Ahora que suenan los tambores de guerra en medio de Europa, convendría saber cuál es la posición de Catalunya, porque el futuro del país, de cualquier país, siempre está determinado por su posición/ubicación geoestratégica. La emancipación nacional, es decir, que una nación conquiste su soberanía (y se convierta en Estado) depende de la voluntad de sus ciudadanos, pero siendo esta una condición necesaria no es en absoluto suficiente. También es imprescindible el apoyo externo. Sin aliados no hay nada que hacer. Recuerdo un debate de hace más de una década o quizás dos en el que gente joven interpelaba a Jordi Pujol por la independencia de Catalunya. Pujol les decepcionaba con un no rotundo. "¿Por qué no?", le replicaban, y Pujol respondía. "¡Primero, porque NO TENEMOS ALIADOS!!". Lo pongo en mayúsculas porque el president acentuó la rotundidad levantando la voz. Ciertamente, nunca una declaración de independencia ha tenido éxito si no contaba previamente con el apoyo de los Estados que conforman el statu quo de la región y/o de los Estados que lideran el planeta. Joan E. Garcés, que ha sido asesor político de primer nivel en Chile, Francia y España, documenta en su recomendable libro Soberanos e intervenidos (Siglo XXI Editores) cómo la Transición española se desarrolló punto por punto como lo había programado lo que él llama la Coalición de la Guerra Fría. Es obvio que si algún día se plantea en serio la independencia de Catalunya, esta coalición será determinante. Y con la vara que midas serás medido.

El caso es que sobre Ucrania, Rusia desafía a la OTAN y la OTAN amenaza a Rusia. Nadie quiere la guerra porque nadie tiene mucho que ganar y todos bastante que perder. Da la impresión de que todo el mundo exagera solo para reforzar la propia posición, pero a veces una chispa imprevista provoca un incendio descomunal. Por el momento, las bolsas han caído en picado a ambos lados del Atlántico. Es obvio que Vladimir Putin ha encontrado el momento oportuno para ejercer de líder planetario ante sus conciudadanos, plantando cara a unos Estados debilitados interna y externamente, y a una Unión Europea sin criterio compartido, con Alemania dependiente del gas ruso y Francia manteniendo la histórica relación de respeto con la gran nación eslava.

El “No a la Guerra” es una jaculatoria para que políticos, cantautores y miss Universo simpaticen con sus respectivas clientelas. Ni que decir tiene que la guerra es intrínsecamente mala y que individualmente todos estamos en contra, pero en el concierto de las naciones la cuestión no es guerra sí o guerra no, sino de qué bando estás, antes, durante y después. Hemos visto cómo rápidamente se ha apresurado Pedro Sánchez a hacer méritos ante Estados Unidos apoyando la primera potencia occidental, un apoyo más incondicional que el de los franceses y el de los alemanes. No parece que personalmente le haya servido de mucho porque el presidente español no ha sido invitado a participar en ninguna de las reuniones importantes, pero seguramente se ha visto obligado a hacerlo para despejar cualquier margen de duda, presidiendo como preside un gobierno de coalición con ministros comunistas y similares. Y también porque necesita el apoyo estadounidense en el contencioso con Marruecos.

No es que la opinión de Catalunya cuente mucho, pero si quieres ser, si tienes voluntad de ser, en los momentos difíciles debes pronunciarte, porque algún día necesitarás aliados. Y por el momento, aparte de las declaraciones a favor de la solución diplomática, no se conoce cuál es la posición/ubicación geoestratégica oficial del país en el conflicto de Ucrania.

En Catalunya ya se sabe que todo el mundo es muy pacifista y los catalanes rechazan la guerra, seguramente porque nunca han ganado ninguna. Y, además, últimamente lo que llamábamos la Internacional Progresista Papanatas ha penetrado hasta el último rincón del soberanismo. Tanto que nos costó a algunos quitarnos de encima la presión religiosa y ahora en Catalunya no ser de izquierdas, ecologista, feminista y LGTBI, todo a la vez, comienza a ser pecado En todo caso, si como parece, existe una aspiración colectiva a convertirse en sujeto político, es imprescindible posicionarse. No nos engañemos, no es que la opinión de Catalunya cuente mucho, pero si quieres ser, si tienes voluntad de ser, en los momentos difíciles debes pronunciarte. Y por el momento, aparte de las declaraciones a favor de la solución diplomática, no se conoce cuál es la posición/ubicación del oficial del país. Sí se conoce un comunicado de Esquerra Republicana de una equidistancia que firmaría el propio Putin y una iniciativa de todos los grupos catalanes en el Congreso para reprochar al Gobierno de Pedro Sánchez que se haya implicado tanto enviando tropas y barcos de guerra a la región.

Tiene interés el posicionamiento catalán precisamente porque la táctica del Estado español ha consistido en presentar el independentismo catalán como un movimiento antioccidental títere de la Rusia de Putin, como si las reivindicaciones democráticas catalanas tuvieran un trasfondo perverso. Se amplificó el apoyo al referéndum de Julian Assange, enemigo declarado de Estados Unidos. Después, la Guardia Civil se inventó un informe para dejar escrito que 10.000 soldados rusos desembarcarían en Catalunya para defender su independencia. Y aunque parezca un chiste, los principales partidos españoles, PSOE, PP, Vox y Ciudadanos reclaman al Parlamento Europeo que se investigue la  "trama rusa" que supuestamente empuja la causa independentista catalana.

Es posible que haya quien piense que ya no es necesario rendir pleitesía a Estados Unidos porque es una nación en decadencia que desde el mandato de Donald Trump ha renunciado a su papel de liderazgo moral. Quizás haya quien sueñe que Catalunya puede llegar a ser un estado independiente por las buenas, sin ejército, líder planetario del pacifismo, como una isla de bonhomía que cambiaría el mapa de Europa, políticamente neutral, apóstol defensor de causas perdidas... y bona nit Palestina. Obviamente, estos soñadores no saben de qué va. O son unos ilusos o están manipulados por el CNI. En cualquier caso, el president de la Generalitat, el Molt Honorable Pere Aragonès, debe dejar clara cuál es la posición oficial del país. President, ¿somos o no somos atlantistas? Ser o no ser, desde el punto geoestratégico, es la cuestión determinante.