Después de más de 50 años de terrorismo, ayer ETA anunció que se acabó. Que se disuelven definitivamente. Según las cifras oficiales deja a sus espaldas más de 850 víctimas, y en su comunicado anuncia que seguirá defendiendo lo mismo de siempre, pero sin hacer lo que ha hecho hasta ahora, dedicándose, se supone, al diálogo y la vía pacífica. 

Se venía anunciando desde hace meses, por lo que no resultó ser una sorpresa. Sin embargo sí está siendo sorprendente la reacción de distintos mandatarios y medios de comunicación, que se muestran poco optimistas. Es difícil entender esta reacción, cuando en mi opinión ayer era un día de celebración para todos los demócratas, porque puede decirse que tras tanto sufrimiento, finalmente ha vencido la paz, el diálogo y la política. 

Pero no, no ha sido así. Es más, a quien se le ha ocurrido alegrarse por esta noticia, celebrarlo de alguna manera, le han caído palos por todas partes. Y en mi opinión, esto ha sido lo sorprendente. Aunque tampoco era descabellado imaginarlo: después de tantos años del “todo es ETA”, ahora se buscan candidatos para ocupar ese espacio, ese generador de miedo y tensión para tener a la sociedad angustiada. Pero de esto hablaremos en otro momento. No, no quiero quitarle un ápice de importancia a todo lo sucedido, a todo lo vivido, a todo lo sufrido y a todo lo superado. En absoluto. Pero cuando abordo esta cuestión soy consciente de algo que, me consta, la mayoría de la sociedad española aún no sabe: y es que de ETA no sabemos absolutamente nada. Solamente un relato, el que desde los distintos gobiernos de España se nos ha querido relatar. Y mucho me temo que queda mucho por saber, por aprender y desaprender para poder entender lo que realmente ha sucedido en la sociedad vasca, pero también en la española.

Es hora de aproximarse, sin miedo, a la verdad. Esa que está por descubrir y que requiere de grandes dosis de asertividad. Conocer toda la violencia, toda

El Plan Z.E.N sigue todavía siendo un misterio, un secreto de estado. Porque por el momento no podemos acceder a la totalidad del documento y esto ya debería hacernos pensar que hay demasiadas cosas que no quieren que sepamos. Simplemente por ello ya tendríamos que dudar prácticamente de todo lo que sabemos, o de lo que creemos que sabemos. Nos iría mucho mejor si realmente queremos reconstruir una sociedad basada en el odio, en el enfrentamiento, en la violencia en algunos casos, en el silencio y en la mentira.

Es hora de aproximarse, sin miedo, a la verdad. Esa que está por descubrir y que requiere de grandes dosis de asertividad. Conocer toda la violencia, toda. Todo el terrorismo, todo. Todas las víctimas, todas. Todas las barbaridades cometidas, por todos. Y reconstruir un relato mucho más justo y real con lo que ha acontecido. Poniendo cada cosa en su lugar, cada nombre, cada dato, cada interés escondido durante todo este tiempo. Y dejando también claro quien se ha beneficiado de alguna manera del dolor y el sufrimiento de toda una sociedad. 

Llega el momento de una comisión de la verdad y la justicia. Llega la hora de afrontar, de manera responsable, todas las irregularidades que se han cometido. Explicarlas con honestidad —si es que queda algo en algún rincón de la clase política de nuestro país—, y llamar a todo por su nombre: ir más allá de las víctimas, y afrontar con responsabilidad y valentía el reto que supone contar lo que debe ser conocido. Tratar de argumentar el porqué de leyes específicas que contravienen los derechos más fundamentales; poner sobre la mesa de una vez por todas el acercamiento de los presos vascos a los centros penitenciarios más cercanos a sus familias. Que ya va siendo hora. Aclarar cada una de las torturas, de las condenas que se han impuesto con procesos dudosos, escuchar y atender los requerimientos internacionales. Informar abiertamente sobre ello.

A día de hoy, nadie entiende nada, y esto se debe a que probablemente nos han mentido por encima de nuestras posibilidades

Porque resulta que lo que hemos conocido hasta ahora del conflicto vasco necesita ser contrastado, para que podamos ser conscientes de que en realidad no sabemos absolutamente nada de lo que en realidad sucedió. Y será así cuando la disolución de ETA adquiera sentido. Cuando se sienten en una mesa todos y se deje claro cuántas víctimas ha habido aquí, cuántos verdugos, cuántas versiones y cuántas verdades nos han faltado. 

Es ahora el momento en el que esto está más cerca de comenzar. Porque el fin de ETA solamente es el comienzo para poder hablar de todo lo que no se nos ha contado durante más de cincuenta años. Porque, como podrá usted comprobar, a día de hoy, nadie entiende nada. Y esto se debe a que probablemente nos han mentido por encima de nuestras posibilidades.