La debilidad de la democracia española es ya una evidencia. Y lo es porque un hecho tan cuestionable como la condena al diputado Alberto Rodríguez puede estar a punto de hacer saltar por los aires una coalición de Gobierno. Y sin duda, ha hecho ya que miembros del ejecutivo señalaran al Tribunal Supremo por su posible falta de imparcialidad e independencia. Lo es porque ahora, con lo que ha pasado esta semana, parece que la mancha de aceite se ha extendido hasta llegar a Madrid. 

No querían verlo cuando todo esto inundaba Euskal Herría o Catalunya. No quisieron porque "les pillaba lejos", porque pretendían autoexculpar su injusta equidistancia con burdos y tupidos velos. La excusa del "yo no soy independentista" servía para cerrar la puerta de manera insolidaria a cualquier protesta contundente respecto a lo que lleva pasando demasiado tiempo. 

Algunos, bastante solos, lo hemos explicado por activa y por pasiva: las barbas de los vecinos estaban siendo arrancadas de cuajo y más valía ponerse a pensar en que esto llegaría. Pero prefirieron silenciarnos, aislarnos y hacer como que estábamos denunciando cuestiones que nada tenían que ver con todos, que en realidad es de lo que se trata. 

El atropello constante a los principios democráticos y también a los fundamentales del Derecho viene siendo una constante desde que a España se le ocurrió despertarse siendo "democracia". 

La creación de normas específicas atendiendo a la persona a la que se le debían aplicar acaba al final por llegar a cualquiera. Ya sea la "Doctrina Botín" o la "Doctrina Parot", haberlas permitido supone una connivencia con un sistema tejido para gusto del consumidor. Y ojo, el consumidor aquí no es el ciudadano medio, no se equivoque: el que consume aquí viene siendo el dueño y Señor de un tinglado que se encargaron de que pareciera lo que en realidad no es. 

El atropello constante a los principios democráticos y también a los fundamentales del Derecho viene siendo una constante desde que a España se le ocurrió despertarse siendo "democracia". 

Nada nuevo, nada que no encontrásemos en los discursos de las plazas de aquel 15M. Lo que pasa es que en aquel momento todo hacía mucho ruido, todo sonaba con discursos sobre asaltar los cielos, sobre las castas, los de abajo, los de arriba y la madre que los parió. Discursos que se institucionalizaron cuando algunos estuvieron dispuestos a ubicarse sobre las alfombras y a preocuparse por no ser demasiado molestos. 

De lo contrario, tendrían que bregar con las cloacas que tanto habían denunciado y que, una vez conocidas, asustan. 

Está bastante claro que el PSOE ha pactado ya con el PP. A mí al menos me lo parece. Y a juzgar por lo que se está viendo estos días, está bastante planificado el camino que van a recorrer: reventar a Unidas Podemos y a todo lo que huela a regeneración democrática para poder seguir manteniendo en sus sillones a los colaboradores necesarios. 

El tinglado de Alberto Rodríguez, que surge de una presunta patada a un policía en una manifestación de hace años es buena percha para entender lo que puede estar pasando. Un agente de la autoridad, con una superioridad evidente, otorgada entre otras normas por la Ley Mordaza; una falta de pruebas abrumadora; una condena extraña; unas consecuencias desorbitadas y el trágala del PSOE. Lo de siempre. 

Si apartamos de la ecuación a Alberto Rodríguez y lo sustituimos por Quim Torra nos sale el mismo resultado. Pero igualmente si lo hacemos con Valtònyc, con Hassel, con Puigdemont, Cuixart, Turull, Rull, Junqueras o Arnaldo Otegi. 

Y digo lo de Otegi porque los tiempos y los ritmos se han medido de manera curiosa en casos como el suyo, en el que la sentencia que le condenó por el Caso Bateragune establecía la inhabilitación, motivo por el cual no podía presentarse a unas elecciones mientras esta durase. Sin embargo, desde la Justicia europea se determinó que debía ser anulada la sentencia porque no había tenido un procedimiento justo. Pues bien: la condena se anuló una vez que las elecciones vascas se habían celebrado. Pocos días después. Si se hubiera actuado con celeridad, Otegi habría podido ser candidato. Pero evidentemente esto era lo que no se quería. 

Como tampoco se quería que Quim Torra fuera president, y para ello se buscó la más mínima excusa para quitarle del medio. Y si hacía falta inventarse el concepto de la "inelegibilidad sobrevenida", pues se inventaba. Una pancarta fue el motivo para apartar a, nada más y nada menos, que a un Molt Honorable President. Una pancarta y la colaboración necesaria en este caso de ERC, porque todo hay que decirlo cuando es cierto. 

Va siendo hora de articular una respuesta ciudadana y preparada que plante cara con rigor a todo lo que está pasando. Es cuestión de democracia, de defender lo público, de defender la justicia al servicio de la ciudadanía y fundamentada en principios sociales

Y ahora sin la colaboración del PSOE no habría sido posible arrebatarle el escaño a Rodríguez. 

Siempre hay alguien dispuesto a darte el último empujón. Se supone que para algún beneficio. El tiempo evidencia con hechos dónde está cada cuál y qué ha obtenido cada quién. 

Y si no fuera suficientemente grave que en el caso de Rodríguez la pena impuesta se esté tratando de retorcer hasta llegar a lo absurdo, puesto que como bien explica Isabel Elbal en un artículo, la pena de prisión de un mes y quince días no existe en la legislación y por ello han tenido que montar un tinglado incomprensible para que tenga que ser Batet la que le empuje; tenemos que estar tragando con la supuesta comisión de delitos muchísimo más graves y lacerantes que pasan sin pena ni gloria y a nadie le hacen reaccionar. 

Lo decía Otegi y creo que tiene toda la razón: esta democracia es capaz de cargarse a un diputado acusado sin pruebas contundentes, y de manera absolutamente al margen de la legalidad, mientras que esta semana hemos visto cómo el excomisario Villarejo hacía en la comisión de investigación parlamentaria un enaltecimiento del terrorismo de Estado y aquí no ha pasado nada. 

Tenemos al rey emérito riéndose de nosotros y junto a él a la Fiscalía y aquí no pasa nada. 

Tenemos facturas de la luz impagables, y aquí no pasa nada. 

En mi humilde opinión, va siendo hora de articular una respuesta ciudadana y preparada que plante cara con rigor a todo lo que está pasando. No es cuestión de "derechas o izquierdas", que me parece aquí ya no tienen sentido. Es cuestión de democracia, de defender lo público, de defender la justicia al servicio de la ciudadanía y fundamentada en principios sociales. No creo que falte gente en este Estado para defender las cosas de una manera tranquila, comprensible y que ofrezca una opción a la que votar sin tener que taparnos la nariz. 

La necesidad es evidente. Y la oportunidad es ahora.