Observo cada día cómo se pasa por encima de los derechos de los más pequeños porque parece que hay causas que lo justifican. Veo con estupefacción cómo un juez decide no conceder la libertad a Juana Rivas apuntando a un caso que tiene que ver con uno de sus hijos, que hasta ahora no había salido a la luz, precisamente, según reconoce el juez, para "preservar su intimidad". Sin embargo, poco tiempo le ha faltado a este juez para airearlo, sacarlo a la luz y hacer así que todo el mundo conozca un terrible episodio que concierne a la esfera íntima (y dolorosa) de este niño. 

Me pregunto por qué si hasta ahora se había considerado que este asunto no debía salir a la luz, se haya cambiado el criterio. ¿Justifica de alguna manera el hecho que señala el juez bloquear la puesta en libertad de la madre, algo que ha sido respaldado por la Fiscalía, por el Gobierno e, incluso, por el padre de los niños? En mi opinión, no, y desde luego es muy atrevido acusar a una madre de lo que hace el juez en su escrito. Pero lo más importante, en mi opinión, es que haber hecho pública una cuestión tan delicada como la que airea este juez tiene para el menor unas consecuencias que le acompañarán de por vida. Y a esto no hay derecho. 

También esta semana hemos visto los ataques que ha recibido un niño de una escuela de Canet de Mar. Los hemos leído en las redes sociales y no salgo de mi asombro. ¿La gente está perdiendo la cabeza? ¿Cómo es posible que se haya alguien atrevido a atacar a un niño por una cuestión que únicamente tiene que ver con la decisión de sus padres? He leído cosas que me han causado un nudo en el estómago. Pensaba que no era necesario recordarle a nadie que las batallas de cualquier índole de los padres, en este caso una cuestión que me parece política, no pueden jamás exponer a los niños. El hecho de que unos padres hayan emprendido su personal batalla para defender la imposición de una lengua en un colegio, cosa que puede ser discutible desde los términos del derecho y la política, jamás debería haber traspasado la línea en la que el foco de las respuestas pudiera llegar a ser el niño escolarizado. 

Veo posible que los demás padres del centro protesten para defender un sistema educativo que cuida y preserva la lengua catalana. Me parece muy razonable. Incluso puedo comprender que, como protesta, puedan llegar a considerar que sus hijos no acudan a esas clases que ahora se impondrán para garantizar un 25% de lengua castellana en las aulas. Están en su derecho de protestar. Pero enfocar esto de esta manera, nada tiene que ver con atacar al hijo de los padres que han solicitado la medida. ¿No es obvio? Pues para algunos no, y cuando deciden situar al niño en el centro de la disputa, creo que no hay opción a seguir planteando otro tipo de debates. Es una aberración y algunas personas están perdiendo el norte. Solamente espero que este pequeño no sea consciente de la triste situación en la que se ha visto envuelto. 

Desde la derecha ponen el grito en el cielo por los ataques que ha recibido este niño. Y únicamente en este punto estoy de acuerdo con ellos. Sin embargo, también me llama la atención como en este caso se preocupan por el menor, cuando actuaron de forma absolutamente contraria ante los ataques a la intimidad y tranquilidad de los hijos de Pablo Iglesias e Irene Montero. En aquel momento eran muchos de sus correligionarios los que acudían al domicilio de estos padres a amenazarles, insultarles, y a generar una situación de miedo innegable para unos críos que nada tienen que ver con las cuestiones en las que sus padres se metan. En aquel momento la derecha estuvo, no sólo callada, sino defendiendo "la libertad de expresión" de tanto salvaje que no entendía los límites. 

También recuerdo a muchos de estos personajes defender en su momento a un diario que envió a uno de sus informadores al centro escolar donde cuidan de los hijos de Pablo e Irene. Plantado en la puerta, y atosigando a la mujer que cuida de ellos. Aquello no vi que fuera condenado, ni tampoco vi que la derecha acudiera a la justicia para pedir que se dejase de acosar a estos niños. 

Observo en una sola semana una serie de hechos que me parecen tan sumamente graves que me doy cuenta de que esta sociedad está enferma, y no sólo por la covid. Carecemos de la necesaria conciencia para saber la importancia del cuidado de los más pequeños

Tampoco veo en estos días que se alce la voz ante la campaña de vacunación masiva que se va a poner en marcha sobre los niños de 5 a 11 años. A pesar de que hay instituciones en otros países, nada sospechosos de ser poco fiables, como en Alemania, donde han apuntado a que estas vacunas únicamente deberían destinarse a niños vulnerables y aquellos que convivan con personas mayores vulnerables. Es una decisión que los pediatras en España defendían hasta hace pocos días, cuando de pronto las posturas "oficialistas" han dado un giro sorprendente. Veo cómo muchos no tienen problema en afirmar con contundencia que estos medicamentos, que están en fase de ensayo clínico hasta mayo del 2023, no tienen ningún tipo de efecto secundario grave. Una afirmación que sorprende, cuando ya se han reportado datos de miocarditis en niños a los que se les ha aplicado. Aunque en proporción pueda ser una cifra pequeña, es una realidad y está confirmado: motivo suficiente como para que aquellos pediatras que están saliendo en los medios de comunicación a hacer semejantes afirmaciones, fueran al menos más honestos y reconocieran la realidad. ¿Por qué se está intentando presionar a la sociedad española hacia un camino cuando en realidad la vacuna en estos grupos de edad no está demostrado que reporte más beneficios que riesgos? 

A este respecto también cabe señalar que la medida de querer inocular estas vacunas en los centros escolares es otra de las cuestiones que no pocos profesionales de la salud han señalado como preocupante. Y una vez más sorprende leer los comentarios de quienes señalan que "siempre se ha vacunado en escuelas y no ha pasado nada". Deberían saber estas personas que afirman un hecho cierto que, en primer lugar, las vacunas que hasta ahora se han podido suministrar en los centros escolares eran tratamientos testados, que habían sido elaborados siguiendo los protocolos habituales (que suelen necesitar varios años de pruebas, estudios y mejoras). Nada que ver con lo que tenemos ahora mismo sobre la mesa: unos tratamientos que comenzaron a desarrollarse en abril de 2020 y que seguirán en fase de ensayo clínico hasta 2023. Por lo que los datos que se tienen sobre sus posibles efectos secundarios son ahora mismo prácticamente inexistentes. La propia compañía Pfizer ha reconocido por escrito que para poder evaluar los riesgos en el corazón que pudieran suponer estas vacunas, habría que esperar al menos cinco años y tener un grupo mayor de personas a las que se les haya inoculado. 

Dicen los expertos que el virus de la covid-19 a los niños prácticamente no les afecta. ¿Qué necesidad hay de someterles a un tratamiento cuyos efectos a medio y largo plazo son aún una incógnita? Algunos pretenden justificar esto en el hecho de que así se conseguirá tener a mayor parte de la población vacunada, generando una suerte de protección colectiva, o sea, a los mayores que pudieran ser más vulnerables al virus. Es preciso recordar que la ética médica establece algunos principios que aquí están brillando por su ausencia: el primero el que señala que es fundamental no causar un daño mayor del que se pretende evitar con un tratamiento; en segundo lugar, que los niños no pueden ser sometidos a tratamientos para evitar contagios en los adultos. Además, el consentimiento informado, que es fundamental a la hora de prescribir cualquier tipo de medicamento, especialmente en niños, debe ser firmado por los padres y tutores. Para ello se les debe informar de todos los posibles riesgos del tratamiento, algo que a día de hoy es complicado porque algunos, sencillamente, no existen (efectos adversos a medio y largo plazo). 

Por si todo esto fuera poco, volviendo a la vacunación en las aulas, el derecho de los niños a estar acompañados por sus padres o tutores en el momento de la administración de un tratamiento médico quedaría también olvidado. ¿Alguien se ha parado a pensar la sensación que puede tener una personita de 5 años cuando en su colegio comiencen a pinchar a los niños a su alrededor? ¿Tan difícil es que este proceso se planifique para que sean los padres, madres o tutores los que acompañen al centro de salud a sus hijos para suministrarles la vacuna? Una vez más, nadie parece estar poniéndose en la piel de estos niños y de cómo pueden sentirse ante todo lo que están viviendo en los últimos años de pandemia. 

Y esto por no hablar de los posibles efectos que puedan producirse tras la inoculación de un tratamiento que puede generar reacciones inmediatas como alergias. Un shock anafiláctico es algo más frecuente de lo que pensamos, y según me señalaba en una entrevista el médico Antonio Alarcos, de atención primaria, un colegio no es el lugar adecuado para poder atender este tipo de situaciones. 

En regiones como Castilla-La Mancha, su presidente ha dicho que se quiere llevar a cabo la medida de vacunación en las escuelas para no saturar los centros de atención primaria. Es el colmo de la desvergüenza: si lo que se quiere es aliviar la carga de trabajo que supuestamente tienen (cosa que desde que estamos en pandemia pongo en duda porque jamás responden al teléfono y cuando acudes en persona no suele haber prácticamente nadie), deberías invertir más dinero público en contratar personal y dotar de lo necesario. Los niños no tienen la culpa de una pésima gestión sanitaria y no tienen por qué verse en la situación de ser vacunados sin sus padres siendo tan pequeños. 

En definitiva, observo en una sola semana una serie de hechos que me parecen tan sumamente graves que me doy cuenta de que esta sociedad está enferma, y no sólo por la covid. Carecemos de la necesaria conciencia para saber la importancia del cuidado de los más pequeños. No es de extrañar viendo cómo nos hemos comportado ya con nuestros mayores.