Las cosas parecen ir fluyendo de acuerdo con el plan, como diría el inmortal Joker creado por el malogrado Heath Ledger para el colosal Caballero Oscuro de Cristopher Nolan, y eso nos tranquiliza, aunque el plan conduzca al más perfecto y ordenado desastre. No hay más que ver cómo cada día sale un portavoz del magisterio económico, de la banca, de la empresa, de la Iglesia o del bipartidismo vintage a avisarnos que se aproximan un pack de desgracias que dejará en nada las siete plagas, el diluvio universal y lo de Sodoma y Gomorra si tira adelante ese gobierno de izquierdas, apoyado por los temibles independentistas, José María Aznar se aparecerá en persona cada noche a los pies de nuestras camas agitando el fantasma de la Guerra Civil. 

Ladran, luego alguien cabalga. El PSOE y ERC han empezado a ejecutar el ritual de atracción y repulsión del apareamiento tan típico del Spanish Geographic, donde la política se ha vuelto liturgia en directo las veinticuatro horas, y entenderse con alguien se ha convertido en una vergüenza que debe lavarse, una deshonra que debe taparse presentándose como el vencedor que ha rapiñado hasta el último pedazo del botín.

Pablo Iglesias y Podemos se reparten los papeles de novio impaciente a las puertas de la iglesia y celestinos vertiendo pócimas de amor en las copas de ambos. Les mueve ahora toda la prisa que no tuvieron en julio y tiene toda la pinta que, por desgracia, son los únicos que ya han aprendido la lección. A los demás aún les puede perder ese pequeño y estúpido Maquiavelo que todos llevamos dentro.

España no tiene un gobierno progresista hoy por culpa de socialistas y morados. No por responsabilidad de los republicanos o el nacionalismo catalán

En el PSOE quieren desandar igual de rápido el camino que recorrieron a toda velocidad en dirección contraria, cuando les guiaba el mito de la mayoría cautelosa. A los socialistas les vendría bien un poco menos de soberbia y reconocer que no se puede tener razón cuando anuncias que vas a penalizar los referéndums y cuando hablas de diálogo institucional; en una de las dos estabas equivocado y has de admitirlo. A Pedro Sánchez tampoco le vendría mal algún gesto de humildad en su discurso, de arrepentimiento en su estrategia y de empatía hacia quienes, por desgracia, pasarán estas navidades en una prisión donde nunca debieron entrar.

ERC no tiene prisa y hace bien. Los errores se pagan y, en julio, los únicos que no se equivocaron, por una vez, fueron ellos. España no tiene un gobierno progresista hoy por culpa de socialistas y morados. No por responsabilidad de los republicanos o el nacionalismo catalán. En abril la mayoría de los españoles les dio en bandeja esa posibilidad y un mandato claro para llevar al país en la dirección contraria a la plaza de Colón. Pero tanto Pedro Sánchez como Pablo Iglesias decidieron tirarlo a la basura porque les parecía poco porque ellos se merecían más.  

Después de la abominable sentencia, a ERC no se le puede pedir que asuma ahora todo el coste de facilitar la gobernabilidad del Estado sin darle más que buenas palabras y palmaditas en la espalda. Ni siquiera hay que ser tan listo como Pablo Iglesias o Pedro Sánchez para entenderlo.