Benvolgudi catalani de veintipocos años,
No sé si te acuerdas de mí, pero nos conocimos el once de septiembre de 2013, concretamente en el tramo 326 de la Vía Catalana a la altura de Sant Cugat Sesgarrigues. Yo sí que me acuerdo de ti y de la foto que me hiciste junto a mis amigos, que aquella tarde estábamos alegres y combativos como aquel verso de Vicent Andrés Estellés que seguramente no habrás oído nunca. Le pedimos el favor a tu madre, pero a ti te hacía ilusión disparar, quizás porque entonces los chiquillos de primaria todavía no teníais móvil y vernos sonreír mientras te decíamos Lluís alargando la fue para ti un juego. La foto quedó torcida y borrosa, pero no te escribo por eso. Te escribo porque ahora te acercas a la edad que yo tenía entonces y el lunes, en el Arc del Triomf de Barcelona, me hizo ilusión verte en el concierto de Figa Flawas, una década más tarde.

Ni tú me reconociste ni seguramente te acordarás de aquella instantánea, ya que la gente de tu quinta sois más ágiles y más frescos precisamente por eso: porque en la espalda no lleváis la mochila del pasado y el peso de todos aquellos días históricos que ahora no son nada más que un recuerdo o una foto en el Instagram. O para algunos, una cicatriz. Los de mi edad entonces éramos lo bastante jóvenes para no implicarnos lo suficiente en todo aquello hasta quemarnos y, a la vez, lo bastante mayores para creernos firmemente que ara és l'hora. Nosotros, que aprendimos a beber y fumar con la música combativa de Inadaptats, Obrint Pas o Pirat's Sound Sistema, somos los hijos de los que crecieron escuchando la Nova Cançó. Vosotros, que sois los hijos de los que el año 91 llenaban el Sant Jordi en el gran concierto del Rock Català, crecisteis escuchando Manel, Els Amics de les Arts o Txarango en el coche. Somos todos herederos de los mismos herederos, por eso ahora escucháis música urbana en catalán como si fuera la cosa más normal del planeta, al igual que antes escuchamos rock, punk o rap en nuestra lengua con toda la naturalidad del mundo.

Sí que te digo que nosotros hace diez años éramos más idealistas que vosotros, auténticos profesionales de una especie de nihilismo que es tan nihilista que da el vuelco. Hay un verso de "Barras Warras", mi canción preferida de la Mushkaa, que por ejemplo lo deja clarísimo: "Vam quedar per veure Netflix i vam veure Netflix", dice, que es como decir que se puede ser feliz haciendo aquello que uno se espera que hará, sin estridencias ni parafernalias. Alguien de mi edad, tanto hace diez años como también ahora, habría escrito "Quedamos para ver Netflix y acabamos viendo salir el sol desde el Cap de Creus", por eso hay tanta gente mayor que tú que todavía os habla con proclamas martipolianas —o peor todavía, salvadorallendistas— y recuerda aquellos onces de septiembre multitudinarios o el Primer d'Octubre con una profunda nostalgia: por el dolor de lo que habría podido ser y finalmente no fue, que es un tiempo verbal que ya sé que no utilizas pero que a un hombre con bastón como yo, como comprenderás, le pega.

Cuando el lunes me viste e hiciste cara de no haberme visto nunca, sé que pensaste que soy un señor mayor. Algún día entenderás que hacerse adulto es comprender que el tiempo libre no se vive, sino que se escura, como decimos en catalán, por lo tanto déjame decirte que el otro día, escurant mis treinta y cuatro años en Menorca, me comí una piedra en una cala mágica de Es Mercadal y me rompí el segundo dedo del pie, por eso ahora voy cojo y ando con el bastón de mi bisabuela. En realidad me sentí mayor el lunes entre peña de tu edad, con bastón, pero me sentí igual también sin él hace unas cuantas semanas cada vez que cantaba el estribillo de "Tu juru Ju" en un concierto de Julieta, ya que quizás es cierto que llevo pendientes de aro y sé qué quiere decir el verbo stalkear, pero también es cierto que nací cuando todavía existía la Unión Soviética. No te confundas, sin embargo. Soy de una generación que en la espalda sí que lleva el peso del Procés, pero a quien también le robaron la ilusión, igual que a ti, por eso nos reencontramos en Urquinaona el año 2019, donde seguíamos llevándonos diez o quince años de diferencia pero estábamos más cerca que nunca.

Los de mi quinta que no nos quemamos del todo entonces, te lo prometo, procuramos ser hoy ajenos al luto y continuar vacunados contra el desánimo, contra el unilateralismo mágico y contra el putaramonetismo 2.0. De hecho, si te tengo que ser sincero, mi mejor vacuna ha sido conocer a la gente de tu edad gracias a ser entrenador de un equipo femenino de fútbol sala de chicas como tú, de veinte, veintidós y veintipocos años. Gente que dice 'eing?' cuando hablas de Josep Rull o Carme Forcadell, que no escucha el Basté en la radio y que a duras penas mira TV3 si no hacen Euforia. Con ellas me he acostumbrado a escuchar 31 FAM o The Tyets en el vestuario antes de los partidos y también a entender que para vosotros todo es fugaz porque el pasado no existe, el futuro no importa y el presente ya no será nada de aquí a dos segundos. Por eso no publicáis posts de Instagram, sino stories que se eliminan un día más tarde, como tampoco enviáis fotos normales por WhatsApp, sino imágenes que solo pueden verse una vez. Con vosotros, sobre todo, he entendido que para ser libre y mirar adelante no puedo pasarme el día gastando energías mirando atrás, lamentándome por lo que no hice bien o fustigándome por si lo podría haber hecho mejor.

Creo, sinceramente, que en esta amnesia permanente por un pasado que viviste cuando aún no levantabas un palmo del suelo está la fuerza para el futuro que vivirás tú, y tus hijos, y tus nietos si llegas a tener. Quizás el catalán que hablaremos entonces será peor del que se habla hoy, que a la vez es mucho peor del que se hablaba hace treinta años, sí, pero te tengo que confesar que prefiero mil canciones catalanas de perreo llenas de castellanismos antes que arrinconar el catalán a una cosa folclórica y regional. Es decir, a una cosa pequeña, que es lo contrario de lo que la gente de tu quinta estáis haciendo, incluso sin daros cuenta de que lo hacéis ¿Por qué te crees que los partidos, entidades y medios de comunicación van locos por conectar con vosotros, si no? Sois vosotros quien día tras día me hacéis ver que nuestro mundo de siempre ya ha caducado y que la lengua y la cultura tienen dos opciones delante de eso: adaptarse, abrazando la creatividad y batallando contra los puristas, o no hacer nada y permitir que el castellano o el inglés se lo coman todo.

Es por eso que esta semana, aparte de mirar setenta y tres veces el videoclip de Aurora, he leído también la Guía gramatical del llenguatge no binari (DD.AA., Raig Verd, 2023), ya que escribir totis en vez de todxs o them es también hacer país, sobre todo cuando uno de cada cuatro menores de veinticinco años en el mundo afirma no sentirse ni hombre ni mujer. La lengua tiene que avanzar tan rápido como la sociedad, por más difícil que sea, por eso también el lunes no fui a plaza Espanya, donde los líderes de la revolución de las sonrisas siguieron liderando la revolución de los lamentos, y preferí ir al paseo Lluís Companys para escuchar los temazos de Figa Flawas al lado de miles de jóvenes como tú que quizás no recordáis que un día fuisteis a la Vía Catalana. Jóvenes que quizás ni tan solo sois independentistas o que incluso no habláis catalán diariamente, de acuerdo, pero que, en cambio, llenáis avenidas bailando reguetón en nuestra lengua, y créeme que de eso también va el futuro. Nuestro futuro. Como dice la canción, pues, que no s'acabi.

Atentamente,
Un señor mayor con bastón