Me rindo. Carles Puigdemont me ha agotado. Me pasa lo mismo que a ERC, no puedo seguirle el ritmo. Estoy exhausto. Me declaro incapaz de pronosticar si el anuncio, a bombo y platillo, de no acudir presencialmente y solicitar la delegación de voto significa que no se va a presentar y la apuesta es la teleinvestidura; o forma parte de un elaborado engaño para hacer exactamente lo contrario y meter por sorpresa al gobierno español en el monumental lío de arrestar a un presidente legítimo elegido por un Parlament legítimo mientras el rey Felipe VI ha de firmar el decreto de su nombramiento.

Solo el tiempo despejará la incógnita. Tras el 21-D el nacionalismo catalán parece empeñado en hacerse su propia oposición y conviene reconocerle que lo está logrando. Tan indiscutible resulta la capacidad de los nacionalistas para marcarse de manera implacable entre ellos, como la incapacidad manifiesta de la oposición para ejercer como tal. Desde el 21-D muchos votantes no nacionalistas deben estar preguntándose si hay vida al otro lado para algo más que para andar trapicheando con diputados y grupos parlamentarios.

Decir no a todo cuando sumas una mayoría suficiente demuestra poca inteligencia

La propuesta de los aspirantes a representar a aquella mítica mayoría silenciosa que sustentaba la alternativa al nacionalismo se resume en una sola palabra: no. Junto con repetir que ellos están para atender los problemas reales de los catalanes, como si los dos millones que no les votaron no fueran reales y no supieran distinguir sus propios problemas de los problemas que les inventan otros, decir "no a todo" continúa siendo su única estrategia conocida.

 No a que la presidencia del Parlament recaiga en un representante de la única mayoría conocida porque, aunque nos rija un sistema representativo, nos apuntamos al presidencialismo y la regla del más votado cuando nos conviene. No a la delegación de voto aunque la sancione un juez del Supremo. No a la teleinvestidura porque no se puede gobernar desde el extranjero y el Parlament merece el respeto de la presencia. No a que venga y se presente porque entonces menudo lío y a ver qué hacemos…

La oposición parece convencida de que su única responsabilidad se limita a ir rechazando las opciones que la mayoría nacionalista pueda plantear hasta que acierten con alguna que les guste. Al parecer Ciudadanos, PSC o PP no están aquí para hacer política, están para ejercer de jurados en su particular Operación Triunfo. Decir no a todo cuando sumas una mayoría suficiente demuestra poca inteligencia. Decir no a todo cuando ni siquiera eres capaz de conformar una mayoría alternativa solo acredita una profunda falta de talento y una insoportable frivolidad.