Tengo pocas dudas respecto a que ERC acabará absteniéndose para cuadrar la investidura de Pedro Sánchez y acertará al facilitar la constitución del primer gobierno de coalición de izquierdas desde la II República. Tengo más dudas sobre si JxCat también lo hará, o al final se equivocará votando en contra. La opción de que la CUP pueda votar al lado de la ultraderecha, por muy diferentes que sean sus razones y resulta obvio que lo son y no son lo mismo, se antoja pura ciencia ficción; antes optarán por ausentarse por pura supervivencia. Pedro Sánchez ya iba a comer el turrón en la Moncloa en funciones, pero ahora anda muy cerca de hincarle el diente con plenos poderes.

Resulta comprensible y bastante justo que Esquerra le haga pagar a Sánchez una campaña electoral donde acabó comprando todo el marco mental y el discurso de la derecha: el independentismo desaparece porque la Guardia Civil nunca falla y porque la Constitución del 1978 es, en realidad, un libro mágico de conjuros y hechizos políticos, el referéndum es ese elefante en la habitación del cual nadie quiere hablar y todo se arregla ilegalizando, penalizando o encarcelando y, al final, siempre hay que intervenir TV3. Pero la opción de que ERC pueda votar en contra de su investidura y sumar, por muy diferentes que sean sus motivos, sus votos a la ultraderecha parece un riesgo excesivo y un error demasiado obvios para ser ignorados.

Puede que situarse en el no junto a la ultraderecha se entienda en Catalunya, pero no en el resto de Estado y el independentismo necesita mantener sus afectos fuera de Catalunya

Las razones para abstenerse y evitar votar lo mismo que la ultraderecha se amontonan. Repetir elecciones sólo parece una buena idea para la ultraderecha. No hacerlo supondría frustrar el primer gobierno donde haya partidarios de trabajar por una solución que implique votar. Puede que situarse en el no junto a la ultraderecha se entienda en Catalunya, pero no en el resto de Estado y el independentismo necesita mantener sus afectos fuera de Catalunya. Además, por si todo eso no basta, la experiencia comparada resulta abrumadora: todos aquellos que han votado con la ultraderecha lo han acabado pagando: pueden preguntar en Italia o en Francia.

A Esquerra se le pide una abstención, no el voto afirmativo. En ERC deberían ser muy conscientes de que no valen lo mismo. A cambio de apoyar activamente se pueden reclamar decisiones concretas y políticas específicas. A cambio de dejar pasar se pueden negociar expectativas y oportunidades. Así funciona el mercado político, aquí y en todas partes.

La previsible abstención de ERC pasará la pelota del dilema a JxCat. Será interesante ver cómo lo resuelve. Si pesa más la prioridad de facilitar un gobierno central que se incline por el #sitandtalk en, con y para Catalunya; o si se impone la inminencia de las elecciones catalanas y la necesidad de distanciarse de un socio que podría elegir otra pareja para gobernar. El problema será entonces explicarlo. Argumentar que este gobierno de coalición PSOE-UP es lo mismo que un ejecutivo socialista que se apoyase en la abstención de la derecha no suena a coartada sólida. Sólo hay que ver lo contentos que andan Felipe González o José María Aznar con la noticia.