Cada época genera y alimenta a los líderes que mejor encarnan el espíritu. Ahora que dentro de muy poco volveremos a celebrar la vida pre-autonómica, y que los partidos soberanistas ya cavilan una presidencia técnica y provisional para sustituir a Puigdemont y poner sello y precio a la memoria del 1-O, es normal que se piense en Ferran Mascarell para la noble tarea de implementar (ecs) la República en la tierra quemada por la represión española. Os lo digo sin ni un gramo de ironía, pues si el business del futuro tiene que ir sobre cómo convencer a la parroquia de que estamos en una República desplegada a la velocidad de la gacela, aunque el Govern de la Generalitat no pueda comprar ni una caja de Ibuprofeno sin el permiso de Montoro, creedme, el hombre que necesitamos es Mascarell, pues nadie funciona como Ferran (así es como nos dirigimos a él los de la cultureta) cuando la cosa va vender motos.

Inventor de las famosísimas estructuras de estado que Artur Mas declaró hijas de la exageración verbal y que los audios del juez Llarena nos han certificado inexistentes, surfista imperial de nuestra política, Mascarell sería un 131 fantástico, visto que el nuestro próximo Molt Honorable se tendrá que dedicar básicamente a magrear croquetas en las recepciones. Uno había pensado en otras figuras de consenso (ecs), como mi amigo Quim Torra o Ernest Maragall, pero sabemos a ciencia cierta que Quim es un hombre como servidor, que vive mucho más feliz leyendo en el pupitre del Ateneu que no en el Parlament y Ernest tiene esta losa del apellido ilustre, que huele demasiado a dinástico y sucesorio: y, aunque los catalanes amamos la santa continuidad, hay cosas que tienen un límite. Pues nada, tú, que eso de la pre-autonomía necesita de Ferran y su máquina retórica. Él es el hombre, no tengáis ninguna duda.

Quien ha podido defender todo lo que es defendible en Catalunya, qué no podrá hacer en esta nueva era, la del frente común

Fijaos si es curioso este tiempo nuestro, que hace muy poco eso de ser president o de ser conseller era un capricho que todo el mundo anhelaba. Pero este año, con la excepción de mi querida Laura Borràs, a quien si no depositan muy pronto en el Palau March le cogerá un ataque de apoplejía, ahora ni dios osa ponerse en primera línea de fuego; y no os penséis que es por la amenaza de prisión, porque eso de la unilateralidad ya hace tiempo que no se lleva en el Parlament, sino porque nadie, hoy por hoy, tiene la más mínima idea de qué hacer con este país hundido por el tedio. Catalunya necesitará muy pronto a un president que perpetre como nadie el arte del coaching y que calme así los espíritus más airados por la rendición nacional. En este aspecto, Ferran también es espléndido y una fuente inagotable de concordia. Quien ha podido defender todo lo que es defendible en Catalunya, qué no podrá hacer en esta nueva era, la del frente común.

Que vuelva Mascarell, de verdad. Este nuevo tiempo necesita políticos nuevos.