Recuerdo la primera vez que viajé a Nueva York. Fue en el verano de 2010. El motivo de mi viaje era acudir a la reunión del Consejo de la Internacional Socialista que se celebraba en la sede de las Naciones Unidas. Yo vivía en Bruselas y desde allí comencé mi viaje. 

En el avión, aún sin bajar a tierra, me entregaron un cuestionario en el que me preguntaban, entre otras muchas cosas, si tenía pensado perpetrar algún tipo de ataque terrorista, cosa que me sorprendió mucho. Me preguntaban por el motivo de mi viaje, dónde estaría alojada, y cosas por el estilo. Al llegar al aeropuerto, allí me esperaba, como a todo el mundo, el agente de policía que repasaría mis respuestas y me haría preguntas para ahondar más en las razones de mi estancia en su país. 

Cuando le dije que el motivo de mi viaje era asistir a una reunión de la Internacional Socialista, al policía se le salieron los ojos de las órbitas. "¿Socialist?” preguntó. "¿Ha dicho usted "so-cia-lis-ta"?". Recuerdo que sonreí y le dije que sí, con toda mi mejor voluntad de abordar aquello con "talante" (eran tiempos de Zapatero).

El hombre se puso muy serio, mi "talante" no le hizo gracia y me sacó de la fila. "Espere aquí un momento", me dijo.  "Y no se mueva". "Don't move!" 

Yo comencé a preocuparme, pues no entendía bien tanta alarma. Me iba a encontrar con presidentes de Gobiernos como el de Grecia, por aquel momento. Incluso estaba previsto que acudiera también Zapatero, presidente entonces de España

El agente volvió acompañado de una mujer, también policía. Los dos empiezaron a preguntarme de nuevo a dónde iba y quién era. De nuevo, sonreí, y expliqué despacio que, como miembro de la Internacional de Juventudes Socialistas, acudía como vicepresidenta a una reunión del Consejo de la Internacional Socialista que se celebra en la sede de las Naciones Unidas. Les mostré la documentación, que contenía la agenda de las reuniones. 

El hombre cada vez más enfadado, me pregunta mi procedencia. Le digo que soy española. Que vengo de "Spain". Me mira, mira a su compañera. Se ríe. Y me hace una pregunta que, sin querer, me provoca una carcajada: "¿Qué es Spain? ¿Dónde está España? ¿Eso está en Cuba? ¿Por qué viene usted de Bruselas? ¿España está en Bruselas?"

No podía creer lo que me estaba pasando. Y le pedí permiso para buscar un mapa y mostrarle dónde estaba España, intentando decirle que estaba en Europa, pronuncié "Madrid", "Barcelona"... Nada. No había manera. No le gustaba el fútbol, así que lo tenía complicado. 

En ese momento pedí que llamasen al Consulado de España, a la embajada, o a la sede de Naciones Unidas para que comprobasen que lo que les estaba diciendo era cierto. 

"Aquí no queremos socialistas ni comunistas", me dijo el agente. Y me dejó esperando, mientras la mujer se quedaba "vigilándome". "Don't move"

Al rato volvió, acompañado de otro agente, que tenía pinta de ser un superior, que vino con un papel en el que efectivamente aparecía impresa la reunión de la Internacional Socialista. Mi amigo permanecía callado, el señor del traje se disculpó conmigo y pude salir del aeropuerto. 

No fue la única experiencia "curiosa" que tuve en mi etapa de política internacional. Fueron muchísimas las situaciones rocambolescas en las que me he visto en la necesidad de recurrir a embajadas, consulados, o "superiores" que entendieran que una mujer podía viajar sola, que ser socialista no era un delito, o que me había reunido con personas de partidos políticos o asociaciones sin más ánimo que establecer procesos de diálogo, vías de paz en lugares en conflicto. Las he vivido de todos los "colores", porque también hay para contar episodios en Cuba o en China, que en todas partes cuecen habas. 

Pero no todas asustaban igual. Una de las más delicadas fue la que viví en el aeropuerto de Jerusalén. Allí viajé en muchas ocasiones, pues trabajábamos intensamente en el proceso de diálogo tan necesario entre el pueblo palestino y el pueblo de Israel. Solía acudir a conferencias, grupos de trabajo y reuniones organizadas por el "Willy Brandt Center". En este marco, colaborábamos con gente de Meretz, del Labour Party, de Al Fatah, y tuvimos incluso reuniones entre las que recuerdo especialmente una, con Mahmud Abbas. 

En uno de mis viajes, al regresar, yo ya sabía que debía acudir al aeropuerto con varias horas de antelación a la salida de mi vuelo, pues los controles podían ser largos. Además, había que sumarle al trayecto hasta el aeropuerto el tiempo de los checking points en la carretera, donde los militares detienen tu vehículo, tienes que abrir tu mochila y mostrarles todo lo que llevas. Una y otra vez.  

En aquella ocasión tuvimos dos paradas largas en los puntos de control de carretera. Cada uno de ellos nos tuvo retenidos casi una hora. Al llegar al aeropuerto el control duró aún más. Recuerdo ver pasar el tiempo mientras me agobiaba la más que probable posibilidad de perder mi vuelo, a pesar de haber salido del hostal donde me alojaba con muchísimas horas de antelación. 

En ese control del aeropuerto registraron mi mochila. En ella llevaba un pañuelo palestino que me habían regalado en mi visita a Ramallah, la capital de Palestina. Tenía, además, documentos de las reuniones en las que participé, donde aparecían logos de partidos como Meretz, Labour, o Al Fatah. 

Me sacaron de la fila donde estaba y comenzaron a preguntarme con quién había estado, de qué habíamos hablado. Una y otra vez. Me hicieron mostrar las fotos que guardaba en mi teléfono móvil y explicar detenidamente quién aparecía en cada una de ellas (algo muy difícil en algunos casos porque yo para los nombres soy muy despistada, y si encima son en otros idiomas, más complicado aún acordarme). Enseñé mis agendas, donde apunto siempre todo. Les hice entender que el motivo de mi viaje era trabajar en procesos de paz y diálogo, que pertenecía a una organización juvenil en la que formaban parte organizaciones tanto israelíes como palestinas. ¡En qué hora les dije esto! "Eso no es posible, señorita. Usted no dice la verdad" Me decía el policía armado hasta los dientes. "¿Israelíes y palestinos juntos? Usted está loca"

De nuevo, tuve que llamar a los compañeros del Centro, para que les explicasen el motivo de mi viaje, a qué nos dedicábamos y cuál había sido nuestra agenda de trabajo. Pude volver a casa, pero cogí el avión por los pelos. 

Situaciones que una guarda en la memoria y que, con el tiempo, adquieren una dimensión distinta. 

Cuando una es joven, bastante más inocente que ahora, e ignorante de muchas cosas, no es consciente de que lo que puede ser lo más normal e insignificante para ti, en otras cabezas puede sonar realmente terrible. "So-cia-list" para aquel policía de Nueva York era algo peor que el demonio. "Amigos de Palestina" sonaba terrorífico para aquel agente israelí. Y algo debía hacer cortocircuito en sus cabezas cuando la que tenían frente a ellos era una cría, una mujer joven, con su mochila y absolutamente inofensiva. 

Incluso cuando he trabajado desde el periodismo, el análisis y la opinión sobre la autodeterminación de Catalunya, no ha faltado quien ha estado convencido de que soy una especie de agente de información, una doble espía, o algo similar. Reconozco que tiene su gracia, cuando en realidad no hay más cera que la que arde: sencillamente soy una persona con interés en conocer de primera mano las cuestiones sobre autodeterminación, y colaborar siempre desde la perspectiva del diálogo, la paz y la vía democrática para la resolución de conflictos. Nada de espías, nada de doble agente, nada de nada. 

Si ya la cuestión de ser socialista supone en algunos lugares del planeta un problema, añádale, querido lector, querida lectora, el punto de ser mujer y viajar sola. La cantidad de situaciones que viví merecen más de un artículo, porque en no pocos lugares del mundo había dirigentes políticos que no sabían de qué hablar conmigo cuando el futbol solía ser la manera de romper el hielo con mis compañeros. En la India llegaron a proponerme matrimonio con el hijo de un ministro, pues no terminaban de entender el motivo de mi viaje. "¿Política? ¿Cómo iba a ser eso posible? Una mujer no debería viajar sola ni dedicarse a cuestiones políticas" me llegaron a decir. 

Me he acordado de todo esto al ver lo de la trama rusa de Alay, Puigdemont, Boye y compañía. Reconozco que primero me he acordado de la broma que le gastaron a Cospedal cuando era ministra de Defensa, y dos periodistas rusos se cachondearon de ella, haciéndole creer que el nombre de "guerra" de Puigdemont era "Cipollino". La agencia de noticias Sputnik pretendía confesarle a Dolores que Carles era en realidad un espía que colaboraba con Rusia. 

Aquello sucedió en noviembre de 2017, justo después del referéndum. Después, en diciembre, vino "el papelón de Alandete". El que fuera director de El País acudió al Parlamento Británico a explicar la "injerencia rusa" en Catalunya. Es divertido recordar aquella intervención de Alandete en la comisión de investigación británica. 

Meses después, el experto McGrath, fundador de Transparency Toolkit, desmontó todo este tinglado en un duro informe donde básicamente denunció las "interpretaciones erróneas de fuentes de datos, uso de información inexacta, falta de atención a los detalles y una pobre metodología de investigación". Su informe demostraba, con pruebas, los fallos de los informes que había publicado El País, el Real Instituto Elcano, y el Atlantic Council's Digital Forensic Rearch Lab entre otros. El experto acusa a David Alandete y Francisco de Borja Lasheras, entre otros, de "falta de rigor". En su informe desmonta la "conspiración rusa" en el proceso del 1 de octubre en 6 puntos. 

El cachondeo que surgió de las informaciones publicadas por Alandete no tardó en llegar. En este vídeo de Rusia Today analizan la cuestión sin olvidar la necesaria clave de humor. 

Alandete ahora trabaja en Washington para el ABC y estos días celebra haber dado "la primicia" sobre la "trama rusa del Procés". 

Tuit alandete

 

Pero lo de Rusia tiene tirón. Es como en las pelis americanas, esas de los tiempos de la guerra fría, donde los rusos que salían siempre eran malos. Malos malísimos. Inteligentísimos, fríos y requetemalos. ¿O acaso pueden ser los rusos de otro modo? Pues eso. Pregúntele al policía aquel que brotaba en cólera al escuchar "so-cia-list", a ver qué piensa de los rusos.

 

Así que tiempo después, volvió la trama rusa a ocupar las portadas de los diarios. Esta vez fue a finales de 2020, cuando "conocimos la noticia" de que "Rusia ofreció 10.000 soldados rusos" si Puigdemont declaraba la independencia de Catalunya. La "noticia" resultó tan alucinante que hasta la propia embajada Rusa en España se rio de ella en sus redes sociales 

El equipo de "Ahí les va", evidentemente tenía material para una nueva entrega. 

Por si todo esto no resultara ya lo suficientemente absurdo, esta semana, la "trama rusa" de Puigdemont ha salido de nuevo a ocupar las portadas. Hay quien piensa que ser un intento de cortina de humo para desviar la atención sobre el revés de la Fiscalía al rey emérito. Quién sabe.

La cuestión es que el New York Times ha publicado un artículo donde se señalan los vínculos entre Rusia y Tsunami Democràtic, basado en un informe de la Guardia Civil. 

Cuando una se lee "la noticia" realmente no hay tal cosa. Me refiero a que los mensajes que se supone que han sacado del teléfono de Alay, cuando estuvo detenido, no tienen recorrido alguno. De hecho, lo grave en este caso es cómo es posible que se utilice el contenido de conversaciones privadas, de la índole que sea, que desde luego no tienen ningún tipo de indicio delictivo, de una persona que no ha sido condenada, y aparezcan publicados en un diario para generar toda esta bola de intoxicación.

Lógicamente, desde la Oficina de Carles Puigdemont, están estudiando tomar medidas. Así lo han anunciado en un comunicado hecho público en las últimas horas.

tuit alay

Pero a pesar de lo grave de este tinglado, pues tal y como ya ha señalado el propio fiscal que está investigando la causa del Tsunami Democràtic, no se ha presentado una sola prueba que pueda incriminar a los señalados por comisión de delito alguno, y que no encuentra razón para dar traslado de la pieza a la Audiencia Nacional, los protagonistas de esta aventura han decidido tomarse el asunto con humor.

Así podíamos ver el sábado por la mañana los comentarios de Boye o Alay escritos en ruso en las redes sociales:

tuit boye
TUIT alay oro moscu
 

Está bien tomarse las cosas con humor. Es muestra de inteligencia, sin duda. Pero no por ello deja de ser gravísimo lo que está sucediendo aquí: acusar sin pruebas, difundirlo en medios de comunicación cómplices que se olvidan del necesario rigor para ponderar la información que publican y medir las consecuencias.

Me temo que, una vez más, todo esto se volverá en contra de quienes intentan inculpar de vaya usted a saber qué, sin pruebas para ello. En un Estado Democrático y de Derecho no debería haber lugar para este tipo de salvajadas. Pero por si acaso, no está de más recordar al agente al que casi le da un síncope cuando "descubrió" que la Internacional Socialista se reunía en Nueva York, para su desgracia.