Cuando Catalunya tuvo a Quim Torra de presidente, este llegó a verbalizar renunciar a las competencias de orden público. Eso es, se supone, desprenderse del Cuerpo de Mossos d'Esquadra. Catalunya, la Generalitat y los Mossos d'Esquadra sobrevivieron a la feliz pensada del ínclito presidente que ahora sigue en activo, sufriendo la insufrible carga de un sueldo autonomista y de una Oficina de expresidente vitalicia. Qué pena. También es verdad que solo verdaderos patriotas como Torra están preparados para sufrir semejante suplicio.

Evidentemente, tiene tanto derecho como cualquier otro de los expresidentes sean o no tan íntegros. No habría que decirlo. Solo que en su caso debe ser un enorme sacrificio que no lo debe dejar dormir. La cuestión es que si el presidente Torra hubiera llevado a cabo su renuncia a la Policía de Catalunya, ahora el sindicato mayoritario de la Guardia Civil no estaría tan cabreado.

A los presidentes —por lo menos a algunos de ellos— les convendría antes de tomar posesión, que gente con sentido de estado como Miquel Sellarès Mariscal les diera una charla —o un seminario entero. Para entender qué significa tener una policía propia. Ahora ya 18.000 agentes, que se dice rápido.

La cuestión es que si el presidente Torra hubiera llevado a cabo su renuncia a la Policía de Catalunya, ahora el sindicato mayoritario de la Guardia Civil no estaría tan enrabiado

El caso es que Justicia Guardia Civil (Jucil) ha cargado contra los Mossos d'Esquadra por desplegarse, también en el mar, para velar por la seguridad de la etapa de inicio de la Vuelta desde la playa de Barcelona. Jucil, seguramente con razón, ve la voluntad del Govern de asumir todas las competencias en seguridad. Lo que, obviamente, piensan todavía con más razón, los convertiría en residuales en Catalunya. Que ciertamente es la obstinación del conseller Elena para hacer de los Mossos una Policía integral. Elena es tozudo, va a piñón y quizás porque viene de Can Sociata es de armas tomar.

También Miquel Buch lo tenía claro, como Sellarès, como Elena. Tan claro lo tenía que ni en el peor momento de las protestas por los juicios del 1 de Octubre se le pasó por la cabeza ahorrarse el marron de estar a favor de la protesta y al mismo tiempo ser el responsable político de los Mossos d'Esquadra, que no siempre aquellos días fueron ejemplares. Sobre todo una Brimo que se excedió no pocas veces. Pero Buch, ni por un instante se planteó regalar las competencias al Ministerio del Interior para ahorrarse la bronca y algún momento —o más de uno— que debió vivir con una profunda incomodidad. Es el mismo Buch —este sin Oficina autonómica de ningún tipo— que ahora espera sentencia por presuntamente haber utilizado a los Mossos para velar por la seguridad de Puigdemont.

Los tiempos han cambiado mucho. Pero Torra —y de eso seguro que es consciente— tendría que hacer memoria y recordar qué significó el 19 de julio de 1936 que la Guardia de Asalto y la misma Guardia Civil estuvieran a las órdenes del conseller Espanya y del president Companys. Y no es que aquellos Aranguren o Escobar —mandos de la Benemérita— fueran independentistas, sino más bien de derechas y conservadores. ¡Ay Torra!