Incluso los que creen, en su ingenuidad infinita, que las casualidades existen tienen motivos más que suficientes para sospechar —un poquito, ni que sea un poquito— que no debe ser culpa del azar que la Fiscalía de la Audiencia Nacional haya considerado este jueves un delito de injurias contra la Corona la pitada que se produjo al himno de España en la final de la Copa del Rey, celebrada el pasado mes de mayo. Ocho meses y cuatro días después del partido que enfrentó al FC Barcelona y el Athletic de Bilbao, el Ministerio Público ha instado al Juzgado Central de Instrucción número 4 de la Audiencia Nacional, cuyo titular es Fernando Andreu, a investigar los hechos. Un pequeño detalle que quizás explica el momento escogido: la víspera, o sea el miércoles, el Barça prácticamente se había clasificado para la final de la Copa del Rey que se celebrará el próximo 21 de mayo, seguramente en Madrid.

De las últimas siete finales, en cinco ha estado presente el equipo blaugrana. Si contamos la de este año, el porcentaje aún aumenta más: seis de ocho. Desde la primera de este ciclo, el 15 de mayo del 2009 en Mestalla, casualmente también contra el Bilbao, como la del año pasado, se han producido sonoras pitadas al himno español. Aquel año, incluso, la noticia fue que TVE no emitió los acordes del himno español en directo y en el descanso ofreció una versión censurada prácticamente sin sonido ambiente. No fue esa la actitud de TV3, que sí que lo ofreció en directo, aunque los pitidos superaron a la música. Vale la pena resaltar que, aunque todos los años ha habido polémica, la misma Audiencia confirmó en 2009 un auto del juez Santiago Pedraz considerando que los hechos no eran constitutivos de delito, aunque los incidentes no son ejemplo, dijo, "ni de educación, ni del civismo mínimo exigible". Ahora la Fiscalía tipifica el hecho indiciariamente como injurias al Rey y lo considera constitutivo de un delito de entre seis meses y dos años de prisión.

Mucho me temo que la posición de la Fiscalía no va a conseguir otro objetivo que empezar a calentar la próxima final del 21 de mayo. Un gobierno en funciones, un vacío de poder que ya no perdona al partido gobernante, un incomprensible error del presidente en funciones, que ha dejado todo el protagonismo mediático al secretario general del PSOE, y una carrera de nervios en un PP temeroso de que Pedro Sánchez consiga los apoyos para la investidura. Ya solo falta que, como cada año, Esperanza Aguirre pida la suspensión del partido si se silba al himno español.