Ha reaparecido José María Aznar, que es algo que hace de vez en cuando, y al margen de seguir la estela de Felipe Gonzalez —convertidos en aquellos "mirones de obras" que saben más que el albañil— ha despertado las pasiones habituales. Lo dijo Iñaki Gabilondo: “Aznar sacó lo peor de mí”. El expresidente español tiene la capacidad de no dejar nunca a nadie indiferente. Lo que ya es una capacidad en sí misma.

El caso es que ha reaparecido Aznar y cada vez que lo hace hay gente a la que le hace mucha gracia. Antes era el bigote, ahora es su ausencia. Que si se parece a Lord Voldemort, que si sus abdominales, que si cada vez vocaliza menos. Pero Aznar, que a lo mejor hace mucha gracia, tiene una idea de España. Aznar sabe que si sale a hablar, tiene ascendencia tanto en su partido como en parte de la sociedad. Fíjese que el PP de Alberto Núñez Feijóo habría podido reaccionar pidiendo, como hizo Rajoy en su día, un pacto de Estado en el PSOE para que gobernara el PP, que ganó las elecciones. Tenía el argumento de que no podía quedar en manos del golpista Puigdemont. El PP hubiera podido iniciar una campaña furibunda. Pero no lo hizo. No sé si porque quedaron demasiado tocados, convencidos cómo estaban de la victoria, o por el talante de Feijóo, que quizá confió en que él podía tener los votos de Junts. Pero no iniciaron la campaña a la que la derecha, y no tan derecha, mediática se habría sumado con ganas. Y ahora lo que ha pasado es que el ala más dura del PP, la que encarna a Aznar y sigue Isabel Díaz Ayuso, han marcado el camino. Feijóo lo tendrá muy complicado superado el debate de investidura.

El pacto del Majestic sigue siendo el pescado más gordo que el autogobierno de Catalunya se ha 'llevado al cove'

Pero además, Aznar marca la línea de la derecha en general y de quienes comparten su visión de España. El PSOE —y Sumar— había logrado imponer el marco de la amnistía. Al menos hablar de ello. Pero el exlíder del PP quiere cambiar ese marco, quiere que los votantes y el propio PSOE, piensen en un elefante. Ha hecho bien el PSOE en salir a discutir las palabras de Aznar. Si no, le cambiaran lo que ahora se llama relato.

Aznar, pues, sabe de la capacidad que todavía tiene de imponer sus ideas. Aznar es partidario de las ideas fuertes. Y, es curioso, porque nadie como él ha dado tanto poder a los llamados nacionalismos periféricos. El pacto del Majestic sigue siendo el pescado más gordo que el autogobierno de Catalunya se ha llevado al cove. Pero amigos, eso pueden hacerlo los halcones. Los halcones hacen la paz. Y la guerra. Una amnistía y un pacto como el que busca el todavía llamado independentismo catalán, no puede hacerse sin la participación del PP. Puede haber amnistía, sí. Catalán en el Congreso, sí. El traspaso de Renfe, sí. Pero un pacto para cambiar la arquitectura institucional, un pacto que nos lleve a una segunda transición, al reconocimiento del derecho a decidir, a todas estas cosas, no se puede hacer con un simple acuerdo de investidura, no se puede hacer por simple necesidad aritmética. Y Aznar le está diciendo al PP, y a la derecha, que ni hablar. Aznar está acotando el alcance de los cambios. El terreno de juego. Aznar está diciendo que el modelo de Estado, el que dibujó después del pacto del Majestic, no se toca. Y no se va a tocar. Aznar ha activado la válvula de seguridad.