Como ya avisé y era profecía, el procesismo organizó el culebrón de las licencias de edad en el Parlament para que el cambio de un simple trámite administrativo se publicitara como un acto de renovación de la política, ejemplo moral de transparencia y añadid toda cuanta cursilería necesaria. Catalunya es eso, da para lo que da, y se ha convertido en un país en que los asuntos más importantes son los sobresueldos y el aguinaldo de los funcionarios. Del mismo modo que uno se exalta con los ceros que cobran las maquilladoras de TV3 y así se ahorra cavilar a fondo sobre el desbarajuste laboral (y por lo tanto, productivo) de la televisión pública catalana, eso del Parlament se ha convertido en la excusa perfecta para que su jefa de bedeles, y una mesa formada por políticos tan incompetentes que ni sus respectivos partidos los querían en el gobierno de los peores, puedan hacerse los buenos samaritanos de la administración.

El serial de la cámara catalana ha cubierto de flores el auténtico excremento que apesta nuestra vida política; a saber, la de los políticos en activo (sic) que trabajan prácticamente igual que los funcionarios prejubilados del Parlament, pero que tienen la indecencia de fardar de una agenda pública estresante y radiactiva. Fijaos en el conseller de Interior, el admirable Joan Ignasi Elena, que ha invertido prácticamente el viaje de un parto, ocho meses de Govern, en hacer un algo tan sencillo como elaborar un equipo directivo de los Mossos y ofrecer una semijubilación dorada al major Trap(Hero). Como si con eso no bastara, para escudar su absoluta inacción, Elena ha hecho uso y abuso de todo un clásico, la bandera lila, diciendo que quiere "feminizar" un cuerpo en el que las mujeres continúan igual de invisibilizadas que el catalán en Netflix y en el que los machos cobran un 9,11% más que nuestras francotiradoras.

En su última comparecencia parlamentaria, Elena hizo aquello tan propio de soterrar su siesta perpetua a base de inventar un nuevo vocabulario. Desde hace tiempo, cuando los políticos catalanes quieren proteger alguna cosa se vanaglorian de haberla "blindado". Primero fue el catalán en las plataformas digitales (con un éxito despampanante) y ahora el jefe político de la policía catalana nos ha asegurado que nuestros mossos, mosses y mossis, aparte de disponer de vehículos blindados, tendrán "blindada" la sectorial Anticorrupción de la pasma. Tenemos suerte que Elena se pasara sólo cuatro horas en el Parlament, pues si llega a pasar la noche, nos "blinda" el zoo y la Ciutadella. Por si no hubiera estrujado lo suficiente el diccionario, el conseller acabó añadiendo que los cambios de la cúpula no se limitarían a la "feminización", sino que también pondría un poco de "territorialización" y, de postre, nos regalaría una "cibercomisaría".

Como buen socialista, el conseller quiere que nuestra policía todavía dependa más de los jueces y fiscales del kilómetro cero

Si fuera por la clase política, la lengua catalana no sólo sufriría de minorización, sino que acabaría muerta de tanta insignificancia y blindaje, más todavía después de ver la comparecencia de Elena en el Parlament, cuando, con mucha paciencia, uno se da cuenta de que el supuesto "blindaje" de la policía exigió la presencia estelar de otra palabra estrafalaria: la ganadora fue "protocolizar", la palabra chupiguay que el resto de humanos conoce como "elaborar" o "incorporar a protocolo". Pues bien, toda esta magulladura de la lengua disimula un hecho que no es risible: la unidad Anticorrupción de los Mossos tendrá un protocolo de actuación coordinado con la Fiscalía Anticorrupción y el Tribunal de Justicia de Catalunya (pasado por el diccionario: con los españoles). Dicho todavía con más claridad: como buen socialista, el conseller quiere que nuestra policía todavía dependa más de los jueces y fiscales del kilómetro cero.

Pero todo resulta todavía más cínico y risible cuando sabemos que los Mossos, como cualquier policía competente, ya tienen establecida una conexión regular con la judicatura. Fijaos cómo son las cosas que el major Trapero puso todo el cuerpo (sí, todos los mossos, las mosses y lis mossis) a disposición del TSJC después del 1-O, por si alguna toga de los enemigos le pedía detener al president Puigdemont. De coordinación, para desgracia de los ciudadanos, ya hay más que suficiente; ni hay que protocolizarla, ni perimetrarla, ni territorializarla, ni feminizarla, ni mucho menos blindarla. Si alguna cosa necesitamos blindar urgentemente es esta cúpula gubernamental que chapucea el catalán para fingir que trabaja, una élite que se dice independentista y que no tiene ningún problema en sentarse en el Parlament con toda la barrigota y michelines de no haber trabajado nunca más allá de los partidos, todo para decirnos que nuestra policía escribirá una hoja de ruta con los jueces que opositan en Madrit.

¡Qué gozada este Govern efectivo, queridos lectores y conciudadanos! ¿Verdad que os entran ganas de blindarlo? Empecemos por el conseller Elena, os lo ruego, porque que si nos protocoliza más la policía, dentro de muy poco no le veremos la bandera ni las alpargatas.