El fin de semana pasado se encontraba el señor Jozsef Szájer participando en una “fiesta libertina gay” en un local del centro de Bruselas. El eurodiputado ultraconservador húngaro que forma parte del partido Findesz, similar a Vox, que acaba de votar contra los derechos de los homosexuales. Quizás por esa incoherencia Jozsef intentó escaparse saltando por una cañería cuando llegó la policía al lugar, y al no poder zafarse, trató de utilizar su inmunidad parlamentaria para evitar ser sancionado. Las multas las pusieron por romper las normas sobre contención de la Covid-19, pero el escándalo estaba ya servido y el eurodiputado presentó su dimisión el domingo. A los dos días se dio a conocer la noticia y el escándalo no dejó de crecer. Escribió una carta donde se disculpaba con su familia y con sus votantes. Pero según una encuesta realizada por Euronews, sólo el 2% de los consultados ha creído en la versión que Jozsef ha dado: “que solamente acudió a una velada en una vivienda”. El 69% describe lo sucedido como una “orgía sexual con drogas”.

Tampoco ha colado, según la encuesta, que la mayoría de los medios de comunicación húngaros hayan intentado convencer a sus conciudadanos de que el principal problema en lo sucedido fue saltarse las medidas del confinamiento. El 65% consideran que lo más grave es la hipocresía de este señor: los valores de la Constitución húngara que se ha redactado con la contribución del propio Jozsef y que él mismo ha pasado por alto en su particular velada. Tres de cada cuatro encuestados entienden que este asunto no es un hecho íntimo del eurodiputado húngaro, sino que lo consideran un escándalo de interés público. Y además, al setenta por ciento le preocupa la imagen de Hungría que pueda darse por lo que este señor ha protagonizado. Desde su país, precisamente, echan en cara a este señor que él en Bruselas esté disfrutando de la libertad que tiene la comunidad LGTBI mientras, en su país, su partido está persiguiendo y condenando a estas personas. Él como referente, para más inri.

Sin embargo, como suele pasarnos muy a menudo en España, desde fuera sabemos mejor lo que ha pasado que los propios húngaros. Y es que, la práctica totalidad de los medios de comunicación del país que preside Viktor Orbán, compañero de partido de Jozsef, han silenciado lo sucedido. De hecho, una investigadora del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, Zsuzsanna Végh, analizaba el trato que los medios húngaros han dado a semejante noticia: “Los mensajes que se han comunicado sobre el caso de Szájer, tanto en los medios progubernamentales como en los estatales, han sido claramente controlados respecto a muchos de los detalles sensibles. Si escuchas la radio estatal o ves las noticias del estado, ni siquiera entenderías por qué tendría que dimitir, sólo porque participó en una fiestecita y violó las actuales restricciones contra la Covid-19, porque esa es la historia que comunican y no van más allá”.

¿Qué evidencia todo esto? Pues que Hungría es, junto a Polonia, un lugar donde la libertad de prensa prácticamente no existe. Donde gobierna la extrema derecha, que no es otra que la que se encarga de reprimir a la sociedad, pretendiendo dar una imagen fundamentada en valores ultraconservadores y ultracatólicos que, a la hora de la verdad, enmascara una realidad bien distinta. Lo de siempre, vaya. Lo de la pose, lo de la imagen hacia la galería, lo de la eterna mentira de quienes están plagados de complejos y pretenden machacar a quienes quieren vivir abiertamente su libertad.

Darle la vuelta a todo, pretender que los verdugos sean víctimas y viceversa es una práctica habitual. De hecho, ahora están viendo cómo hacer pasar a este eurodiputado por víctima de una potencia extranjera desconocida, de algún tipo de servicio secreto, que ha atacado a Szájer “porque es un fuerte defensor de los valores tradicionales en una ciudad liberal y un régimen liberal”. Y hablan ya de que Soros está detrás de esta “cacería”. ¿Les suena?

Igual que en Hungría tratan de no hablar de lo de Szájer, en España prácticamente no se habla de lo de Alejandro Díaz, siendo muchísimo más grave. Infinitamente más grave​

Lo que la orgía de Bruselas ha puesto de manifiesto no nos queda tan lejos a los españolitos. De hecho, en nuestro país es imposible llegar a saber de qué va realmente lo del Bar España, las niñas de Alcàsser o lo de Kote Cabezudo, entre otros asuntos que señalan directamente a políticos y gentes “poderosas” de participar en “fiestas” donde supuestamente se abusaría de menores, se consumirían drogas. El silencio sobre estos temas en los medios de comunicación es absoluto. A veces se oye algo por aquí, algo por allá, pero todo queda tapado por “conspiraciones” y, al final, nadie sabe realmente quién está manchado por estas supuestas aberraciones. Pero haberlos, los hay.

Como el exlíder de las Juventudes Socialistas de Elche, al que acaban de condenar a tres años de prisión por tener material pedófilo. Alejandro Díaz ha conseguido negociar con la Fiscalía para que la pena, en lugar de nueve años —que era lo que pedían— sea de tres. En 2017 era secretario general de las juventudes del PSPV-PSOE y fue detenido en una operación policial contra la pedofilia en internet. Estuvo en prisión provisional y fue puesto en libertad tras pagar su familia 20.000 euros. Tenía en su ordenador material “de extrema dureza” donde había imágenes de bebés siendo violados, entre otras barbaridades. Este tipo de cosas, según él, le excitaban. Como pensar que la vida de los pequeños era frágil y podía acabar con ella con facilidad. Eso le pone a este animal. Como ha reconocido que es autor de este delito, al final la condena ha sido rebajada seis años.

Pero esto llega después de que el animal se librara de una acusación de abuso sexual de un niño saharaui. El crío fue a Elche por el programa “Vacaciones en paz”, un proyecto por el cual, niños que viven en campos de refugiados en el Sáhara vienen a España a pasar el verano acogidos por familias que les cuidan y les hacen conocer una realidad distinta a la que sufren cada día. Pues se abrió una causa para investigar al Animal, pero fue archivado por falta de pruebas. Tampoco pudieron encontrarlas en el caso de una niña que también le había denunciado, y que formaba parte de su ámbito familiar cercano. Animal fue incluso presidente del Consejo de la Juventud, ni más ni menos. El lobo cuidando de los corderos.

Algo tan grave costará a esta bestia tres años de prisión. ¿Alguien puede entenderlo? Da la sensación de que determinados asuntos se tapan, se silencian y tienen unas penas muy por debajo de lo que gran parte de la sociedad consideramos que serían justas. No es el único caso. Hace unos días conocíamos que la Fiscalía pedía cuatro años de prisión a otro animal por abusar de un niño saharaui en 2014. Este animal era miembro de la ONG que traía a los niños a pasar los veranos “en paz”, y precisamente abusó del que se quedaba en su casa.

Igual que en Hungría tratan de no hablar de lo de Szájer, en España prácticamente no se habla de lo de Alejandro Díaz, siendo muchísimo más grave. Infinitamente más grave. Claro, aquí la dureza de los tribunales se aplica, por lo que se ha visto esta semana, a quienes plantean consultas populares y ponen urnas en las calles. Algo que parece ser que a España le preocupa mucho más que la pederastia, la pornografía infantil o el abuso de menores.

Se estima que uno de cada cinco niños europeos ha sufrido abusos sexuales alguna vez en su vida. En España, la mitad de las víctimas de violencia sexual son menores de edad. Pero nos lo cuentan cada día como si fueran casos aislados. Los abusadores, los animales, cuentan con el miedo a denunciar, con la vergüenza que supone para la víctima tener que explicar lo que le han hecho.  Según los datos, todos tenemos en nuestro entorno algún menor que ha sufrido (o está sufriendo) abusos sexuales. Ya, ya sé que no queremos ni imaginarlo. Pero los estudios que se hacen es lo que nos dicen. Hablar de este asunto es doloroso, es difícil y parece que si nos callamos deja de existir.

La orgía de Szájer pone sobre la mesa una realidad: la de la imagen que se quiere dar a los demás y la de la realidad escondida. Mientras el asunto sea entre adultos, consentido y disfruten de su libertad sexual, no habría reproches. Sin embargo, la orgía fue descubierta porque existe una red de organización de este tipo de “encuentros”, hay “bandas” y fue precisamente una banda la que denunció, por lo que no sería absurdo pensar que funcionan de manera organizada y que pasen la línea de lo legal como parte del “morbo” que estos animales necesitan.