En Catalunya nos hemos acostumbrado sin escándalo ni protesta a una corrupción institucional calcada a la española, pero con menos repartición de cuartos y poder y, por lo tanto, mucho más hortera y despreciable. Fijaos en la llamada renovación de los miembros del Consell de Govern de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals, un pesebre que presidirá Rosa Romà, pareja de Miquel Gamisans, antiguo secretario de Difusió y Comunicació de la Generalitat por banda de Esquerra (un hombre inteligente que, consciente del poco pan que se reparte en la administración regional, se ha marchado a ganar pasta en consultorías españolas, siguiendo la escuela del gran David Madí). Aparte del matrimonio Underwood, la cúpula de la Corpo respeta por igual a las exmujeres, y es así como la antigua mujer del ilustre socialista José Zaragoza, Carme Figueras, también dictará el destino de nuestros media.

En Junts pel Sou, como dicen que son de la vía unilateral, no mezclan los bodorrios y se ponen mucho más a ello. En la Corpo, directamente, han colocado a Josep Riera, autor de la obra maestra Em dic Carles (De què està fet el president) y, en el Consell de l’Audiovisual de Catalunya (CAC), al escribiente biográfico del Molt Honorable 130, Xevi Xirgo, un hombre que sabe tanto de aconsejar medios que dirigió dos cabeceras catalanas de éxito como EL PUNT y el AVUI y tuvo la innegable maña de hundir las dos y convertirlas en un ejemplo de la peor prensa comarcal. Pero en Junts son gente muy feminista y, para que no se les acuse de pensar solo con el paquete, en la Corpo también han enchufado a Àngels Ponsa, que por si no lo recordáis —que no lo haréis porque aquí en Catalunya la política está hecha expresamente con el fin de no ser recordada—, pasó sin pena ni gloria como consellera de Cultura de un tal Torra.

La Corporación debe tener un equipo de directivos que la gobierne y una institución como el CAC está absolutamente justificada. El tumor reside en que instituciones necesarias sean colonizadas por gente que no tiene la más reputa idea de cómo funcionan los medios y nunca, pero jamás, hayan demostrado ningún tipo de periodismo que no sea servilista.

Si yo fuera un resentido de la vida o un envidioso, recordaría que, según el mismo portal de Transparència del Govern, el responsable de dirigir el rumbo de la Corpo se embolsa 116.844,79 euros anuales y, agotando la paciencia del lector (y de cualquier contribuyente), haría un Excel de hasta dónde llega el robo de la partidocracia al ciudadano. Pero este no es el tema. La Corporación debe tener un equipo de directivos que la gobierne y una institución como el CAC está absolutamente justificada. Si lo tienen que presidir empresarios, periodistas o cineastas todavía en activo y, por consiguiente, hay que atraerlos con una buena retribución, me sumaría a plena voz. El problema no es este; el tumor reside en que instituciones necesarias sean colonizadas por gente que no tiene la más reputa idea de cómo funcionan los medios y nunca, pero jamás, hayan demostrado ningún tipo de periodismo que no sea servilista.

¿Hace falta que los catalanes dispongamos de un organismo como la Autoritat Catalana de Protecció de Dades que vele por la seguridad del mismo Govern, de sus directivos, entes locales e instituciones como las universidades del país? Sí y recontrasí. ¿Tiene que ser comandado por alguien como la exconsellera Meritxell Borràs, que de protección de datos sabe lo que yo de hacer ganchillo? No y recontranó. La administración no se puede mear en el alma y la cartera del ciudadano con tanta fanfarronada, y más todavía cuando tanto TV3 como Catalunya Radio ya hace tiempo que duermen la siesta de la absoluta irrelevancia de contenidos y rigor informativo. De hecho, lo que sorprende de todo es que ni uno —y cuando digo ni uno quiero decir ni uno—, de los periodistas competentes de la televisión o de la radio pública suba la voz para denunciar este hurto que no solo es un robo, sino que es un ataque a la misma dignidad del oficio y del colectivo periodístico.

Cuando se hable de una noticia relativa al president Puigdemont, ¿qué credibilidad periodística y auditadora pueden tener sus biógrafos? Si el CAC tiene que fomentar que los medios catalanes velen por la transparencia y luchen contra la corrupción de los partidos, ¿cómo lo podrán hacer si ellos mismos son un ente que nace directamente de la corrupción institucional? ¿De verdad hemos caído tan y tan bajo que nadie se exclama de esta anomalía talmente venezolana? No hace falta que respondáis; en este país, lo máximo que podemos acabar haciendo todos juntos son preguntas retóricas.