El pasado lunes, la presidenta de Andalucía y más que probable futura secretaria general del PSOE, Susana Díaz, lanzó el siguiente mensaje desde su perfil de Twitter: “Desde hoy, los empleados públicos andaluces tienen una jornada laboral de 35 horas semanales. Seguimos recuperando derechos”.

Las negritas son mías, naturalmente. Porque Susana –o Susanyahu, como la llaman algunos de sus detractores– no pensaba en la igualdad entre españoles ni la solidaridad interterritorial mientras sacaba pecho en Twitter por sus privilegios regionales a cargo del contribuyente.

Tampoco parecía acordarse de sus propias declaraciones de hace apenas unos meses cuando, en plena campaña electoral, acusó a podemitas e independentistas de fomentar desigualdad entre los ciudadanos y generar "españoles de primera y de segunda", en función de los derechos que estos tienen. Vaya, vaya: ahora resulta que los votos de los catalanes sí que valen para “pagar peajes” y privilegios ajenos.

La líder de la comunidad con la tasa de paro más alta de España se erige como defensora de los “derechos de los trabajadores” con una medida que parece más destinada a reforzar las ya extensas redes clientelares de su partido que el bien común.

No deja de ser curioso que las comunidades más pobres sean las primeras que pueden permitirse revertir los recortes

El PSOE en general y sus dirigentes en particular –tanto los que lo son de forma oficial como la usurpadora Díaz (recordemos que su mayor aportación a la política estatal fue llevar a cabo en el seno de su partido el primer golpe de estado exitoso en España desde 1936)– representan mejor que nadie a las élites extractivas que plagan la política española. Otro ejemplo de ello nos lo ofreció la siempre certera Junta de Extremadura. Aparentemente, a la principal beneficiaria de las transferencias interterritoriales le sobra tanto dinero que puede permitirse el lujo de subvencionar a sus habitantes la compra de muebles para el hogar. Su presidente, el también socialista Guillermo Fernández Vara, lo anunció a bombo y platillo en Twitter hace unos días. Definitivamente, no hay nada que defina mejor a un socialista que aquel que se vanagloria de cómo ha gastado el dinero ajeno. 

No deja de ser curioso que las comunidades más pobres sean las primeras que pueden permitirse revertir los recortes, reducir la jornada de sus funcionarios a 35 horas semanales o destinar dinero público a sufragar la versión local de Tu casa a juicio. Y como decía Margaret Thatcher, el socialismo fracasa cuando se termina el dinero de los demás. Toma nota, Susi, que no sólo los catalanes empiezan a estar cansados de pagar todas las rondas mientras ellos pasan sed.