Honestamente, no entiendo el desencanto que entristece a la mayoría de mis colegas de militancia indepe ante el futuro inmediato, porque esta rentrée política de setiembre sólo pinta que traerá buenas noticias. De momento, el presidentTorra ya ha avisado al presidentTorrent que, ante una posible sentencia condenatoria del Supremo, sería más que oportuno investir (a distancia) al presidentPuigdemont. Poco importa que al presidentTorrent eso de coronar al diputado con más peso parlamentario del soberanismo le provocara un cierto dolor de estómago tras las últimas elecciones a la Generalitat; estoy seguro de que esta vez a Roger no le temblarán las piernas al desobedecer al reino de España y se jugará curro y sueldo en el tema, y así podremos ver ungido al Molt Honorable en el exilio. Pensar lo contrario sería no tener ningún tipo de fe en nuestra clase política.

Pensad que investiremos a Puigdemont, el presidente volverá y el momentum tan esperado ya no sólo vivirá en el ámbito de la teoría. Entonces, como hizo La Pasionaria, el presidentTorra abrirá las cárceles y nuestros reos saldrán de ahí en un revolucionario cha-cha-cha

En cualquier caso, no cabe duda de que la respuesta a la sentencia será una cosa unitaria de la leche. La mani del 11-S conformará su preludio óptimo, y este año noto unas ganas de asistir al evento parecidas a las que sería el caso de repartir farlopa de gratis en plaza Espanya. De hecho, no acudir a la convocatoria de la ANC implicaría un acto de traición evidente: si las calles de Barcelona no se llenan, los unionistas tendrán la foto que querían, se lamerán las barbas con nuestra desunión y los altavoces mediáticos de Madriz se pajearán. Por otro lado, no puedo entender por qué un solo ciudadano del país puede no morirse de ganas formar parte de una masa entre los cánticos de Joan Bona Nit y la sinfonía de los cassolaires de Lledoners. ¡A veces somos tremendamente desagradecidos contra los militantes!

No entiendo vuestro pesimismo, panda de descreídos, ante un curso político apasionante en el que Gabriel Rufián, solo solito, luchará contra el fascismo de las Españas como si D’Artagnan fuera y Pere Aragonès ya tiene planificada la agenda donde se incluyen cuatro o cinco bodas de pubilles de banqueros españoles radicados en Catalunya. Con este tipo de gente, ¿quién puede dudar de la victoria final? Con héroes cotidianos así, señora María, ¿todavía pretende desanimarse? Tenga la bondad de ponerse la camiseta y mueva el culo, mujer, que si la manifa le da pereza siempre podrá hacer acto de presencia en el lugar y después escaparse hasta donde Xemei y cascarse unos nero di sepia que no se los salta un gitano; si quiere algo más económico, diríjase al Quimet y opte por un delicioso combinadito de marisco. Si tenemos motivos, yaveusté, para abandonar el sofá…

Ya basta de desencanto, queridos, y que la división no nos convierta en traidores. Pensad que investiremos a Puigdemont, el presidente volverá y el momentum tan esperado ya no sólo vivirá en el ámbito de la teoría. Entonces, como hizo La Pasionaria, el presidentTorra abrirá las cárceles y nuestros reos saldrán de ahí en un revolucionario cha-cha-cha. Si han dicho que “lo volveremos a hacer”, ¿de dónde vienen las dudas? Ellos, en el fondo, siempre nos han dicho la verdad. Muerte al desencanto, insisto, que en poco tiempo vuelve FAQS, las sabatinas de Rahola, los tramos de la Diada, los cuentos infantiles de Junqueras, el otoño caliente, la enésima transformación de Junts pel Sou en algo nuevo, los consejos del presidentMas y el aquest any sí. ¿Quién osaría decaer en la esperanza, con dicha ensalada que Zeus nos regala? ¡Catalanes, os impongo la alegría de vivir!