“Cuando veas las barbas de tu vecino pelar, pon las tuyas a remojar”. No creo que se pueda encontrar una expresión similar en catalán, y, por tanto, tocaría traducirla. No lo haré porque tampoco tendría mucho sentido traducir “n’hi ha per llogar-hi cadires” al castellano. De la dificultad y la comicidad en la traducción de frases hechas, La Trinca hizo una divertidísima canción. Volvamos a Macron. La semana pasada, poco antes del desfile del 14 de julio, su primer ministro, Bayrou, anunció que para los presupuestos de 2026 propondría un recorte importantísimo del gasto público para intentar controlar el déficit público francés. No hace falta ser un economista diplomado para ver que algo está pasando para que Macron empiece a plantearse para 2026 nada menos que disminuir el gasto social, congelar las pensiones y reducir el empleo público para frenar al máximo el gasto público. Lo hace sabiendo que además necesita aumentar el gasto en armamento y que no hay otra alternativa realista e inmediata que sacarlo de otro lado si no quiere disparar la deuda pública.
Este anuncio ha pillado a los franceses tan por sorpresa que por ahora no ha habido, todavía, ninguna reacción violenta por parte de la oposición. Seguramente todavía se lo están pensando. ¿Será, quizás, que se impondrá la manera de negociar de Trump? Es decir, ¿pídelo todo, amenaza con convicción y luego ir cediendo sin que lo parezca? Nadie puede saber aún cómo terminará la negociación de aranceles, pero vete tú a saber si la nueva moda ahora será la del regateo como en los bazares de Marruecos. Pero Francia ni es Argentina, ni Macron es Milei. La deuda francesa no es aparentemente insostenible y la inflación está controlada. Hay cierta falta de actividad, cierto, ¿pero disparar contra todo lo que se mueve? Nos cuesta creer que acabe llevando a cabo todo lo que dice, sabiendo que por una subida del impuesto sobre la gasolina, hace unos años, en 2018, se armó la de San Quintín con la irrupción de los gilets jaunes. Parece, pues, que Macron no trumpea.
Sus propuestas son políticamente de derechas: menos funcionarios, menos gasto inútil, menos Estado
Pero por más vueltas que le doy no acabo de entenderlo. ¿Se ha pelado realmente las barbas Macron? ¿O quizás es una maniobra de distracción? Quizás podría ser que, endureciendo las posiciones sobre aspectos socialmente sensibles, esté obligando a la extrema derecha a decidir qué quiere hacer. Sus propuestas son políticamente de derechas: menos funcionarios, menos gasto inútil, menos Estado. Una especie de motosierra pero con pilas y más estilo de maquinilla de afeitar eléctrica que no corta árboles. La extrema derecha tiene mucha fuerza en el parlamento, ¿se opondrá? ¿Los demás aliados de izquierda de su gobierno pondrán el grito en el cielo? ¿Está quizás provocando una crisis de gobierno? Quedan menos de dos años para las nuevas presidenciales y podría ser que Macron hubiera decidido descolocar a todo el mundo y finalmente provocar un debate sobre cuestiones de verdad.
Lo cierto es que, con este anuncio, Macron toca los temas de fondo que deberían preocuparnos. Europa, en general, tiene unos estados hiperburocratizados, y un conjunto de gastos públicos que harán que a medio y largo plazo quede en una posición monetariamente delicada. Por lo tanto, que sea Francia la primera que quiera plantear la cuestión macroeconómica de cómo lo hacemos para no estirar más el brazo que la manga, honra a Macron. Me inclino a pensar que, agotados sus dos mandatos y sin posibilidad legal de volver a presentarse, Macron lo que quiere es simplemente dejar apuntado que el camino que nos espera es el del recorte sí o sí. Puede decirlo con toda solvencia porque es un hombre prudente, hábil, experimentado y honesto. No, no se está afeitando. Nos está poniendo la espuma de afeitar para que nos preparemos. Si no queremos verlo o si no podemos con las herramientas que tenemos para actuar y revertir la situación económica que se avecina, nos afeitarán. Europa se volverá económicamente irrelevante frente a China, India y Estados Unidos. Tendrá que defenderse ante una Rusia que ha descubierto la economía de guerra. Tampoco sabemos aún qué pasará con los estados de obediencia radical islámica que hace demasiado tiempo que nos han dejado tranquilos y se las tienen con Israel. Todo esto con una extrema derecha que va lanzada y puede hacerse con el poder en muchos más países europeos. Mientras tanto, al sur de los Pirineos vamos tirando entre corrupciones y presupuestos prorrogados. “Ande yo caliente, y ríase la gente” (que obviamente tampoco traduciré).