Seamos sinceros: casi nadie esperaba el gesto de Pablo Iglesias. Su paso a un lado no era algo que pudiera encajar fácilmente con su figura de macho alfa. Si bien es cierto que en los últimos tiempos, quizás desde su paternidad, las formas de Iglesias se han suavizado, y se pueden encontrar en su discurso toques de serenidad y cierta dulzura que, a mi gusto, son positivos.

De no ser todo esto una teatralización —una ya espera cualquier cosa de esta, nuestra política— la jugada ha sido excelente. El PSOE, colgado de la brocha ahora, vuelve a tener la pelota en su tejado (y eso que ha intentado cargarle todas las culpas a Podemos de un bloqueo que, en realidad, tenía siempre las excusas de Sánchez sobre la mesa). Hace poco la culpa de todo la tenían los independentistas. ¿Recuerdan? Las presiones continuas para la censura a Rajoy, para los presupuestos, para despertar a la extrema derecha, para el sol y para la lluvia.

Bien parece que el PSOE no sabe negociar de otra manera: su victimismo, culpabilizar al otro de todos los males y aparentar estar en un callejón sin salida donde la única solución es pasar por el aro de lo que diga Sánchez. Y claro, lo que de entrada pudiera parecer control de la situación por parte de Ferraz, en cuanto se mueve una ficha con inteligencia, a Sánchez le suele estallar el marrón entre las manos.

Lo cierto es que Sánchez es especialista en gestionar estos estallidos. Poner buena cara y mirar hacia otro lado, como si la cosa no fuera con él, es una constante. Y a otra cosa mariposa. Su capacidad para ponerlo todo del revés y girarlo las veces que sea necesario no conoce límites. Y siempre sin despeinarse: capaz de pasar de aquella entrevista de Évole a comportarse como el típico aparato de partido.

Por mucho que Sánchez no quiera los votos de los indepes, depende del voto de los indepes

La foto de ahora se presenta interesante: tras el gesto de Iglesias, veremos a quién “eligen” desde el PSOE para poder integrarse en el Gobierno. Elegir a Irene Montero sería como elegir a Pablo Iglesias, aunque considero que su perfil es más fresco y positivo en estos momentos; sin embargo, Echenique pudiera estar más en la línea ideológica (si es que a estas alturas y hablando del PSOE se puede utilizar este término) de Ferraz. O puede que no quieran contar con ninguno de los dos, vaya usted a saber. Mucho decían que esto no iba de nombres, no iba de sillones, pero a escasas horas de comenzar la investidura solamente se habla de apellidos. Lo de los equipos para desarrollar proyectos queda muy bonito como frase que se suelta al viento, junto a unos puntos suspensivos…. Pero que en realidad, ya lo vemos, no significa nada.

176 son los escaños necesarios para una mayoría absoluta. Es el número para una primera vuelta. Si no se llega a alcanzar, bastará con mayoría simple: o sea, tener más votos a favor que en contra. Recordemos que el PSOE cuenta con 123, PP con 66, Cs con 57, Podemos con 42, Vox con 24, ERC con 15, JuntsxCat con 7, PNV con 6, EH Bildu con 4, CCa-PNC con 2, NA con 2, Compromís 1, y PRC 1. Ahora “solamente” se trata de sumar. Si en la primera vuelta PSOE y Podemos se ponen de acuerdo, tendrían 165. “Solamente” les faltarían 11. Esos 11 a favor, ¿de dónde saldrían? ERC ha dicho que no pondría problemas si Podemos y PSOE consiguen llegar a un acuerdo. Por lo que ¿podrían estar pensando en apoyar la investidura? Aún no lo han decidido, o al menos no lo han hecho público. Podría ser. Con sus 15 estaría todo resuelto. Sin embargo, si se abstuvieran, cosa bastante probable, seguirían haciendo falta 11 escaños. ¿Daría su apoyo el PNV? Aunque lo hiciera, no sería suficiente. Seguirían faltando 5 y por mucho que busquemos, no parece sencillo encontrarlos. JuntsxCat ya ha dicho que lo más probable es que voten que no. Al menos en primera vuelta. Si ERC no apoya de manera explícita (con 11 votos a favor, como mínimo) la coalición del PSOE y Podemos, tendremos una segunda vuelta donde será necesario únicamente conseguir más votos a favor que en contra. Y aquí bastaría con la abstención de ERC, en lugar de conseguir su voto afirmativo (algo que me resulta muy arriesgado para ERC, puesto que dinamitaría su credibilidad en Catalunya) entre otras, lo cual no sería difícil conseguir.

En conclusión: por mucho que Sánchez no quiera los votos de los indepes, depende del voto de los indepes. Y volverá a hacer su chantaje habitual para alertarles de que viene el coco si no pasan por el aro. Ya saben, lo de siempre.