“Dame dolor por España/ dame caña por España/ hazme sufrir por España/ sexy caudillo”

Samantha Hudson

 

Soy muy de Brassens desde siempre. Yo me quedaría en la cama igual, pero no me dejan. No me dejan porque los cazas, los bombarderos, los aviones nodriza me pasan por encima de la cabeza a una altura que da ganas de rascarles la panza. Así que esa es mi fiesta nacional, rogar para que estén bien mantenidos y con todas las piezas en su sitio. También renunciar a salir a tomar una caña y renunciar por tanto a mi “libertad” madrileña aunque, en este caso, sí se trata de un gesto que afecta a la libertad. Cuando el duelo del desfile en Castellana se disuelve es, siempre, la hora del aperitivo. Los aplaudidores y los abucheadores y muchos de los que llevan la insignia patria atada a modo de capa de superhéroe, a modo de sobrefalda o de bufanda, pintada en las mejillas o donde toque, se extienden como una mancha rojigualda por los aledaños para tomarse, ellos sí, la caña. Es por ellos por lo que hace unos años que el 12 de octubre me quedo en casa. En la calle todos somos anónimos, menos algunos, y cuando se sabe lo que opinas y cuál es tu espacio político, entonces mejor no salir a pasear entre banderas porque si a un presidente del Gobierno le gritan “hijo de puta”, lo más probable es que tú no salgas mejor librado y eso, créanme, es conflictivo. ¿Qué haces: te lo comes o te enfrentas? Mejor aliarse con Brassens, ya les digo.

No conviene convertir a los españoles, ni siquiera a los madrileños —¡somos tantos!— en un batiburrillo uniforme porque es obvio que no lo somos. Unos salen a aplaudir a la cabra de la Legión, otros se van de puente. Unos aplauden al soberano e increpan al presidente de la soberanía popular y algunos escriben temas que escandalizan a la parroquia, justo el día de la Fiesta Nacional. Es lo que ha hecho el icono del movimiento LGTBI, Samantha Hudson, que ha estrenado en redes su videoclip Todo por España con gran regocijo de muchos y gran escarnio de los de siempre. “Dame dolor, por España / dame caña, por España / dame martirio / hazme sufrir por España”, canta en una orgía kitsch de flamencas, toros, dictadores y tipos con la cabeza rapada: “por España, Paco, me pones berraca / déjame coqueta en una cuneta” o también “Una, grande y libre: mira Paco que calibre”.

Los que cantan y los que se quedan en casa y los que no se dejan llevar por la música militar también son españoles. No olviden los versos del XIX:

“Oyendo hablar a un hombre, fácil es

saber acertar dónde vio la luz del sol:

si alaba a Inglaterra, será inglés;

si os habla mal de Prusia, es un francés;

y si habla mal de España, es español”

No eran de otro que del poeta de Reus, Joaquim Bartrina i de Aixemús.

Al final todo acaba perdiendo su sentido, hasta el intento de normalizar el Día de la Fiesta Nacional que con ese nombre instauró Felipe González para quitarle los visos franquistas y asimilarlo al mundo civilizado, lo dice la propia ley 18/1987 “la conmemoración de la fiesta nacional práctica común en el mundo actual” pero que aquí nunca ha dejado de tener excepcionalidad. Este año han vuelto a faltar cuatro presidentes. Urkullu y Aragonés, por los motivos de siempre pero también Feijóo y García-Page porque al parecer no les venía bien. Tampoco los incidentes: en 2017 un accidente provocó la muerte de un piloto de Eurofigther al regresar del desfile a su base, en 2019 un paracaidista se estrelló contra una farola al tomar tierra y este año la patrulla Águila ha trazado una nítida bandera republicana en el cielo de Madrid, al convertirse la mezcla que tintaba el humo de uno de sus cazas en morada en lugar de roja. Si fuera supersticiosa les diría que este acto está gafado.

Casado y Sánchez ni se han mirado. La ministra de Igualdad se ha colocado una mascarilla que, por única bandera, llevaba la del colectivo trans. Hacía mucho calor, los que han estrenado modelo de otoño lo han pasado mal. Garzón y Castells, los ministros que no han ido a la recepción Real, aunque Yolanda Díaz sí. La cabra de la Legión puede que haya desfilado por último año, la ley de protección de las mascotas que prepara el Gobierno a lo mejor no permite que vaya brincando al son de la música tan largo recorrido. Iceta hablaba con una invitada que ha decidido ir de morado con banda roja colgando del hombro.

Todo raro como siempre, hasta los baches y el asfalto cuarteado por los carros de combate que vamos a disfrutar durante meses los que circulamos por la Castellana.

Dame caña. Por España.