El autoritarismo judicial español ha conseguido que un rapero casi desconocido para todo el mundo como era Valtonyc  se haya convertido, hoy por hoy, en todo un famosísimo símbolo de una libertad de expresión que a buen seguro podrá ejercer mejor en el exilio de la Europa civilizada. Estos días, repasando Twitter y otras cuevas de vanidad, he visto muchos personajes de la cultureta exhibiendo fotografías arrimados al músico de Sa Pobla, en impostada camaradería. Ahora que todos estamos tan obsesionados con eso de la freedom of speech, valdría la pena cavilar un poco para saber si nuestra dulce Catalunya sobresale en esto, pues eso de tolerar el discurso del otro no sólo es importante cuando este afirma cosas que no nos complacen o se cagan en símbolos que adoramos, sino sobre todo cuando una colectividad aplica la censura en ideas que no quiere discutir excusándose en una supuesta moralidad superior impoluta.

De hecho, la falta de libertad de expresión de una sociedad no sólo se manifiesta cuando esta prohíbe expresiones malsonantes o insultos que manchan el honor de alguien, sino precisamente cuando la moral de un colectivo se histeriza en el momento en que se osa discutirla de forma severa. Así ha practicado, en muchos casos, el queridísimo procesismo: durante muchos meses, la crítica a nuestros políticos, especialmente aquellos que están (¡injustamente!) en la prisión, era una disidencia que no estaba permitida a la mayoría de medios del país. Decían muchos, lo recordaréis, que eso de enmendar a gente que estaba en chirona implicaba poca empatía con el dolor de sus familias, que toda crítica significaba un debilitamiento de la causa común, finalidad última que no requería ni un matiz discordante. El chantaje emocional, por desgracia, también ha sido una forma de censura discursiva. Y en eso, en la tribu, destacamos un huevo.

Aquí todo el mundo se abraza a Valtonyc, pero no le toques la moral de abuela independentista

Es fantástico que la gente se esfuerce en estar del lado de Valtonyc cuando este dice que el rey se iba de putas o cuando desea que un petardo estalle en el ano de un policía español, pero ya os digo yo que toda esta dosis de tolerancia impostada no es la misma cuando se habla de la beatería insufrible de Junqueras cuando dice aquello que la República la ganaremos entre todos porque somos buenas personas o cuando un articulista osa recordar que los actuales parlamentarios independentistas han vuelto a caer en un discurso autonomista que hace venir náuseas. Aquí todo el mundo se abraza a Valtonyc, pero no le toques la moral de abuela independentista, que ya estarás perdido. Es en este sentido, amigos míos, que servidor se permite el lujo de poner entre paréntesis todo este amor repentino por la dureza lingüística que os ha cogido últimamente. Porque lo aplicáis justamente sólo a quien no os hace daño.

Tú, que arrugas la nariz cuando te contrarían en la moral procesista, sí tú, que ahora te incomodas al leerme, tú no eres Valtonyc, ni tienes nada de libertario. Asúmelo, cuanto antes mejor.