En política, matar al padre es un trabajo siempre sucio, pero alguien tiene que hacerlo cuando el padre se ha convertido en el problema. JuntsxCat es hija de Carles Puigdemont, su marca personal, su tirón electoral y su capacidad para encarnar la dignidad institucional del autogobierno catalán les han dado sus resultados y les ha colocado en una posición de gobernar que, sin él, jamás habrían logrado. No pueden darle las gracias unos días después y despedirle con honores, mucho menos darle la patada sin más, porque hay que formar gobierno y su situación procesal lo hace imposible. Se necesita tiempo, una cuidada puesta en escena y, a ser posible, el consentimiento del interesado.

La política es el arte de lo posible. Cuando resulta imposible ser president por control remoto o por skype resulta inexorable que se acabe optando por un candidato alternativo. Es ley de vida. Adaptarse o morir, la vida política dura lo que dura la utilidad del político y la inutilidad mata más que los adversarios o los compañeros de partido. No es ni mejor ni peor, ni bueno ni malo, ni justo ni injusto; es así, como el fútbol.

Nadie quiere ser el Bruto que apuñala a Julio César mientras el césar le reprocha: “Tu quoque, fili mi?

ERC lo sabe. Por eso no dará su brazo a torcer y mantendrá la presión y la ambigüedad en privado mientras públicamente mata a abrazos y homenajes al president. Mariano Rajoy lo sabe. Por eso Moncloa ya ha filtrado que, si el problema es cómo darle la patada hacia arriba sin que le duela mucho, están dispuestos a ignorar cualquier salida simbólica que se le busque. El PDeCAT lo sabe y es consciente de que no van a tener una oportunidad mejor para librarse de un liderazgo que limita sus opciones y les debilita como partido pudiendo echarle la culpa a otros.

Puigdemont también lo sabe. Por eso se defenderá hasta el final. No se trata de apego al cargo o preocupación por asegurar su exilio en Bélgica. Es una cuestión de pura supervivencia política. No existe el mandato delegado. Es una de las pocas certezas que tenemos en política. Cuando pones a alguien en tu lugar para seguir mandando por persona interpuesta, antes o después, el comandado descubre que lo divertido es mandar en primera persona y que puede hacerlo sin que puedas impedirlo.

Devolverle a la presidencia de la Generalitat fue el motor de la campaña de JuntsxCat pero ahora ese motor se ha gripado. Puigdemont se ha convertido en un problema, pero nadie quiere pagar los efectos del llamado “síndrome Bruto”: nadie quiere ser el Bruto que apuñala a Julio César mientras el césar le reprocha: “Tu quoque, fili mi?