Esta semana han pasado dos cosas, entre otras muchísimas y más importantes, pero dos cosas que evidencian claramente dónde tenemos un problema en España. 

Lo hemos hablado ya muchas veces. Lo hemos repetido hasta la saciedad. Pero no por ello deja de suceder, no por ello parece que hayamos conseguido algún cambio. 

Y es que, la tensión en la que vive España, ya sea por la Covid-19, por la independencia de Catalunya o Euskadi, tiene mucho que deberle al papel que están jugando los medios de comunicación. Y digo comunicación y no digo información. Porque no están informando, están alimentando un caos inadmisible. Y es un problema radical, porque el ataque brutal y constante contra la realidad está permitiendo que mucha parte de la sociedad española viva en otro planeta. 

Curiosamente esta semana también conocíamos la noticia de que la NASA había encontrado un planeta donde habría una especie de "universo paralelo" donde el tiempo transcurre al revés. Y así, dicho sea desde el humor, parece que están viviendo algunos al verles por las calles gritando barbaridades llevando sus banderas y sus descapotables para protestar. Hablan de gobierno sociocomunista, de rojos y piojos, del comunismo de los chinos, de muerte y destrucción. Exigen su libertad, estos nuevos parias de la tierra. Porque están oprimidos, como si no se dieran cuenta de que esto nos afecta a todos. ¿Qué se van a dar cuenta de lo que nos afecta a todos? ¡Si nunca se han enterado de nada que no les toque a ellos su santa moral y paciencia!

Y muchos de ellos han respondido a los medios para expresar su indignación. Al escucharles era imposible contener el estupor. Hablaban de cosas increíbles, como de una realidad paralela. Alucinante. Declaraciones de una supuesta maestra negando la veracidad de la existencia del virus; un músico callejero que nos explicaba la conspiración contando el número de letras del coronavirus, que es once, y que once coincide con...; hemos visto a un señor en su descapotable, megáfono en mano y bandera en la otra, gritando mientras conducía su chofer con mascarilla; hemos visto una señora pidiendo que a Franco le hagan santo. 

Y te quedas pensando: ¿esta gente de qué habla? ¿Esta gente qué es lo que vive? ¿Qué es lo que ven? 

Y entonces es cuando se monta el follón por el pacto con Bildu para derogar la reforma laboral del PP de 2012. Un pollo de dimensiones descomunales. Y entonces sigues alucinando al ver cómo se cambian versiones, papeles, y empiezan los cuchillos políticos a volar por todas partes. Es cuando enciendes la tele y te encuentras a Ana Rosa Quintana diciendo que no se puede pactar con Bildu porque tienen un pasado lleno de asesinatos. Asesinatos. Bildu. Y vuelves a quedarte con la boca abierta. Y piensas: claro, la cantidad de gente que verá este programa y que se creerá lo que dicen estos "periodistas". La cantidad de gente que piensa que lo que sale en la tele es verdad, y que no pueden estar mintiéndote de ninguna manera. 

Después escuchas a gente que de política sabe poquito repitiendo exactamente lo mismo que Ana Rosa. En la terraza del bar. Sin cumplir distancias, ni llevar mascarilla. "Porque esto del virus yo no creo que sea pa'tanto, que he visto en la tele que nos están mintiendo todo el rato". "Esos del gobierno, que se están volviendo locos. Ahora van y pactan con los terroristas". "Si es que aquí hace falta mano dura, joder. Mano dura y se acababan las tonterías". 

Así más o menos se reproduce lo que se ve. Y da igual que Ana Rosa mienta. Porque probablemente los que la están viendo no se enteren de lo que ocurrió después, como que a esta señora le han pedido que rectifique, o se tomarán medidas legales por parte de la formación política. 

Habría que tener claro quién les mete esas ideas en la cabeza. Y ya va siendo evidente

De eso casi nadie se va a enterar. Como tampoco te vas a enterar de cuando quieren dibujarte un panorama apocalíptico y, como tú no estás en ese lugar, no te enteras de lo que realmente sucede. Hasta que ocurre algo como lo que le ha pasado a Ferreras: que te pones a contar tu guion pase lo que pase. Y terminas mostrando a una reportera en una playa vacía, prácticamente, mientras dice que la playa está llenísima de gente. Que no paran de bañarse en el mar, cuando no se ve a nadie en el agua. Que hasta llevan sombrillas, y la cámara no consigue mostrar ninguna. Que no guardan medidas de seguridad como la distancia, y salen cuatro personas a metros de distancia. Una evidencia tan grande que causaba sonrojo ver el terrible error que se estaba cometiendo. Pero daba igual: Ferreras seguía comentando que en la Barceloneta "podíamos ver" que estaban ya como en "fase 15". Una mentira en directo. 

Y dará igual. Salvo por el cachondeo que ha habido en redes sociales, seguirá dando igual. Habrá quien mañana te diga que ha visto en La Sexta la playa llena de gente, con sombrillas y niños bañándose sin respetar ninguna medida. Y lo asegurarán. 

Esto, todos los días, en cada cosa, al final hace que sea imposible mantener una conversación medianamente sensata en este país. 

Sería curioso, incluso divertido, si no fuera porque hay personas en la cárcel por haber estado en una manifestación pacífica mientras otros aseguran que merecen estar presos porque estaban montando una rebelión armada contra el Gobierno y la unidad de España. Ahora habría que tener claro quién les mete esas ideas en la cabeza. Y ya va siendo evidente.