Vistos los acontecimientos que marcaron el 21-D, anunciado como el Waterloo de la democracia en España y que resultó ser una jornada de gobierno y activismo ciudadano que ya les gustaría disfrutar en Francia ahora mismo con sus Chalecos Amarillos; filtrado el documento de 21 puntos que la Generalitat llevó a la cumbre de Pedralbes como si fuera un trabajo sorpresa de fin de curso; constituida la Santa Alianza en el gobierno de Andalucía, símbolo y guía en la recuperación espiritual y nacional de la España inmemorial, y escuchado el presidente Sánchez en esa rueda de prensa de fin de año donde todos los presidentes hacen lo que pueden, excepto nuestro Mariano Rajoy, que las convertía en arte, ya podemos proclamar con total certeza que queda poco para que se despejen todas las incertidumbres y sepamos qué va a ser en política el año 2019: si uno de elecciones generales o uno de otras elecciones que todo el mundo se empeñe en proyectar en unas generales, a pesar de las múltiples advertencias y avisos que los politólogos lanzamos, sin éxito, para que se eviten semejantes especulaciones arriesgadas.

La devolución a la justicia catalana de los imputados por desobediencia y el inicio del juicio oral en el Tribunal Supremo añadirán más confusión y ruido a un escenario donde sobran los histriones excesivos, convencidos que hacer política es interpretar un drama de Calderón de la Barca con tanta proporción de cafeína como de agua en el cuerpo, pero donde faltan los actores dispuestos a ofrecer una interpretación contenida y pensada para permanecer en el tiempo; justo aquellos imprescindibles y que más necesitamos hoy.

El tiempo se acaba y las opciones están muy claras. O hay presupuestos, aprobados con los votos de los nacionalistas catalanes, y se gana un año 2019 que permitirá explorar las posibilidades del diálogo y la concertación política para gestionar la situación catalana, o se va a elecciones en marzo o mayo, y a quién el electorado se la dé, el 155 o la reforma constitucional se la bendigan. Dependerá de si suma la derecha española en misión divina o la izquierda plural y el nacionalismo. Esas son las alternativas y queda menos de un mes para decidirse. Es lo que hay y la política es el arte de arreglarse con lo que hay. Quien proclame o anuncie que existen otras opciones o que los plazos pueden alargarse miente y lo sabe o simplemente no sabe y por eso miente.

Lo que puede haber, y sin duda habrá, es un desfile interminable de coartadas más o menos buenas para justificar por qué se escoge una u otra opción, o para culpar a los demás jugadores por sus elecciones y sus decisiones. Un ejercicio de estilo que puede resultar muy entretenido e ilustrativo, pero para el cual ya nos hemos quedado sin tiempo. Hagan sus apuestas y feliz aninovo para todas y todos.