Casi a la vez que conocíamos, con gran escándalo de la prensa patriótica, el viejo Ciudadanos y el nuevo Partido Popular, que la comisión bilateral Estado-Catalunya de la última semana de julio ha incluido en su orden del día hablar del referéndum y de la situación de los presos, saltaba la noticia de que los partidos nacionalistas catalanes y Podemos habían decidido abstenerse y no apoyar al gobierno de Pedro Sánchez en el techo de gasto y el objetivo del déficit. De golpe, la duda que sobrevoló toda la moción de censura y parecía despejada con el buen recibimiento otorgado al nombramiento del ejecutivo Sánchez retornaba con fuerza. Estaba claro que había mayoría suficiente para echar a Mariano Rajoy pero, de nuevo, volvía a no estar tan claro que hubiera mayoría estable para gobernar. Para acabar de completar el desconcierto, el sainete de la renovación por decreto de RTVE terminaba con el respaldo sin apuros a la designación de Rosa María Mateo como administradora única. Como suele suceder tras los pequeños o grandes desastres políticos, todos tienen razón para explicarlo y nadie se hace responsable del fiasco.

Cierto es que la comisión bilateral constituye un órgano de coordinación institucional entre administraciones previsto para todas las Comunidades Autónomas, donde únicamente se sustancian los acuerdos previamente pactados entre gobiernos; ni supone ni escenifica relación bilateral ―algo que alguien debería explicarle urgentemente a Albert Rivera, para que, cada vez que habla de la bilateral, deje de evidenciar su palmaria ignorancia sobre cómo funciona el Estado de las Autonomías―. Hablar allí de presos o referéndums no tiene más valor que el simbólico y de símbolos no se puede vivir lo que queda de legislatura.

Pedro Sánchez y su gobierno deberían preguntarse si prefieren ir a elecciones ya o aceptar de una vez la realidad de que gobiernan en clara minoría 

Cierto es que resulta inexplicable que los mismos partidos que hace unas semanas aprobaban el último presupuesto del Partido Popular rechacen ahora una propuesta que implica menos recortes y más inversión; el argumento de tumbar el techo y el déficit en el Congreso porque el PP los va a vetar el Senado resulta de tal frivolidad que se comenta por si solo.

Pero aún resulta más cierto que la yenka solo es buena y saludable como baile; como estrategia política suele acabar en desastre. Los nacionalistas y Pedro Sánchez no pueden permitirse reabrir cada semana la duda de si hay o no mayoría para gobernar. Esa dinámica solo alimenta el relato de la derecha y beneficia electoralmente a Ciudadanos y al Partido Popular.

Pedro Sánchez y su gobierno deberían preguntarse si prefieren ir a elecciones ya o aceptar de una vez la realidad de que gobiernan en clara minoría y no pueden esperar que sus socios les apoyen sin rechistar solo para quitarse de encima la sombra del PP. El nacionalismo catalán debería preguntarse si prefiere arriesgarse a unos comicios donde la derecha y su discurso de confrontación en Catalunya tienen muchas posibilidades de ganar o sentarse a negociar con un gobierno al que se le puede pedir lo que razonablemente puede dar un ejecutivo que se sustenta sobre 84 diputados. Realismo o elecciones; ustedes deciden.