Si se cuenta entre aquellos que andan pensando no acercarse a las urnas el próximo 10-N, sepa que es usted la estrella, el votante más importante. Todo cuanto van a hacer durante esta semana de campaña será por captar su atención y su cariño. Es usted quien está determinando realmente las estrategias de unos y otros. Usted y sólo usted trae de cabeza a los expertos en demoscopia, mientras permite que sus pronósticos, como el papel, lo soporten todo.

Si, por el contrario, ya se encuentra entre ese uno de cada diez que ya declara haber decidido no ir a votar; lo sentimos, pero hoy no tienen nada para usted. Si se sitúa entre los fieles que piensan repetir su voto de abril, que tampoco espera grandes atenciones, una campaña o un programa diseñado para movilizarle aún más o que le den efusivamente las gracias; usted ya está amortizado.

La abstención se ha convertido en ese elefante en la habitación del cual nadie quiere hablar. Tres de cada diez electores que en abril se molestaron en votar por correo ahora han decidido no hacerlo. Entre todos los datos que aporta el CIS, uno destaca sobre todos los demás: la participación podría derrumbarse en casi diez puntos. Las señales no pueden sonar mas alarmantes, pero partido y candidatos han preferido ignorarlas, convencidos de que se trata de un problema que afectará a los demás mientras a ellos les beneficiará.

Se trata de dejar gobernar por omisión para hacer lo que hay que hacer con el bloqueo político, con Catalunya o con la economía.

La derecha cree que el cabreo solo está instalado en los electores de izquierda, hartos de la falta de seriedad y firmeza de los suyos. Los partidos de izquierda se ven tan irresistibles que está convencidos de que quienes andan de bajón son los votantes de derechas, hastiados de la pobreza de los liderazgos conservadores. Predominan los mensajes orientados a mantener al otro en la abstención. Se pide implícitamente la abstención contra alguien. Se trata de dejar gobernar por omisión para hacer lo que hay que hacer con el bloqueo político, con Catalunya o con la economía.

Nada más difícil y arriesgado que hacer las cuentas del Gran Capitán sobre un fenómeno que sabemos por experiencia que las encuestas y los modelos electorales tienen graves dificultades para proyectar. La razón resulta sencilla.  Lo que no se mueve siempre es lo más difícil de medir.

Buena parte de las encuestas conocidas se basan en la asunción de que la caída de la participación no será catastrófica y tanto la abstención como la duda van a castigar fundamentalmente a Ciudadanos. Los mismos que en abril nos contaban que el sistema electoral castigaba a Albert Rivera en la España vaciada sostienen ahora que, por las mismas razones, Vox se verá beneficiado por ese mismo sistema. La caída naranja da para todos: dispara a Vox, recupera al PP y alimenta otra victoria socialista. Más que una debacle electoral, parece un milagro, la multiplicación de los panes y los votos.