de la gana) quede subsumida a otra instancia que no sea la suma de las libres voluntades de sus individuos. Eso era y es verdad. Pero el procés era y es mentira, porque era y es cierto que todas las decisiones que los políticos independentistas han urdido desde el 2010 (de las coaliciones para el Sí en el 9-N y el 1-O) sólo estaban destinadas a presionar España para poder negociar mejor.

Si tú eres independentista (es decir, e insisto; si crees que la decisión libre de los catalanes de representarse en la forma política que ellos quieran no tiene que tener ninguna otra razón de ser que ella misma) no puedes ser procesista. Esta cuestión, que te he explicado durante años y ante la cual te has enojado como una princesita consentida pero que ahora has acabado entendiendo, no es un juicio de valor, ni una opinión personal, sino una pura cuestión de lógica política. Se puede ser lo que quiera e identificarse con los cuentos que ocurran, sólo faltaría. Pero eso es una disyuntiva que no admite matiz; si todavía crees que el independentismo es la solución, como servidora lo cree, sólo puede ser al precio de admitir que el procés ha sido mentira. Admito que eso te puede costar, porque implica saber que el mundo no nos mira, que Jordi Cuixart no es Mandela y que los presos te han tomado el pelo.

Repitámoslo de nuevo, queridos lectores: el independentismo es verdad, pero el procés es mentira

Ciertamente, la verdad requiere un esfuerzo, una tarea que siempre empieza por desterrar las tentaciones sentimentalistas y los chantajes que se derivan. Entender que los presos políticos y los exiliados no son víctimas de la injusticia española sino de haberse entregado, contraviniendo en todo aquello que aprobaron en el Parlament antes del 1-O, es decir, víctimas de su propia negligencia e incumplimientos, no es fácil. Comprender que ni Rajoy ni Marchena son unos monstruos malvados que nos han querido amargar la vida, sino unos funcionarios más bien parsimoniosos que han hecho lo que haríamos todos ante unos políticos que amenazaban la unidad del estado al que deben el trabajo y han jurado fidelidad no es cosa rápida. También lo admito. Pero ahora, y cuando digo ahora me refiero al último día de agosto del año 2020, todo eso ya no hace falta discutirlo más, pues perder tiempo es el peor pecado.

Bien, visto lo visto, y ahora que se acerca la Diada, con su consecuente cháchara sobre si esta vez hay que darse la mano, hacer la vertical puente, rodear la estatua de Colón o la simbología española de turno, y ahora que también sabemos que Òmnium y la ANC, lejos de auditar las decisiones de los partidos independentistas se han limitado a seguirlas de forma totalmente acrítica, yo te propondré una acción inapelable para mantener vivo tu independentismo y ahorrarte un nuevo ridículo espantoso. En la próxima Diada, querido conciudadano, quítate el lacito amarillo, símbolo último de todas las mentiras del procés, y pasa el día festivo donde más te complazca. Hazte un favor, visita un paraje que te relaje o pásate el día en el sofá leyendo Kierkegaard; lo mismo da, pero si quieres regalar vida al independentismo demuéstrate a ti mismo que has vencido la impostura y que la verdad no necesita más chantajes.

Repitámoslo de nuevo, queridos lectores: el independentismo es verdad, pero el procés es mentira. Cuando todos lo hayamos interiorizado, el enemigo quizás empiece a preocuparse. Hasta ahora, no le hemos provocado ni un rasguño. En caso contrario, ya sabes lo que te espera; Torra, Aragonès como paradigmas de ambición y Budó y Vergés como lideresas de la gestión cotidiana de tus recursos. Que no te dé miedo la verdad, conciudadano. En la próxima Diada, regálate este favor. Libérate, vive feliz con tu arbitrio, y tira el lacito a la basura.