Ya lo dijo nuestro añorado Mariano Rajoy, aquel presidente comedido de cuando la derecha española era moderada: gobernar es muy difícil. La gente quiere cosas y no para de pedirte que las hagas. Que se lo pregunten al president Torra, quien esta semana se ha dado de narices con la realidad de un país que sabe hacer dos cosas a la vez: defender sus derechos políticos como nación y reclamar sus derechos sociales y sus servicios públicos. Porque, asómbrense, las dos cosas no son contradictorias y pueden construirse a la vez. De hecho, hay que construirlas a la vez para que funcionen.

Resulta fascinante leer y oír a los partidos y medios de comunicación de ámbito estatal interpretar las movilizaciones de médicos o bomberos catalanes como síntomas del agotamiento de la sociedad catalana con el conflicto político, o reprocharles que protesten ahora por sus condiciones de trabajo después de haberse manifestado en apoyo del procés, de los presos o de la República. Que ellos desde la capital no puedan, al parecer, hacer dos cosas a la vez no significa que en el resto del Estado no sepamos identificarnos como nación y exigir una sanidad pública de calidad sin más problema que las cargas policiales. Las protestas de los trabajadores públicos en Catalunya significan lo mismo que en Andalucía o en Santiago de Compostela: basta ya de utilizar la crisis para deteriorar, descapitalizar y desmantelar los servicios públicos.

La gente ni puede ni quiere esperar a que a sus gobernantes y líderes políticos les venga bien gobernar, aprobar presupuestos y tomar decisiones

No menos chirriante se antoja oír a portavoces de la mayoría que sustenta al Govern calificar de distracción que la gente se preocupe por asuntos de “poca importancia” como las listas de espera cuando lo único que realmente puede arreglar todos los problemas es votar. Como si hasta entonces no tuvieran que rendir cuentas o fueran responsables del mejor uso y gobierno de los millones de euros en presupuestos y los miles de trabajadores que gestionan.

El mensaje que ha llegado estos días desde la calle en Catalunya puede manipularse hasta la saciedad para hacerlo sonar como convenga a cada bando o interés. Incluso puede ser ignorado o desoído o menospreciado. Eso no cambiará lo que realmente dice y que cualquiera que quiera puede escuchar sin mayor dificultad. La gente ni puede ni quiere esperar a que a sus gobernantes y líderes políticos les venga bien gobernar, aprobar presupuestos y tomar decisiones. Puede que los partidos en Catalunya y España puedan esperar a las siguientes elecciones, pero la sociedad no.