La conspiración mundial que, sin duda, está operando contra la ejemplar e irrebatible justicia española cuenta desde esta semana con un nuevo y malvado cómplice: el ministro Cristóbal Montoro y, por elevación, todo el gobierno que preside Mariano Rajoy. Al sospechoso comportamiento de la justicia de países como Escocia, Bélgica o Alemania, poniendo en cuestión nada menos que la infalibilidad del juez Pablo Llarena, columna vertebral de la justicia hispana igual que el dogma de la infalibilidad del Papa es piedra angular de la Iglesia católica, se suma ahora el ministro Montoro afirmando que “ni un euro público” se ha gastado en el 1-O; para escándalo de un Albert Rivera sorprendido como una monja en un burdel.

Que países cuyas tradiciones de libertad, democracia y justicia independiente no pueden compararse a la tradición de la justicia española, crisol de todas las libertades y ejemplo magnífico de independencia y resistencia frente a todo tipo de poder, democrático o no, tiene un pase. Al fin y al cabo qué sabrán en Europa de libertad y democracia que no se sepa en España, la cuna de la democracia orgánica. Pero que un gobierno claramente señalado por blando, cobarde y contemporizador ante las provocaciones secesionistas se atreva a negar la malversación en sede parlamentaria sobrepasa de largo todo cuanto un buen español puede y debe soportar.

Cuando todo el mundo se equivoca, puede que padezcas el síndrome del Cid Campeador: el convencimiento irracional de que el mundo al completo está mal y solo tú tienes el poder de arreglarlo

Que al infalible juez Llarena le sorprenda la afirmación de Montoro solo puede significar que la instrucción y las imputaciones del juez del Supremo se basan exclusivamente en los informes de la Guardia Civil, que no hay en el proceso un solo informe de Hacienda que respalde las pruebas aportadas por la benemérita y, lo más sorprendente, que el instructor no ha considerado necesario solicitar informes y documentos al único departamento de la administración que sabe exactamente cómo y dónde se han acreditado los gastos: el Ministerio de Hacienda.

Que el juez se esté planteando un careo entre el ministro de Hacienda y el jefe de la UCO de la Guardia Civil se adentra en los peligrosos territorios del delirio. Cuando todo el mundo se equivoca, desde los jueces belgas, escoceses o alemanes a los ministros de Justicia de Alemania y de Hacienda del gobierno de España o la comisaria de justicia de la UE, puede que, a lo mejor, el problema seas tú porque padezcas el síndrome del Cid Campeador: el convencimiento irracional de que el mundo al completo está mal y solo tú tienes el poder de arreglarlo.