Paso a paso, el tiempo pone todo en su lugar. Pero, ¡hay que ver qué lento se hace cada día mientras se espera a que todo se aclare!

Hace nueve meses que algunos venimos diciéndolo de todas las maneras posibles, tratando de hacer entender que sí, que en España hay presos políticos, que la justicia no es independiente, que vivimos una realidad muy distinta a la que nos cuentan los medios de propaganda y al servicio de aquellos que tienen todo atado y se empeñan en mantenerlo bien atado. Y hemos vivido en primera persona las presiones, la censura, los ataques, amenazas, insultos, la persecución por tratar de explicar sencillamente nuestra opinión. 

Una opinión que surge de la reflexión y la experiencia. Que viene de ser libres, sin miedo a represalias. Buscando siempre la información veraz, desde las fuentes más directas y tratando de abordar las cuestiones más relevantes desde la honestidad. 

En estos nueve meses he visto cómo eliminaban mi voz allí donde venía trabajando durante cuatro años: por el “asunto catalán”. Porque no era posible hablar en una tertulia de televisión, de un medio español, de presos políticos, de exiliados, y mucho menos tratar de explicar que “los Jordis”, así como los demás investigados, no habían cometido delito alguno. No fue posible aportar esta opinión porque todos los que así pensábamos fuimos literalmente eliminados de los medios de comunicación principales en España. No podían permitir que nadie les chafase el relato. 

Sin embargo, la salida de Puigdemont y los consellers a otros países hizo que España dejase de controlar el relato. Y gracias a esta decisión, la de internacionalizar el “conflicto”, se ha podido desmontar todo un ovillo de mentiras. Esas mentiras con las que tantos se han llenado la boca estos meses: cada vez que decían aquello de “golpistas, huidos, cobardes, delincuentes y políticos presos”. 

Ahora que Alemania dice que no, que no hay rebelión ni nada parecido en lo que sucedió en Cataluña durante el otoño de 2017; ahora que un tribunal independiente, que no tiene nada atado y no lo tiene por qué tener respecto a España nos dice a todos que Puigdemont no ha cometido delito ni siquiera de alteración o desorden público. Ahora que en Alemania solamente abren la puerta para pasar a hablar de la posible malversación (que ya ha sido negada ni más ni menos que por el propio gobierno de España), es momento de hablar más claro que nunca, si cabe. 

Es momento de que todos los voceros de todos los medios de propaganda se retracten públicamente. No estaría de más que cada insulto que hemos recibido todos los que hemos defendido sencillamente lo que ahora se demuestra cierto y sin fisuras, sacasen la pata. Por decencia personal y por decencia, en definitiva, de un país que no da la talla para llamarse democrático. 

Porque hasta ahora, todos los medios de comunicación principales urdían al unísono un mismo relato. Sin atender a más opción que la de sus amos. Sin plantear la más mínima duda. 

Algún día la sociedad española se dará cuenta de lo que tiene que agradecerle al pueblo republicano catalán y a sus dirigentes

Y será ahora cuando empecemos a leer cosas que muchos no entenderán, como ya está sucediendo: “varapalo a Llarena", "bofetón de la justicia alemana a España”. Y será el momento de volver a explicar lo que no nos han querido dejar hacer. Es tiempo de pedagogía, de mucha paciencia y de mantener la perseverancia. 

Porque no se sostiene por ningún sitio que consultar al pueblo pueda ser delito. Porque no puede caber en ninguna cabeza sensata que personas pacíficas que quieren defender un proyecto político tan digno como cualquier otro democrático, puedan ser perseguidas y destrozadas de este modo. Porque no hay derecho a todas las barbaridades que se han oído, leído y visto durante estos meses por parte de la clase política española y de sus voceros en los medios, sin más intención que comerle el coco a la gente y manipularla de una ruin manera. 

No hay derecho a que un juez ponga y quite euroórdenes a su albur. No puede considerarse justicia la que actúe según convenga a unos intereses determinados, que precisamente no son los de la justicia y la verdad. ¡Ya esta bien!

No hay justicia cuando hay personas en prisión que no han cometido delito alguno, que además tienen hijos muy pequeños y que están sufriendo el haber estado forzosa e ilegalmente distanciados durante nueve meses. No hay justicia cuando por un lado se deja en la calle a condenados por delitos graves y sin embargo, se mantiene entre rejas a personas que no sólo son inocentes, sino que además son referentes sociales de cultura democrática y pacifismo. 

No es sana una sociedad que encarcela a líderes que han de ser ejemplo de civismo y convivencia y que tiene en libertad a personas sobre las que se están vertiendo acusaciones gravísimas y que disfrutan de condición de “aforados”. 

Se avecina un otoño intenso e interesante. Y además, esperanzador, porque todo apunta a que, curiosamente, serán esos que “querían romper España” los que consigan hacernos abrir los ojos, los que hagan tambalear los restos del franquismo. Esos, los acusados de odiar a España, son los que parecen estar más preocupados porque sea democrática y justa. 

Algún día la sociedad española se dará cuenta de lo que tiene que agradecerle al pueblo republicano catalán y a sus dirigentes. Lo triste es que, como siempre, será ya tarde. 

Y ese día, quizás, el pueblo se hará la pregunta tan necesaria: “¿Quiénes eran realmente los delincuentes?”.