El mitin que Clara Ponsatí disparó el miércoles pasado, a pocos centímetros de Carles Puigdemont y de Toni Comín, justo después de que el TGUE les retirara la inmunidad y sin que el Molt Honorable supiera ningún detalle, ha sido el primer acto de campaña de la antigua consellera en Catalunya. Servidor, o quien sea, puede estar muy de acuerdo con el contenido del speech; a saber, que un pacto con el PSOE o cualquier partido de obediencia española no nos podrá ofrecer nada más que rendición y pérdida de catalanidad, que la especulación sobre las sentencias europeas como ayuda para el hipotético retorno del president al país no han ayudado al independentismo, y que la política necesita acabar con las ficciones de unos líderes demasiado acostumbrados a la mentira. De hecho, diría que la antigua consellera resumió de manera bastante airada y concisa las reivindicaciones de mis artículos durante este último lustro.

Ponsatí ya se tragó la DUI-sin-DUI del president y servidor mismo recuerda cómo corría toda cabreada por el Parlament diciendo que le habían tomado el pelo

Pero todo esto no importa. Primero y ante todo, quien se sirvió de abonar el terreno con toda esta retórica de liberación nacional urdida bajo el paraguas europeo fue la misma Ponsatí. Quizás no lo perpetró con el idéntico entusiasmo de sus compañeros, pero concurrió a unas elecciones europeas donde Puigdemont flirteaba abiertamente con volver al territorio en caso de victoria, una promesa que —como paso siempre con el procesismo— después mutó en el ya conocido toma y daca entre el Molt Honorable y el juez Llarena. Durante los hechos del 2017, Ponsatí ya se tragó la DUI-sin-DUI del president y servidor mismo recuerda cómo corría toda cabreada por el Parlament diciendo que le habían tomado el pelo. Yo entiendo que, por bondad o descuido, te puedan robar la cartera; pero hacer de eso una metodología recurrente, mientras hablas de ficciones, me parece una notoria tomadura de pelo.

Los catalanes merecen oír la verdad, solo faltaría. Y la verdad es que Ponsatí ha aprovechado el espacio europeo que le regaló el ámbito de Junts y el puigdemontismo para ir urdiendo su pequeña traición al president. Por otra parte, Clara puede cagarse todo lo que quiera en el procesisme, pero si pudo organizar aquella pantomima de detención en Barcelona cuándo volvió al país, fue gracias al hecho de que PSOE e Esquerra acabaron rebajando los tipos penales por los cuales puede ser juzgada. Aprovecharse de un nuevo estado de cosas para hacer escarnio de quien lo ha hecho posible, mientras reclamas una nueva política con mayúsculas, querida consellera, no me acaba de cuadrar. Como tampoco me acaba de entrar a la cabeza que Ponsatí apostara inequívocamente por la abstención en las municipales, mientras hace que improvisa discursos como el de esta pasada semana, una salmodia que huele sospechosamente a elecciones catalanas.

He oído como Ponsatí habla a menudo de su disposición a ayudar a una nueva hornada de líderes para que, en una futura situación de confrontación con el estado, las generaciones más jóvenes de políticos tengan bastante juicio y fortaleza para no cometer los errores de Puigdemont y compañía. El problema, y eso se lo he dicho personalmente a Clara, es que ella misma ha formado parte de la caterva y su fábrica de ilusiones. También le he dicho que, justamente haciendo honor a sus objetivos, lo mejor que puede pasarle a la Catalunya del futuro es la retirada de los políticos que han vivido de la aprobación estatutaria a la no aplicación del 1-O. Creo, sinceramente, que la lección mejor que Ponsatí puede regalar es, justamente, la de no ponerse como ejemplo. Poco importa que Puigdemont y la CiU de siempre tengan más responsabilidad que la consellera en este vodevil, porque aquí todo dios ha participado en la misma sardana.

Eliminar la ficción de la política catalana implicará también no querer patrimonializar el éxito creciente de la abstención para reconvertir de nuevo la ira comprensible de los votantes en el enésimo invento de bombero de los políticos responsables de los hechos del 2017. Si quiere trabajar por la libertad, lo mejor que puede hacer Ponsatí es alejarse de unos discursos que, al fin y al cabo, solo excitan a quien te ha puesto en un atril y encima tiene que aguantar tus mofas. Hacer todo este camino, ya lo bastante paradójico, para acabar rematándolo en una nueva coalición de desahuciados en el Parlament me resulta peor que una ficción: significa tomar de nuevo el pelo a los electores.