Una crisis encadenada a otra, y todas atraviesan tres puntos sensibles. El momento vital de Pedro Sánchez pasa por convencer de la solvencia del ejecutivo, la seguridad de las infraestructuras y la confianza en las instituciones. Ninguna de las crisis solapadas es mortal, pero el colapso sobrevenido de los trenes, después del apagón, opaca los buenos datos económicos y obliga a Sánchez a responder a una agenda que no ha elegido y, por tanto, no controla. El reto pasa por volver a controlarla. O las supera con éxito o pierde las riendas de la legislatura.
De manera aislada, el caos ferroviario tiene explicación. El incidente que ha colapsado el AVE Madrid-Sevilla se diferencia de otros por el día y el lugar. A la vuelta de un puente, los cinco robos en Toledo fueron en sitios estratégicos, sin cámaras y con un valor mínimo en el mercado negro. De ahí la calificación de “sabotaje” de Óscar Puente. En cálculos del ministro, a ADIF le costará sustituir el cable poco más de mil euros. Después la cosa se complicó cuando un tren de Iryo se desenganchó de la catenaria. A esas horas, otro lunes negro con cientos de afectados estaba escrito. Una fatalidad comprensible, pero que cala sobre la percepción generalizada del mal funcionamiento de los trenes. Por bien que explique Puente las incidencias, necesita urgentemente reforzar infraestructuras y ofrecer una respuesta más eficaz para evacuar a quienes se queden tirados en la próxima avería. A estas alturas, cada incidente (aún sobrevenido) encenderá más los ánimos. Y nadie va a normalizar pasar la noche en un tren por un “sabotaje” o un robo de cobre. Como en el apagón, el ejecutivo necesita convencer a los ciudadanos de tres cuestiones: el sistema ferroviario es seguro, no volverá a pasar y si ocurre la respuesta será mejor.
La comparecencia de Pedro Sánchez de este miércoles tiene mimbres políticos, sociales y emocionales similares en varios frentes. En el Congreso pasa por el Plan de Defensa y la respuesta del Gobierno a la crisis energética. Ambos asuntos tendrán impacto esa tarde en el pleno de Estrasburgo sobre el debate del Spanish blackout. El 2% del PIB en defensa tiene en contra a los socios, incluida la coalición. Sumar ya anunció su oposición antes del polémico contrato de Interior de las balas israelíes. Lo mismo ERC, Bildu, IU… El apagón dejó la crisis resuelta en el gobierno y en pausa la fractura interna (ya abierta en público) entre Sumar e IU. Con la tensión puesta ahora en Sánchez, Sumar bajará el pulso en la comparecencia y exhibirá el éxito de la reducción de jornada laboral recién salida del Consejo de Ministros.
El ejecutivo necesita recuperar la sensación de tranquilidad de la opinión pública
Sánchez no lo tiene fácil. A horas de la comparecencia, no se esperan detalles que aclaren qué ocurrió el pasado lunes. Insistirá en la rapidez del restablecimiento del sistema y la confianza en las investigaciones abiertas. Sin respuestas técnicas firmes, la crisis no quedará resuelta. Y a la presión de PP y VOX se suman Junts y ERC en el debate por las nucleares.
En paralelo, el debate parlamentario seguirá en Estrasburgo y, como resume el medio influyente en Bruselas, Politico.eu, “la pregunta de qué salió mal y cómo evitar que vuelva a suceder es vital en un momento en que Europa depende cada vez más de la electricidad (y, por extensión, de sus redes eléctricas) en su búsqueda de la neutralidad climática para 2050”. Sin embargo, se “nacionalizará” y el grupo mayoritario de los populares lo centrará en Sánchez y no en el sistema eléctrico europeo.
El ejecutivo necesita buscar una salida a las tres últimas crisis. El apagón, la caída del AVE Madrid-Sevilla y el plan de defensa. El primero por su dimensión. Aunque los técnicos apuntan a meses para saber con precisión dónde y cómo se hundió el sistema eléctrico, el ejecutivo necesita recuperar la sensación de tranquilidad de la opinión pública. Las respuestas van más allá del alcance de las responsabilidades. Que las habrá. El futuro de Beatriz Corredor al frente de Red Eléctrica no se va a decidir esta semana, pero sale debilitada y con vistas a un cambio de estructura que justifique algunas salidas a corto plazo. Su liderazgo ha salido tocado por la gestión de las primeras 48 horas del apagón y la comunicación de la crisis dentro del gobierno y hacia fuera. El responsable de operaciones salió solo a dar explicaciones y, cuando Corredor habló, lo hizo en un medio y no en comparecencia pública. El cabreo de Sánchez se hizo público al segundo día, cuando verbalizó tras el Consejo de Ministros haberse enterado por la prensa del descarte del ciberataque por parte de Red Eléctrica. Corredor depende de Sánchez más que de los accionistas, aunque estos podrían pedir también responsabilidades si el valor de las acciones no se recupera.
Las trampas de la oposición no ayudan. El intento de vender una imagen de país tercermundista, de caos y disfuncionalidad no responde a la realidad, sino a una estrategia irresponsable de derribo. Con dos crisis que afectan a la seguridad de las infraestructuras entra en juego la desinformación. El PP salió en pleno apagón asegurando que con la energía nuclear no habría pasado. Sin conocer las causas y contra el criterio de los expertos que descartan que la nuclear hubiera ayudado a estabilizar el sistema. Pero es la apuesta fuerte del PP desde enero. El voto en contra al decreto arancelario va unido a la negativa a renegociar el calendario de cierre de las centrales desde antes de irnos a negro por un día.
Es compatible el colapso generado por el apagón y los trenes con tener un sistema eléctrico robusto y un operador ferroviario en el top de la puntualidad europea. Es compatible también con la necesidad de revisión y mejora. Aun así, más que debate real, el PP venderá el caos en Madrid y Bruselas mientras el gobierno intenta estabilizar la sensación de caos.