"La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran al cuarto. Contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran en la mesa los postres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros". Unas afirmaciones que probablemente muchos ahora harían suyas, y que han pasado de generación en generación repitiendo el mantra. Unas palabras que son de Sócrates, y que después de 2.500 años parecen seguir utilizándose para catalogar a la juventud. 

Sin embargo, poco se habla de ella, poco se conoce a la generación que viene por detrás. Se les pretende pintar con brocha gorda: los botellones, el descontrol, la irresponsabilidad. Sobre todo últimamente con la pandemia se ha pretendido poner el foco en la juventud, "ociosa y sin valores". Pero ¿cuánto hay de cierto en este perfil? ¿Qué piensan, cómo son, qué hacen nuestros jóvenes?

La población considerada "joven" en España, de entre 15 y 29 años, está formada por algo más de siete millones de personas. Representan aproximadamente al 15 % de la población que aglutina a 46 millones de habitantes. Es el segundo porcentaje más bajo de la UE. Vamos por detrás de Italia. 

Tenemos ahora mismo la población joven que había en los años sesenta del siglo pasado. Pero en aquel momento suponían el 23,4 % de la población. 

De la juventud, solamente un 5 % vive en el ámbito rural, según los últimos estudios desarrollados. La España vaciada es, en definitiva, eso: los lugares donde los jóvenes no se quieren quedar a vivir. O mejor dicho: no pueden sobrevivir. 

Según los datos que ha publicado recientemente la Fundación Española para la prevención del suicidio, en el año 2019 se quitaron la vida 309 personas de esta franja de edad. El suicidio es la principal causa de muerte entre la juventud española. 

Durante el año 2020 se ha señalado el considerable aumento de perfiles jóvenes atendidos en centros de cuidado psiquiátrico. En buena medida, los expertos atribuyen al confinamiento muchos de estos problemas, pero habría que prestar atención para intentar comprender cuál es el papel que desempeña la juventud en nuestra sociedad y cómo se sienten. 

El 80 % de los jóvenes se siente desasistido por el Estado español según un estudio realizado hace unos días por Metroscopia. Tres de cada cuatro ven su futuro peor que el de sus padres. Y el 66 % admite tener una menor cultura del esfuerzo. 

Estamos hablando de una generación que ha nacido entre 1986 y 2003, que ha vivido ya dos crisis económicas de calado mundial, y que les han pillado en momentos fundamentales en su formación o arranque de su carrera profesional. 

La sensación de abandono respecto a las autoridades e instituciones es prácticamente total. Y si eres mujer, más todavía, pues el 87 % de las mujeres menores de 35 consideran que no tienen ningún tipo de apoyo, de respaldo por parte de la Administración pública. 

De hecho, seis de cada diez jóvenes considera que desde el Estado se implementan y desarrollan medidas orientadas a los mayores, mientras se deja olvidada a la juventud. 

Los datos son para pensar: mientras el 71 % de menores de 35 ven su futuro con preocupación, el 85 % se considera satisfecho con su vida, lo que refleja una cierta capacidad de resilencia, una adaptación a las circunstancias y una conformidad un tanto inquietante. 

Según el observatorio de la Juventud de la Fundación SM, el 30 % de los estudiantes en España abandonan su formación y lo hacen por dos razones: la necesidad de trabajar y, por otro lado, las altas tasas que hay que pagar en las universidades españolas. O sea, que necesitan ponerse a trabajar, y es imposible pagar los estudios. 

España se sitúa por debajo de la media de la UE en cuanto a la financiación pública universitaria. 

O sea que la juventud se siente abandonada, necesita ponerse a trabajar para poder vivir, y tiene que marcharse del ámbito rural porque las posibilidades cada vez son más reducidas. Ven el futuro muy negro pero de alguna manera asumen que es lo que les está tocando y aguantan. El perfil de nuestra juventud, en su mayoría, es de personas responsables, solidarias, concienciadas cada vez más con el medio ambiente y con sus congéneres. Un ejemplo reciente es la prueba de su comportamiento con las vacunas: la respuesta para vacunarse ha sido masiva, algo que ha celebrado expresamente la Asociación Española de Vacunología. 

No están desconectados de la realidad: al 40 % le interesa la política, una cifra que dobla el porcentaje si tomamos de referencia la generación de una década anterior. Al 77 % le preocupa la desigualdad de género y el 83 % rechaza la violencia machista. Es, junto al medio ambiente y a la educación, lo que más le preocupa. Así lo indica el Informe Juventud en España 2020. También señala que el 65 % practica deporte de manera habitual, el 50 % es aficionado a la lectura y a las actividades culturales y el 20 % hace actividades de voluntariado. 

Una radiografía que sirve para entender una situación, un contexto, un momento y a un grupo de la población del que pocas veces tenemos noticias. Del que pocas veces sabemos qué hace. Hasta que te encuentras con alguno de ellos y te quedas felizmente sorprendida. Precisamente lo que me sucedió ayer, que tuve la oportunidad de ver en directo a Mar Vilaseca: la jovencísima cantante, intérprete, compositora de jazz que está ahora mismo estudiando en una de las más prestigiosas escuelas del mundo, en Nueva York. 

Mar, con su juventud por montera, tiene una formación contundente, una carrera de trabajo y talento bien encauzado. Una absoluta revolución. Y una verdadera obra de arte que se consigue gracias, por supuesto a su talento y esfuerzo, sin duda. Pero también gracias a que Mar tiene la tremenda fortuna de estar rodeada de personas que saben del valor, de su genialidad y de lo importante que para ella y su carrera es apoyarla. Tiene esa suerte de haber crecido en un entorno donde su talento se ha visto potenciado y cuidado. 

¿Cuánta gente con talento existe sin posibilidad de tener a nadie que apueste por ellos? Pues miles, seguro. Ese ochenta por ciento que se siente abandonado por el Estado son perfiles que sienten que podrían desarrollar mucho mejor su talento si pudieran contar con una arquitectura pública que apostara por ellos: que garantizase un acceso a la formación de calidad, vivienda, manutención durante el tiempo necesario para poder formarse sin pensar en nada más. Hacen falta proyectos de becas, de mecenazgo, de apuesta por nuestra juventud precisamente ahora que están en el momento más importante que marcará su futuro, que en definitiva es el nuestro. 

Hablaba de Mar porque me parece que su ejemplo nos puede servir de referencia: ella, que tiene un don para la música. Que está abriéndose camino y que, sin ninguna duda, será una referente del jazz, cuenta con el apoyo de su familia. Cuenta con un mínimo apoyo, el que hay, de las instituciones. Se busca la vida con esfuerzo y trabajo para poder formarse donde lo hacen las mejores, en Nueva York. Y a pesar de haber obtenido las becas más difíciles, a Mar nadie se lo pone fácil. Conociendo todo su trabajo, todo su esfuerzo, toda su valía yo me pregunto: si alguien como esta joya tiene que luchar tanto para poderse formar y ser aún mejor no tiene el respaldo para garantizarle lo que necesite en su etapa formativa, ¿cómo puedo pensar que otros, sin quizás tantísimo talento y brillantez tengan apoyo?

Es doloroso ver cómo vivimos en un mundo, en un Estado, que no apuesta por su juventud. Que parece tenerla escondida, no la pone en valor, no la acompaña ni innova para que quieran quedarse allí donde tanta falta hacen: creando, generando vida en el ámbito rural, en la cultura, en la ciencia, en todos los ámbitos fundamentales para una sociedad. 

Tenemos desde hace años la sangría de ver partir a nuestros jóvenes porque en otros lugares están deseando recibirlos con los brazos abiertos. Ofrecerles las oportunidades que este país parece estar empeñado en negarles. 

Quizás cuando decidamos apostar por la juventud, nos demos cuenta de que estaremos solucionando los problemas de toda la sociedad. Si el 92 % piensa que nadie tiene en cuenta a los jóvenes para desarrollar políticas, por algo será.