No hace falta prestar demasiada atención para darse cuenta de que otro capítulo del relato está siendo creado estos días. El 21 de diciembre es la cuestión que ahora ocupa las noticias, las tertulias que todavía quedan, las páginas de los diarios y las redes sociales.

Como ya todo el mundo sabe, el próximo viernes se celebrará en Barcelona un Consejo de Ministros. Ya lo anunció Sánchez nada más ser investido como presidente de España: a finales de año haría una reunión con su gobierno en Catalunya y otra en Andalucía. Dos lugares clave para el PSOE, porque sin los votos de estas dos regiones, jamás habrían ganado unas elecciones, ni un congreso del partido. Y en ambas el PSOE está cayendo en picado. Seguramente que Iceta y Díaz tengan mucho que ver con ello, pero las decisiones que se toman desde Madrid han ayudado de manera innegable. 

No es la primera vez que un gobierno decide celebrar una reunión en Barcelona. Durante la dictadura franquista fueron varias, y en ellas siempre se trataba de dar buenas noticias para los catalanes, de prometerles cosas que de alguna manera buscaban tenerles contentos. Después no se cumplía la mayoría, pero con las fotos y los titulares el dictador tenía suficiente para venderle el cuento a toda España.

No sabemos si Sánchez pretende hacer alguna propuesta interesante, prometer la luna o sencillamente buscar titulares con los que vender relato allende la piel de toro. Lo que sí sabemos es que hay una constante: en todas las circunstancias que ha habido un Consejo de Ministros en Barcelona, han sido momentos de tensión política, con presos políticos catalanes y crisis política del reino. Esta vez no cambia nada en ese sentido. 

Hasta hoy Sanchez no se había planteado la idea de proponerle a Torra una reunión. O sí, pero no había dicho nada al respecto. Era lo lógico, puesto que de alguna forma habrá de justificar semejante tinglado. Como decía Ábalos el otro día, traducido al más puro estilo manchego: “Si hay que ir, se va. Pero ir pa’ na’ es tontería”. Es cierto que tan pronto como dijo algo parecido, tuvo que rectificar diciendo que sí, que por supuestísimo que se celebraría la reunión del Consejo en Barcelona. I tant!

Más de 9.000 agentes  serán necesarios, según el Gobierno, para garantizar la seguridad ese día. De momento las cuentas rondan el medio millón de euros en gastos. Y es que la idea fuerza del capítulo “21 de diciembre” es la de la violencia, la de los altercados. Y Borrell ya se ha encargado de ocupar los titulares de buena mañana para decir que ese día “será la prueba del algodón”. Que si sucede cualquier cosa, la culpa se la echarán a Torra por no ser capaz de organizar correctamente a sus mossos. O algo así decía Pepe, el incendiario.

También ha dicho que por mucho caos que produzcan los coches a velocidad tortuga no sería motivo para aplicar el 155. ¡Sólo faltaba! 

Pero está claro que están deseando, desde Madrid, que el soberanismo independentista catalán salte por los aires. Y no es complicado que pudieran producirse los elementos necesarios para esa “tormenta perfecta”. 

El juicio por el proceso soberanista está a punto de comenzar. Y alguien podría estar nervioso, realmente nervioso, sin poder controlar la radiotelevisión pública catalana, que se encargará seguramente de contar todo aquello que otras cadenas prometerán no contar (si no lo han prometido ya, como lo del compi yogi y los ocho millones de Leti). Y es que el juicio del proceso soberanista será, en verdad, el juicio a la democracia española, a su sistema de justicia, a sus medios de comunicación y a la manipulación brutal que han aplicado sobre la población española. Y además, el mundo entero estará mirando. Ya no valdrán versiones, sino hechos, pruebas, y la manera de proceder con todo ello. 

Es bastante evidente que España va a perder de todas todas. Y por esa razón, en la medida en que pueda silenciar a Cataluña todo lo posible, tratará de tener excusa para intervenirla. 

Podrían haber planteado otras opciones para los males de Sánchez, que traen consecuencias terribles para casi todos. Como , por ejemplo, plantearse la ilegalización de una formación fascista que aboga por ideas contrarias a los derechos humanos. Como, por ejemplo, haber rechazado desde instancias judiciales la personación de esa formación fascista y poner así un poco de cordura en el juicio contra el proceso soberanista catalán. 

El caso es que no sólo no se ha hecho sino que además, ahora que se habla de ilegalizar partidos, el iluminado de Page y su amigo Lambán (los dos sobresalen por las mismas virtudes) señalan a los independentistas. Se ve que hacer política con fascistas no les molesta tanto. 

Pero volvamos al 21. Aunque en realidad no hemos dejado de hablar de él. 

Hace exactamente una semana se producía una contramanifestación en Girona en rechazo al mitin de Vox. Y en este punto quiero hacer una parada para señalar algunas cosas que me parece importante recordar: nos guste o no —a mí no—, Vox es un partido legal, y ha de tener derecho a expresarse. Sus diecisiete palmeros también tienen derecho a recibir su dosis de odio. Y con su pan se lo coman. Lo que me genera dudas es la actitud de quien persigue, escrachea y condena que haya gente que se reúna para hablar, aunque sea de gilipolleces lamentables. Sí, estoy totalmente en contra de que los que dicen llamarse “antifascistas” se comporten como los que dicen odiar. Los que estamos en contra del fascismo lo estamos, entre otras cosas, porque no permite la libertad de expresión de quien no piense como ellos quieren que pienses; porque no te dejan expresar tu opinión, y si pueden emplearán cualquier herramienta para conseguirlo. Tan mal me parece que se monten escarches contra los esperpentos de Vox que contra Pablo Iglesias, o contra un Consejo de Ministros. 

Y en Girona esa contramanifestación decidió romper la barrera policial y algunos de ellos, siempre con capucha y cara tapada, comenzaron a lanzar vallas y sillas contra los Mossos. Y los Mossos se pusieron a repartir hostias absolutamente embrutecidos, llegando a abrirle la cabeza a un señor mayor que desde luego no merecía semejante tunda. 

Decía un amigo esta semana que le recordaban mucho los de la capucha y cara tapada “antifascistas” a esos mossos que se manifestaban cortando la Diagonal y gritaban “guerra, guerra, guerra!”. Llevaban algunos también la capucha y la cara tapada. Y lo cierto es que si uno viera dos fotos, no sabría distinguirlos. 

Me preguntaba mi colega si no sería descabellado pensar en infiltrados que se hicieran pasar por antifascistas indepes para actuar de forma violenta y poder así crear los altercados tan deseados desde Madrid. Sepa, querido lector, que mi colega normalmente dice cosas muy raras y no hay que hacerle caso. Pero siempre es bueno compartir reflexiones, sobre todo las más interesantes. 

Y continuaba explicándome que no sería la primera vez que la policía se infiltra en manifestaciones, con capuchas y cara tapada, para reventarlas desde dentro. Y me enseñaba este video.

También me comentaba otra amiga que había podido ver cómo se han creado multitud de grupos en redes sociales, con perfiles anónimos, o falsos, que se están encargando de realizar convocatorias para el día 21. Y que en la mayoría hay infiltrados que se encargan de calentar el ambiente mientras toman nota de quien les sigue el rollo y les baila el agua. La escuché con incredulidad. Y fue cuando me enseñó un chat de un grupo de extrema derecha en el que comentaban sus estrategias para el 21 de diciembre. Para que se hagan una idea, en ese grupo se puede leer cómo estos “defensores de España” reconocen salir a la calle con spray amarillo y pintar lazos en coches particulares para así encabronar a la gente contra ellos. Comentan que se introducen en estos grupos de chats para confundir a la gente, para generar caos, para calentar. Y se están organizando para introducirse entre la gente, portando lazos amarillos y provocar altercados que después se imputen a los “indepes”. 

“Qué fácil sería provocar altercados y echarle la culpa a los mossos y a Torra, ¿verdad?” Comentaba mi amiga. Y su pareja le decía que no podía ser, que no podíamos vivir así, porque la gente solamente quiere manifestarse y expresar su rechazo a todo lo que representa el 21 de diciembre. Por el consejo de Ministros y por lo que se conmemora: unas elecciones impuestas de manera ilegal, la represión contra la democracia. Y muy enfadado nos dice: “¿Ahora no se van a poder manifestar siquiera?”

Buena pregunta. Porque parece que advertir de la enorme trampa que supone, podría interpretarse como intención de desmovilizar a la gente. Así me lo reprochaba ayer Pablo Hasel. Que me trataba de acusar de semejante cosa por compartir, sencillamente, la siguiente información: 

Artículo 503

Incurrirán en la pena de prisión de dos a cuatro años:

  • 1.º Los que invadan violentamente o con intimidación el local donde esté constituido el Consejo de Ministros o un Consejo de Gobierno de Comunidad Autónoma.
  • 2.º Los que coarten o por cualquier medio pongan obstáculos a la libertad del Gobierno reunido en Consejo o de los miembros de un Gobierno de Comunidad Autónoma, reunido en Consejo, salvo que los hechos sean constitutivos de otro delito más grave.

Artículo 504

  • 1. Incurrirán en la pena de multa de doce a dieciocho meses los que calumnien, injurien o amenacen gravemente al Gobierno de la Nación, al Consejo General del Poder Judicial, al Tribunal Constitucional, al Tribunal Supremo, o al Consejo de Gobierno o al Tribunal Superior de Justicia de una Comunidad Autónoma.
  • El culpable de calumnias o injurias conforme a lo dispuesto en el párrafo anterior quedará exento de pena si se dan las circunstancias previstas, respectivamente, en los artículos 207 y 210 de este código.
  • Se impondrá la pena de prisión de tres a cinco años a los que empleen fuerza, violencia o intimidación para impedir a los miembros de dichos Organismos asistir a sus respectivas reuniones.

Entiendo que esta información es importante para saber que este 21 de diciembre no es como el 3 de octubre de 2017, ni como cualquier otro día. Este 21 de diciembre es una provocación en toda regla para no necesitar hacer demasiadas cabriolas por parte de España. El 503 no requiere ni siquiera de violencia. Ya ve usted, señor Hasel (y quienes le aplauden), que no es necesario ni siquiera ser violento. 

Así las cosas, Partal se pregunta y se sorprende por qué la gente tiene miedo y se preocupa. Y yo entiendo a tanta gente que me escribe estos días y me dice que no entiende lo que sucede. No entienden por qué jugársela de esta manera para plantarle cara a un Consejo de Ministros. Reconozco que yo tampoco lo entiendo del todo. Creo que se podría plantear cualquier cosa que demuestre el rechazo a la represión de España, sin necesidad de ponérselo tan fácil a reventadores natos, infiltrados y falsas banderas. No es miedo. No. No es traicionar a la causa. Es, sencillamente, no entrar al trapo donde quieren hacerte caer. 

Soy absolutamente partidaria de manifestaciones, de huelgas, de llenar la calle de estiércol... y soy absolutamente partidaria de informar, que es mi trabajo. Señor Hasel, recuerde que defendemos la libertad de expresión. 

Y como veo venir la tormenta perfecta, esa en la que Sánchez comenzará a hacer campaña para unas elecciones que le esperan a la vuelta de la esquina... como quiera que sea veo que esta gente es incapaz de ganar nada por sus propios méritos (el PSOE, el PP, CS, VOX), harán lo que puedan para echarle la culpa a Cataluña. ¡Lo hace hasta el alcalde de mi pueblo cuando denuncio el lamentable estado de los parques infantiles! 

Pase lo que pase el viernes 21 en Cataluña, Sánchez venderá una victoria. Porque si no se producen altercados, y la reunión de ministros se produce con total normalidad, se pondrá la medalla de pasearse por la Cataluña de España, como cuando los perros marcan su zona. Y si hay altercados, le echará la culpa a Torra y entonces vendrán de nuevo las sombras de la intervención. Que, por cierto, ayer ya salía Aznar anunciando que quiere intervención plena e indefinida en Cataluña. 

Aplaudo la acción que ayer anunció la ANC. La de circular en coche por las calles del centro, muy despacio, para disfrutar de las luces de Navidad. Y sobretodo el 21 de diciembre, que es el día en que termina el colegio y hay que hacer compras. 

Aplaudo las huelgas indefinidas. Denuncio las trampas, a los infiltrados, las provocaciones, la violencia -sea de quien sea-, la brutalidad de los Mossos cuando se extralimitan y se saltan sus propios protocolos. 

Y ahora que Torra se plantea contestar a Sánchez para recibirle el 21, yo le propondría una visita a Lledoners.