El pasado fin de semana, el presidente del consejo editor del Diari Ara, Ferran Rodés, publicaba un artículo titulado "L’autoritat de la gent de pau" en el que desestimaba la Declaración Unilateral de Independencia bajo la idea bastante extendida según la cual esta acción política legítima generaría espirales de violencia. El artículo en cuestión es un ejemplo paradigmático de como las élites barcelonesas, que Rodés encarna y representa, siempre han jugado con la fuerza de los españoles contra Catalunya para justificar su quietismo político. Hay un fragmento del escrito que me ha llamado especialmente la atención, en el que Rodés dice: "Quien altere (la paz social), aunque sea sujeto pasivo de la violencia, perderá autoridad moral". Más claro el agua: si te zurran, aunque tengas razón, ve olvidándote de la ética. Reescribámoslo: no me extraña que te toquen el culo, reina, con esta falda tan corta que llevas.

La idea según la cual dignificar una idea de Catalunya que ponga a su gente en el centro de las propias decisiones políticas implica violencia externa ya la encontramos en las declaraciones de Pablo Casado sobre Companys. Siempre que hacen bromita sobre el encarcelamiento y el posterior asesinato del Molt Honorable 123, los españoles utilizan la figura de Companys como un espantajo para hacer entender a los súbditos catalanes que, si se pasan de la raya en su afirmación nacional, habrá muertes y bofetadas. No es casualidad que, desde hace pocos lustros, Companys haya dejado de ser el mártir del soberanismo que convenía tanto a los intereses mezquinos del autonomismo tribal, pues como manifestó la dignísima ciudadanía el 1-O, la imagen del catalanito sumiso que deja que la policía se le dé tortas es una artimaña fraudulenta. La gran victoria del referéndum fue la derrota de la policía.

Como recordaréis muy bien, el mismo Rodés fue el responsable último de que el Ara no publicara la propaganda institucional del 1-O en sus páginas, lo cual (aparte de deserciones importantes entre sus columnistas) provocó que los propios trabajadores del diario se tuvieran que tragar las órdenes del dueño con un comunicado dirigido a los lectores de vergüenza ajena en que sacrificaban las convicciones en nombre de la subsistencia del diario. Rodés, temeroso de que sus amigos de Madrid le cerraran el chiringuito (cosa que no habría pasado ni en el caso de publicar el anuncio de la votación), afianzaba así aquella idea prototípica de la burguesía nuestra según la cual tú puedes inflamar el país a base del #notincpor e ir sacando pasta a las señoras mientras sigues subyugándote al statu quo que te permite mantener el negocio. Fijaos si son listos los defensores de la paz social.

No es casualidad que la marcha atrás de Puigdemont y Junqueras el 10-O contara con la predisposición e incluso del consejo de muchos radiofonistas y comunicadores que, bajo la misma excusa que Rodés y escudándose en la posibilidad de una acción violenta del Estado, instigaron con que el Molt Honorable 130 se alejara de la declaración de independencia e intentara calmar la tensión. Sería bueno que todos ellos salieran del armario y hablaran claro de una vez, sobre todo porque cuando les volvamos a ver exaltar las masas al grito de ni un paso atrás todos sabremos de qué pie calzan y cuáles son sus límites. Y también porque, a su vez, tiene que quedar bien claro quién tiene en igual consideración la represión policial del Estado que la dignidad de los sujetos pasivos de violencia.