Hoy leía este artículo de Joan Guirado, donde cuenta lo que se siente al ver la vida pasar ante tus ojos a causa de un accidente de tráfico. Un artículo breve pero que apunta directamente a cuestiones fundamentalmente humanas. Habla, al relatar su brutal experiencia, de ese camionero que le dejó entre la vida y la muerte y que desapareció. Y hace referencia a todos esos coches que pasaban de largo mientras él, enredado en un amasijo de hierros, vivía con pánico cada segundo que transcurría hasta escuchar la voz de quienes finalmente acudieron a su rescate.

Este artículo viene a cuento, aunque ahora no le parezca del todo claro. Porque hace unos días, en una conversación, supe que Puigdemont también sufrió un accidente en su juventud, igual que Guirado. Y de la misma manera, quedó solo, a la intemperie, en medio de una carretera y pendiendo de un hilo entre la vida y la muerte.  Cuando me contó este tremendo capítulo de su vida, me habló del camionero que se dio a la fuga. Que se marchó y allí le dejó.

Los dos han experimentado, en una situación límite, el terror de verte solo y absolutamente inmóvil. Paralizado en medio del shock que supone tratar de comprender cómo en milésimas de segundo tu vida ha dejado de pasar de un instante “normal y cotidiano” a cambiar para siempre.

Son situaciones extremas, sin lugar a duda. Está claro que estar en prisión no es comparable, evidentemente; pero sí es una situación muy delicada que a cualquiera le preocupa enormemente. Es más, posiblemente sea una de las peores cosas que nos pudieran ocurrir: verte privado de libertad, de tu familia, de tu entorno, sin haber cometido delito alguno. Es una pesadilla.

Proponer su nombre sirve para visibilizar la tremenda injusticia que está cometiendo el Estado con quienes de manera pacífica se han venido organizando para defender sus ideas

Y en esta situación se encuentran ahora mismo, por lo menos, cuatro personas: los Jordis (Cuixart y Sànchez), Oriol Junqueras y Joaquim Forn. Están en prisión preventiva, sin una sentencia todavía, y por el momento inocentes, pues así lo establece nuestro ordenamiento jurídico. Y son ellos, en representación de otros muchos. Porque sus acciones y reivindicaciones forman parte de una acción política y pacífica, sin lugar a dudas. Son ellos la cabeza, el clavo golpeado, con la intención de paralizar y aterrorizar a quienes piensen como ellos. Y son sus ideas, ya lo dicen los autos, los que les mantienen entre rejas.

Proponer a Jordi Sànchez como candidato es visibilizar esta cuestión. Estoy segura de que hay razones comprensibles, atendiendo al perfil y a la valía política, que sirven tanto para apoyarle como para criticarle. No me cabe la menor duda. Pero también llego a comprender que proponer su nombre sirve para visibilizar la tremenda injusticia que está cometiendo el Estado español con quienes de manera pacífica se han venido organizando desde la sociedad civil para defender sus ideas. Ese es Jordi Sànchez y también lo es Jordi Cuixart. La diferencia en este punto estriba en que el segundo decidió no participar de las listas electorales y el primero, sí; precisamente para todo esto que estamos viendo ahora.

Por lo tanto, no se trata, a mi entender, de si Sànchez es más cercano a Mas o lo es menos… porque muy probablemente eso se habría debido discernir en unos comicios en condiciones “normales”. Entiendo —y además respeto— que aquí se utilizan estrategias que van por encima de las siglas, de las corrientes y de las familias; entiendo que esta propuesta bien podría entenderse como otro cuestionamiento al Estado español, que va a demostrar una vez más su tremenda injusticia no dejando que Sànchez sea investido. Porque no le dejará. Y eso va contra la legalidad vigente que dicen defender esos jueces. 

El Estado va a demostrar una vez más su tremenda injusticia no dejando que Sànchez sea investido. Porque no le dejará. Y eso va contra la legalidad vigente que dicen defender esos jueces

Y en este punto, al que llegaremos en breve, podremos apuntar una vez más a esa lista de ignominias, a esa incansable prevaricación en la que parecen haberse acomodado algunos. La de saber que no existen de forma legal razones por las que limitar los derechos políticos de presos preventivos. Es tan cierta y evidente la cuestión de que esta estrategia seguirá haciendo caer caretas, que ayer mismo ya pudimos verlo, por la mañana en el Parlament, cuando Iceta hizo su discurso. Porque alegó que no es muy acertado proponer a personas que están presas para que dirijan el Govern, puesto que estarán muy ocupadas trabajando en su propia defensa, y no tendrán tiempo para dedicarse a la tarea de la gestión de lo público. Un comentario que me llegó directo al alma: No, señor Iceta. Somos muchos los que estamos trabajando para defenderles, no son solamente ellos los que deben hacerlo. Usted les deja tirados, abandonados y solos, como queriendo pasar página, y que mientras tanto ellos se queden en silencio y aislados. Y ustedes a lo suyo, que quizás poco a poco consigan quedarse solos en la cámara y así poder aprobar por fin lo que ustedes quieran. ¿Es esa la manera, señor Iceta? ¿Meter en la cárcel a todo el que no piense como usted, obligarles a exiliarse? Es triste verle compartir los argumentos de Cospedal, aquellos en los que decía que en Catalunya se repetirían las elecciones tantas veces como fuera necesario hasta que saliera el resultado que el gobierno del Partido Popular quería. Indecente y además, por insensible respecto a esas personas y a sus seres queridos, es mezquino y deplorable su comentario. No me gusta la sensación que me generan esos comentarios, porque me recuerdan un poco al que pasa de largo después de que un camionero arrase a Guirado, a Puigdemont o a tantos otros. 

Si personalmente me preguntasen, hablando de perfiles políticos, está claro que hay otros nombres. ¿Qué duda cabe? Políticos como Turull (Oriol también está en la cárcel), que son muy queridos y respetados por todas las formaciones soberanistas. Pues bien, lo veremos: una vez bloqueado Sànchez, si se quisiera plantear a Turull para desencajar esta endemoniada situación, volveríamos a ver lo mismo: el bloqueo por parte del Estado. Su inhabilitación inminente fulminaría la posibilidad de tener un político de consenso, respetado y respetable por las formaciones para desempeñar su tarea.

No nos engañemos: este es un pulso y hay que ir ganando desde cada punto posible la partida. El que está en frente dispone de la fuerza en todos los sentidos: de las instituciones, de la economía, de la violencia y de la justicia, además de los medios de comunicación. Y en mi opinión, ir planteando candidatos que se le atragantan al Estado español es una formidable manera de que a todos nos vaya quedando claro que, como dijera Rubalcaba, cualquier cosa es posible para atacar al soberanismo.

Así entiendo la situación de Puigdemont en Bruselas: estrategia. ¿Sería posible plantear esta batalla por su parte si estuviera preso? De ninguna manera. Ni las demandas, ni los mensajes que está dando, ni la atención que está prestándose desde el exterior habrían sido posibles si él se hubiera entregado a las fauces de un sistema que está demostrando ser injusto, parcial y profundamente cruel.