La fruta, la dichosa fruta. La manzana de la discordia, la manzana de Adán y Eva. Siempre la fruta para confundirnos con el "mal". Parece que la confusión venía del latín y por eso alguna que otra historia nos han contado en la que la manzana se identificaba con el presagio de algo terrible. 

Yo no sé si será el latín, si será la manzana, o será que el ser humano puede ser su peor enemigo en este mundo. Pero viendo el documental que el viernes estrenaron Pablo Rogero y Clara Barbal no podré mirar la fruta como hasta ahora la venía mirando. 

La culpa no la tienen ellos. Porque en el documental dan voz a personas a las que nadie escucha ni quiere escuchar. Porque la culpa de lo que en el documental se da a conocer hay que buscarla. Hay que desgranarla, encontrar la semilla de todo esto. 

Un territorio como el nuestro, donde la agricultura ha sido la forma de sustento fundamental a lo largo de toda su historia, no puede vivir dando la espalda a la realidad que se vive en sus campos. Porque es, en cierto modo, responsabilidad de una sociedad que convive con una realidad en su seno inimaginable. 

Se habla de la situación de los temporeros en los campos de Huelva. Huelva. Las fresas y Vox. Allí los negros, como en las concertinas de Melilla, como en las aguas del mediterráneo. Allí. Todo allí. Que aquí nos queda lejos. Y no. Ni nos queda lejos ni es una realidad de allí. 

¿Nos importan los negros? ¿En serio? Pues no hace falta llenarse la boca con casos lejanos para denunciar la injusticia, el racismo y la atrocidad que se cometen cada día. Lo tenemos en casa. Lo tenemos aquí

En cada hortaliza, en cada fruta que consumimos está presente una realidad brutal que se nos oculta. Como en los diamantes. Otra barbaridad de la que no se habla, precisamente porque quienes consumen al final, de una u otra manera, mandan. Y mandan a través de la enorme influencia que ejercen sobre la política, sobre los medios de comunicación y sobre nuestras propias conciencias. 

Ahora, aquí, se dice que "Black lives matter". Que los negros importan. Y se dice porque en Norteamérica han dado un golpe en la mesa y han dicho basta. Puede ser. Pero no será porque aquí no haya motivos para decir lo mismo y dar golpes en la mesa con contundencia. 

¿Nos importan los negros? ¿En serio? Pues no hace falta llenarse la boca con casos lejanos para denunciar la injusticia, el racismo y la atrocidad que se cometen cada día. Lo tenemos en casa. Lo tenemos aquí: decenas de personas que vienen a buscar una oportunidad de vida. Que vienen a hacer aquello que nosotros, "los de aquí", rechazamos. Y se encuentran con pobreza, miseria, abandono, soledad, y absoluta inhumanidad. Abusos, engaños y maltratos. Duermen en las calles, les explotan en el campo y no ganan ni para poder mantenerse un día. 

Contar esto, escucharlo se ha hecho ya habitual. Verlo no tanto. Supongo que algo tendrá que ver con la fuerza de la publicidad que algunas marcas tienen y su poder a la hora de mostrar al mundo la realidad. O de no mostrarla. 

El documental nos habla de Lleida. Nos muestra una realidad que algunos quisieran que no les salpicase. Quizás hay quien considere que si todos seguimos pensando que esto solo sucede allí, en Huelva, son cosas de allí. Y como decía antes, son cosas de aquí. Son una realidad cotidiana que incomprensiblemente se está tolerando. Estoy segura de que cuando veas el documental, que se puede ver durante unos poquitos días aquí, no mirarás la fruta ni las verduras de la misma manera. Sinceramente, espero que no quede sólo ahí. 

Cuando lo veas, intenta responder a esta pregunta: ¿de verdad te importan los negros? Pues vamos.