¿Es hoy la sociedad menos pacifista que hace una década? Seguramente no, aunque la respuesta a las manifestaciones y concentraciones convocadas este sábado bajo el lema del 'no a la guerra' se hayan saldado con una cierta sensación de fracaso. Así ha sucedido en Madrid, donde sólo unos cientos de personas acudieron a la convocatoria de diferentes partidos, organizaciones y a la que asistieron diversos alcaldes y alcaldesas, como las de Madrid y Barcelona. Muy lejos de los dos millones de personas que salieron en Madrid el 2003, con motivo de la guerra de Irak. En Londres, el fiasco no le fue a la zaga, aunque se reunieron en la calle unas 8.000 personas para protestar contra los bombardeos en Siria. Primera prueba superada por el gobierno de Mariano Rajoy: si no hay un sobresalto, el terrorismo yihadista no será un elemento relevante en la campaña electoral. La unidad de PP, PSOE y C's bloquea cualquier actuación contra los populares.

Mucho ha llovido desde aquellas concentraciones de febrero de 2003 que movilizaron a las principales ciudades europeas y que en Barcelona, por ejemplo, sacó a un millón de personas a la calle. Hay, al menos, tres elementos que son diferentes. En primer lugar, la actuación beligerante de José María Aznar de la mano de George W. Bush y Tony Blair no tiene nada que ver con el papel de Mariano Rajoy. El presidente del Gobierno huye como gato escaldado de cualquier posición que sea interpretada como belicista, hasta el extremo que François Hollande no ha incluido España en su ronda de conversaciones para pedir ayuda tras los trágicos atentados de París. En segundo lugar, la sombra de un terrorismo yihadista capaz de actuar, en estos momentos, en cualquier ciudad europea y protagonizar una masacre indiscriminada ha dado una cierta carta blanca a los gobernantes, cosa que no sucedía en 2003. Las encuestas de opinión coinciden en que los ciudadanos se han puesto del lado de sus gobiernos. En tercer y último lugar, está el miedo latente en la sociedad europea a que el nuevo terrorismo no haya hecho más que empezar y que algunos de los valores occidentales estén en peligro.

A tres semanas de las elecciones españolas y con los candidatos empeñados en no hablar de política y pasearse por los platós de televisión, no se vislumbra un guión de la campaña atractivo.