Esta semana ha sido el cumpleaños de un amigo. De alguien muy especial, no sólo para mí, sino para muchos de los que leéis estas líneas. Alguien con quien no he podido todavía tomarme un café, pero por quien siento un profundo cariño y respeto. Por su honestidad, por su autenticidad y por su capacidad de defender aquello en lo que cree, que ni más ni menos es lo mismo en lo que yo creo. Libertad, justicia social, y sobre todo, alguien que piensa —a pesar de los pesares— que el amor mueve al mundo y que son las luchas compartidas las que nos harán más fuertes. 

Desde que le metieron en prisión hemos mantenido contacto por carta. He seguido todas y cada una de sus intervenciones, sus entrevistas, sus escritos. Me he emocionado al saber que volvía a ser padre, al saber que decidió casarse en prisión, al saber que seguía cada día firme en sus convicciones y con una fortaleza admirable. He conocido a su familia, tan fuertes, humildes y brutalmente honestos como él. 

Sí, Jordi es mi amigo. Y lo que te pide un amigo lo has de cumplir. Sobre todo porque lo que mi amigo me ha pedido es algo que comparto, y tengo la obligación moral de darle voz ahora que a él llevan más de dos años silenciándole. 

Recibí noticias suyas como respuesta a la felicitación por su cumpleaños. En su respuesta, encontré yo un regalo. Una reflexión que, con su permiso, comparto. 

Jordi se rebela contra una idea, contra un concepto, contra una forma de llamar a las cosas por el nombre que no debe ser. Y me explicó, indignado, que eso del alejamiento social le parecía aberrante. 

Y tenía tanta, tantísima razón, que le pedí permiso para compartir sus palabras. Porque andamos faltos de líderes, de gente grande de espíritu que nos haga reflexionar sobre cuestiones que pasan inadvertidas para la mayoría. 

“Espero que esta situación saque lo mejor de nosotros. Que nos demos cuenta de que no íbamos bien como íbamos. Me subleva el concepto de distanciamiento social. Porque no es distanciamiento social, en todo caso es distanciamiento físico. Porque socialmente yo creo que hoy estamos más unidos de lo que estábamos cuando empezó todo esto. Yo propondría que dejen de utilizar este término… Parece que a alguien le gustaría que hubiera distanciamiento social, ¿no? 

Lo que hay es distanciamiento físico. Pero social, emotivo, de cuidados entre nosotros, no hay ningún tipo de distanciamiento. Lo que hay es, precisamente, acercamiento. Y creo que este tiene que ser el camino”. 

Fue él quien me dijo, en un libro que publiqué hace un par de años, que nunca había sentido tanta libertad como entre las paredes de una prisión. Y es que, la libertad de las grandes almas no se encierra entre rejas, va más allá. 

Aprendamos a estar más cerca, aunque en la distancia. Aprendamos de esos abrazos, de esas luchas compartidas, que serán la victoria de un pueblo que aunque hoy esté confinado, saldrá de esta reforzando lo que le hace humano. 

Distancia física, abrazo social.