En la última entrega de esta novela por fascículos que se nos brinda en los diarios viene “la violencia de los CDR”. La verdad es que yo lo veía venir: no porque los Comités de Defensa de la República sean violentos (que no lo son), sino porque tenía toda la pinta viendo la capacidad inventiva de algunos.

Y por eso llevo días dando el tostón con lo de las caras descubiertas en las manifestaciones. Yo sé que hay quien no lo ha entendido del todo bien, pero es que estaba muy claro que iban a criminalizar todo lo que pillasen a mano.

No se han tomado la molestia en saber de qué van los CDR. A decir verdad, también es cierto, es muy probable que aunque hubieran querido no lo hubiesen comprendido, para qué nos vamos a engañar.

Entender qué es un CDR requiere de algo previo: tener unas ciertas nociones de democracia. Y eso ya, desde ciertos lares, es como hablar en chino. A la vista está.

Porque resulta que los CDR vienen siendo una comunidad heterogénea donde te encuentras a señoras como tu madre, a señores como tu padre, a abuelas como tu abuela, a primos como los tuyos, a hermanos pequeños, a hermanos mayores, al farmacéutico de tu pueblo y al que vende libros, al cura y al anarquista, al del estanco y al del bar. Los hay que han votado a Convergencia, a ERC, a la CUP. Y resulta que se entienden, se respetan y se quieren. Sí, esto es difícil de entender para alguien que viene de un lugar donde el deporte nacional es cabrearse y criticar a todo el mundo. Un CDR te rompe los esquemas.

Es gente que se conoció defendiendo el Referéndum. Por eso al principio se llamaban Comités de Defensa del Referéndum. Porque era gente que quería votar. Sí, aunque usted no se lo crea, he conocido gente que, participando en las actividades, fue a votar el 1 de octubre y votó que no. ¡Alucina, vecina!

En mi corta y humilde experiencia he conocido ya a unas cuantas personas que participan en “eso que se llama CDR” y que según algunos es tan peligroso. Yo, sinceramente, no he conocido ni a una sola persona que me pudiera parecer violenta, ni agresiva, ni mucho menos peligrosa. Al contrario: he conocido a personas llenas de alegría, de ilusión, que tienen energía para salir a la calle a cantar L'estaca, a repartir lazos amarillos, a organizar charlas para debatir y crear una República, que es lo que quieren. He conocido a cientos de personas demócratas, respetuosas. Les he visto llorar y he llorado con muchos de ellos. He visto cómo recibieron hostias el 1 de octubre: me han enseñado las fotos, los partes médicos, los vídeos. Me los han enseñado con los ojos inundados y mordiéndose los labios de impotencia al recordar tanta injusticia.

Entender qué es un CDR requiere de algo previo: tener unas ciertas nociones de democracia. Y eso ya, desde ciertos lares, es como hablar en chino

He conocido a maestras, bomberos, enfermeras, policías, médicos, conductores de autobús, amas de casa, jubilados, estudiantes, padres y madres de familia. A hijos, a hermanos, abuelos. Todos juntos aprendiendo, debatiendo y sobre todo, currando. Haciendo lazos luminosos en Navidad para que a nadie se le olvidasen los presos políticos. El que sabe de historia, la explica; el que sabe de impuestos, lo mismo, y de medio ambiente, de nuevas tecnologías, de política, de lo que haga falta.

No solo es gente participativa, colaborativa y enormemente demócrata. Son personas profundamente pacíficas que después de haber sufrido un atentado, después de haber sido agredidas por el simple hecho de votar, no han manifestado (al menos delante de mi) la más mínima expresión de revancha, venganza o violencia.

Me duele ver tanta mentira. Me duele tanta manipulación. Me fastidia que se trate de criminalizar a personas que jamás harían nada violento. Porque, no nos engañemos: claro que habrá personas violentas en Catalunya. ¡Como en todas partes! Pero no se puede acusar a los CDR de semejante cosa. Sería tan absurdo como decir que las comunidades de vecinos de Madrid son violentas y quedarse tan ancho. 

No sé si es más preocupante el desconocimiento que algunos tienen sobre lo que realmente hay, o la mala intención para mentir y tergiversar de este modo. En cualquier caso, es grave y muy serio pretender culpar de algo que no es cierto. Y esto está ocurriendo últimamente con demasiada frecuencia. Un estado de derecho no puede consentir semejante atropello.

Por eso no puedo dejar de expresar mi apoyo a todas y a cada una de las personas que hasta ahora he conocido y que participan de los Comités de Defensa de la República. Porque me han constatado que es posible construir entre todos, sentir que se pueden hacer cosas (je, je) y que las personas pueden lograr cooperar por bienes comunes y colectivos.

Gracias, CDR. ¡Larga vida! Y que sigamos compartiendo y construyendo República con las armas de la democracia y la paz.