El Partido Popular ha ganado las elecciones, pero el resultado no es que tenga sabor amargo, sino que sabe literalmente a cicuta. Mariano Rajoy díficilmente podrá seguir en la Moncloa ya que la suma con su único aliado, Ciudadanos, es claramente insuficiente para su investidura y para alcanzar una mayoría parlamentaria en el Congreso de los Diputados. La marea azul de hace cuatro años se ha evaporado fruto de errores propios que se sustancian en una única cosa: el desprecio más absoluto con el que han sido tratadas las clases medias, maltratadas por el gobierno popular hasta el infinito.

No ha sido este su único error. La política como punto de encuentro entre posiciones diferentes, e incluso opuestas, ha brillado por su ausencia. No ha habido ministro que no haya protagonizado actos calamitosos durante los cuatro años de legislatura. Soria en Industria, García-Margallo en Exteriores, Wert en Educación, Montoro en Hacienda. De la lista se salvarían muy pocos. Desde luego que no, la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, responsable máxima de que en la Moncloa haya acabado teniendo más importancia la judicialización de la política que la política misma.

El PSOE, con un resultado muy pobre, ha conseguido salir vivo del avispero del 20D y su secretario general, Pedro Sánchez, puede respirar tranquilo, al menos, por una noche. De su capacidad de diálogo con Podemos y, llegado el caso, con las fuerzas políticas periféricas, dependerá que fragüe en España una alternativa de izquierdas ya que la aritmética de la noche electoral lo permite. No será fácil... pero tampoco será fácil lo contrario. España ha votado cambio pero ha dejado un mapa electoral enrevesado en el que, para acabarlo de arreglar, una de las llaves para conformar mayoría en el Congreso ha quedado en manos de los dos partidos independentistas de Catalunya, Esquerra Republicana y Democràcia i Llibertat (la coalición liderada por Convergència). El referéndum en Catalunya sería la moneda de cambio pero esa posibilidad queda hoy muy lejos de los planes de los socialistas españoles.

En Catalunya, el triunfo de En Comú Podem es incontestable. La fuerza de la alcaldesa Ada Colau sigue aportando noches de gloria a la izquierda alternativa. Después del resultado alcanzado en las cuatro provincias no es extraño que ya haya dirigentes de ECP que empiecen a pensar que su último destino en la política no será la alcaldía de Barcelona.