Derrotado el independentismo, en Catalunya sólo se podrá hacer simbología política de tres al cuarto para que la peña siga ejercitándose en el deporte nacional de la ofensa. Eso explica que los líderes de la tribu vivan mucho más preocupados por todo aquello que denota su discurso, su apariencia física o incluso su vida cotidiana que los principios morales que sustentan su obra de gobierno. Así fenómenos aparentemente intranscendentes, como la variación de género con que la cantante Magalí Sare deformó un verso de Els Segadors (que cantó con la letra "ara és hora segadores") durante la toma de posesión del presidente Pere Aragonès, podrán coger la magnitud de un pequeño incendio que la actualidad cambiante ya se ocupará de aniquilar en pocas horas. A unas élites que pretenden derrotar los anhelos libertarios de la gente durmiéndole las neuronas, las discusiones de minucias ya les convendrán.

A servidor, que cree en la libre voluntad de los artistas para hacer lo que les salga de los huevos y del higo, el cambio le sorprendió enseguida por una cuestión de buen gusto puramente musical-textual: como puede entender incluso una tapia, el verso "Ara és hora segadores" rompe la uniformidad acentual de la letra bien tramada por Emili Guanyavents (que hace acabar la bella melodía de orígenes populares canonizada por el compositor Francesc Alió en una palabra aguda en los primeros versos de cada cuarteta: "triomfant" en la primera y "enemic" en la tercera). Se puede cantar "ara és hora segadores" en la segunda sin romper el heptasílabo del verso, pero tiene que distorsionar la palabra "segadores" acentuando casi por igual las sílabas "o" y "se como si la palabra fuera aguda; consciente del pecado sonoro, Sare alargó la primera "o" con una appoggiatura aflamencada, acortando al máximo la segunda, para disimular.

El cambio tiene cierta gracia, porque en su último y excelente disco (A boy and a girl) la cantante interpreta dos lieder magníficos de la tradición germánica ―Daß sie hier gewesen de Franz Schubert y Morgen! de Richard Strauss― y, aunque las maravillosas versiones que hila con el guitarrista Sebastià Gris son de una modernidad brillante, en ningún caso se altera el género de las palabras escritas por los poetas Friedrich Ruckert y John Henry Mackay (en el segundo caso, el alemán permite el plural neutro). De hecho, incluso en interpretaciones libres de un texto cargado de simbolismo, como la bella versión reggae que Serge Gainsbourg hizo de "La Marsellesa" en el disco Aux armes et cætera, el himno francés sale recortado, pero no alterado en una sola palabra. Dicho esto, ¿cantar "segadoras" para recalcar la invisibilidad forzada de la mujer en aquello en lo referente a la nación, refuerza positivamente la feminidad?

Sospecho que al machismo ya le va bien que la tribu se pase el día dirimiendo entre "segadores", "segadoras" y "segadoris" mientras así no se habla de la dictadura estética de que sufren las mujeres si quieren hacer carrera musical o de la mayoría de sus cachés, que son notoriamente menores que los de los hombres

Entiendo que muchas compañeras de la profesión musical se exclamen del revuelo por un cambio menor protagonizado por una mujer cuando en galas gubernamentales del Govern se han colado truños musicales de considerable envergadura, como cuando el pobre Lluís Llach cantó a cappella su propia Venim del nord, venim del sud olvidándose de la letra, por cosas de la edad. Como decía al inicio, parto del principio de libre creación del artista, a pesar de pensar que la versión de Sare habría reivindicado igualmente la tarea de nuestras cantantes manteniendo la letra del himno intacta. Del mismo modo, opino que, bajo el establecimiento del femenino genérico y de otras mandangas, nuestros políticos están perpetrando la figura del patriarcado tradicional de una forma muy perversa: por mucho que unos señores decidan tener una consellera de feminismos chupi guay, si sólo lo escogen los hombres, seguiremos igual.

Si una artista considera que cambiar de género "segadores" y no "enemigo" a nuestro himno le va bien para explicar que las mujeres también son pueblo y revuelta, por mucho que la cosa peque de poco musical, ¡adelante! A mí me parece que la presencia de una mujer cantando el himno sin cambios y con una mayor sobriedad todavía tendría consecuencias más efectivas. Pero aquí, insisto, manda el artista y quien se ofenda o se haga el pureta excesivamente ya tiene dos trabajos. Dicho esto, sospecho que al machismo de toda la vida ya le va bien que la tribu se pase el día dirimiendo entre "segadores", "segadoras" y "segadoris" mientras así no se habla de la dictadura estética que sufren las mujeres si quieren hacer carrera musical, de la presión que reciben las cantantes para mantenerse con un cuerpo de modelo, a menudo sacrificando su salud o, ya que estamos, de la mayoría de sus cachés, que son notoriamente menores en los de los hombres.

Pero de esto, como de la mayoría de cosas importantes, no hablará ni dios. Y así, desdichadamente, irá pasando esta legislatura y el futuro político inmediato. Nos entretendremos en la simbología light, mientras el sotobosque de todo (a saber; que el enemigo sigue siendo el mismo) permanecerá intacto y la hoz continuará en el cajón de la tercera vía soterrada por la mesa de diálogo. Y mira que nos iría muy bien un grupo de segadoras dispuestas a derramar toda la sangre que haga falta.