Ll.- Te veo muy pesimista, últimamente.

B.- Hombre, estarás conmigo en que esto del procés no nos ha regalado muchas alegrías. Referéndums simbólicos, independencias conceptuales, gobiernos provisionales. Eufemismos, vaya...

Ll.- Pues no estoy de acuerdo, yo estoy muy esperanzado.

B.- ¡Soy todo tímpanos! Dispara, maestro.

Ll.- Déjame aprovecharme de la única ventaja que te tengo. Se llama edad.

B.- ...

Ll.- Mira, yo nací el año cuarenta, y prácticamente lo he presenciado todo. Viví durante muchos años una época donde nos lo prohibían todo; vaya, no nos dejaban hacer todo lo que nos gustaba. Después presencié la imperfecta Transición, los pactos entre comunistas y franquistas para repartirse el pastel del poder, y toda aquella vergüenza. Y ahora, evidentemente, una regresión en los derechos básicos que da pavor y un desvelo de la nación como nunca lo había visto. Tienes todo el derecho a pensar que la culminación política del procés ha sido una chapuza, igual que yo lo pensaba del país los años posteriores a la muerte de Franco. Salir de una dictadura... ¿para aquello? Pero todo el entusiasmo que surge de las consultas del 2010 hasta ahora no puede recular. Es una positividad que no se puede castrar.

B.- ¿Quieres decir? Tú mismo hablas de la Transición... y podríamos repescar lo que escribía Xiri sobre la traición de los líderes al pueblo cuando se hizo el primer Estatuto democrático y toda la pesca.

Ll.- Sí, sí, eso no te lo niego. Pero yo no te hablo de la política institucional, sino de la gente. Mira, contra el franquismo luchamos de una forma muy rudimentaria. ¡Yo, que odio a los partidos políticos, incluso me hice del PSAN y lo hice porque en aquellos tiempos las agrupaciones políticas eran sólo un receptáculo de nuestras iras y frustraciones! ¡No sabíamos dónde coño más ir! Éramos muy pocos y, ahora lo puedo decir, no estábamos ni mucho menos tan bien preparados como vosotros. Por eso te digo que, a pesar de todas las traiciones políticas, desde el 2010 hay un grueso de gente muy importante en el país que no está dispuesta a volver atrás, ni al autonomismo ni a la pérdida de libertades básicas con la que se les quiere matar la felicidad.

B.- Pero estarás conmigo en que el clamor popular se tiene que vehicular políticamente, y los partidos son claves en este punto.

Ll.- Efectivamente, pero este es un trabajo que, debido al cambio de chip que ha experimentado la gente, unos partidos que se hacen bajo los modelos del autonomismo no pueden hacer por definición. No están acostumbrados, ni diseñados.

B.- Son estructuras antiguas que quieren responder a cambios sociales modernos.

Ll.- Exacto, no se les puede pedir que se adapten a la nueva realidad social, porque son hijos de unos estratos que ya no son los vuestros. ¿Sabes cuál es la diferencia básica entre el tejido de vuestra lucha y la nuestra?

B.- Intuitivamente, yo veo que nuestras quintas están mucho mejor formadas, es cierto, y la mayoría de nosotros ha viajado o ha vivido en el extranjero. Paralelamente, los canales de información y de relato que había en los años noventa (diarios, partidos políticos, grandes empresas) se están fundiendo o, en todo caso, no tienen tanta fuerza como antes. Todo es mucho más plural; más imperfecto, si lo quieres, pero también bastante más abierto.

Ll.- ¡Perfecto, eso es una evidencia! Fíjate en que no sólo los canales tradicionales se están resquebrajando. También los estados, que ya no pueden ejercer un poder ni una fuerza burocrática como la que tenían el siglo XIX. El estado ya no es omnipotente y Europa, a su vez, no es una cosa monocroma. Pero hay otro factor todavía mucho más importante: ¡las mujeres!

B.- ¿Las mujeres?

Ll.- ¡Sí! En nuestra lucha política las mujeres tenían un papel secundario, por mucho que acogiéramos parte de sus reivindicaciones. Pero ahora el tejido asociativo y las entidades cívicas tienen un componente femenino mucho más importante. Las mujeres no acostumbran a estar para hostias y son de una concreción mucho mayor que nosotros, que tendemos a divagar y excusarnos sin límite. Yo empecé a creer en el procés cuando vi más rostros de mujer. Aparte de eso, como te decía, está Europa. Antes, durante el franquismo, los europeos pasaban de nosotros. España podía ser un protectorado yanqui y aquí no pasaba nada. Nadie nos ayudaba.

B.- Pero ahora te viene un juez alemán y te estropea la fiesta, querida España.

Ll.- Es exactamente así. Créeme, yo conozco como funciona España y he sufrido el gen castellano: siempre obran de la misma forma, a través de la conquista y de la humillación. Mientras los ingleses triunfan por el comercio y los franceses por la imposición cultural, los españoles siempre colonizan lo que pueden. Por eso les cuesta prácticamente un siglo recobrarse de las pérdidas coloniales, si es que lo han hecho todavía.

B.- Tienes razón, por eso es importante la figura del Puigdemont y del exilio, que tiene algo de trágica y de loca.

Ll.- Eso me interesa muchísimo. Fíjate que, por eso que te decía antes de la conquista y de la imposición, a los castellanos lo que más les molesta es todo lo que se les escape de las manos. Si hay un juez alemán que les lleva la contraria en el más mínimo detalle, pues sacan la bestia que llevan dentro y dicen pero qué se ha creído este idiota. Puigdemont, justamente por su carácter imprevisible, les perturba como nada más lo puede hacer. Eso es exactamente el centro de la tragedia griega: cuando el thymós de un héroe, su carácter, desconcierta el todo social que no puede conceptualizar adecuadamente sus acciones. Por eso los griegos veneraban a los héroes, glosándolos.

B.- O los mataban, no lo olvides. Pero comparto eso que dices de la locura, de este carácter que bascula entre la temeridad y el cálculo. Lo jodido del caso es si tienes a tu héroe trágico a miles de kilómetros y sus herederos se reparten el pastel de aquello que les ha dejado, si me permites la metáfora.

Ll.- Claro, claro, pero te insisto en aquello de antes. La gente, y en eso los que sufrimos el franquismo tenemos una cierta metódica, nunca se deja borrar la memoria fácilmente. ¿Tú crees que se podrá olvidar el 1-O? ¿Qué demostró, el 1-O?

B.- ¡Coño, que Catalunya es un país y que la gente está dispuesta a romperse la cara por sus derechos fundamentales!

Ll.- Aquí está la clave del tema. Por eso hace años que escribo sobre la idea de la libertad. La libertad se puede pensar mucho, pero siempre se hace ejerciéndose y recordando cómo este ejercitarse te ha configurado el pensamiento. La gente que resistió el 1-O no se dejará folklorizar tan fácilmente. Eso del referéndum no se acabará con cuatro calles que se llamen "uno de octubre" ni con unas plaquitas en las plazas del país. ¡No fastidiemos, tú! ¡Eso la gente no lo olvidará tan fácilmente! Y si por eso hace falta jubilar a los políticos actuales lo haremos, porque –como te decía antes– los más jóvenes ya no están para muchos cuentos. Vosotros sois de una generación con pocas tutelas. Pues imagínate a los críos que tienen dieciocho o veinte años y que tienen todo el poder del mundo en su teléfono móvil. ¡Ni todo un estado puede contra eso!

B.- Pero yo también creo en el poder omnívoro del olvido, maestro.

Ll.- Perdóname el paternalismo, pero eso también va con la edad. Ahora haces ver que quieres olvidar las cosas porque ya has dejado de ser un jovencito y te da todo un poco de pereza. Cuando te haces viejo, en cambio, te salvarán los recuerdos. Te aferras, no por nostalgia, sino para pacificar el espíritu.

B.- Debe ser eso. También pierdo la paciencia por las cosas, así en general.

Ll.- Pues, en lo que se refiere a tu tribu tendrás que tener mucha. No quiero ser nostálgico ni hacerte sentir mal, ¿pero tú sabes, para poner sólo un ejemplo, la cantidad de trabajo que nos costó eso de salvar la lengua durante los años cincuenta? ¡Pobrecitos de nosotros, y suerte que teníamos la gramática de Fabra, que era un hombre de orden! ¿Tú sabes lo extraordinario e históricamente único que es que, hoy, con el esfuerzo de un solo clic, tú puedas acceder al diccionario o a la gramática catalana? Tenéis el lenguaje, tenéis las herramientas de comunicación. Ahora sólo os falta tener más ánimo y un poco más de cara dura.

B.- Mira, eso no me falta.

Ll.- ¡A mí no me la metes, que desde hace años noto como trabajas el diccionario y te curras la prosa! Ahora sólo te falta aprender a escribir más allá de la inmediatez política y, sobre todo, intentar que tu generación, aparte de opiniones (que eso tiene y quizás demasiado) tenga ideas-marco para orientarse en el pensamiento y poder leer mejor la realidad. Eso es lo que nosotros no pudimos hacer y ahora tenéis la oportunidad de poneros. En eso, hay que reconocerlo, fallamos.

B.- ¿Pero ahora es difícil hacer de Xènius o de Maragall, no crees?

Ll.- Cojones, ¿y crees que ellos lo tenían fácil? Maragall coge una lengua casi muerta y le enchufa un mar de vitalidad que alucinas. Y el Eugeni no te lo tengo que presentar: todo es cuestión de tener mucha mala leche e ir escribiendo cada día. El ego, sin embargo, no te lo copies.

B.- Llegas tarde...

Ll.- Tranquilo, que eso también se cura con la edad.

B.- Caray, sí que cura cosas envejecer.

Ll.- Ni te lo imaginas, enano. Créeme. Deja pasar el tiempo, que todo se ponga en su lugar y tú ve haciendo lo que sabes hacer. Los políticos pasarán. Los recuerdos quedan, la gente tiene la memoria en la carne. La libertad es una cosa de carne. De carne. Y la carne se escribe con las palabras.

B.- La libertad es una cosa de carne. De carne. Y la carne se escribe con las palabras. En fin, siempre que tomamos un café me olvido llevar en el bolsillo el cuaderno de notas para tomar apuntes.

Ll.- Tranquilo, que esto ya no va a examen. ¿Salimos al jardín un rato?