Ninguna sorpresa. Emmanuel Macron y Marine Le Pen se disputarán el próximo domingo 24 de abril ocupar durante los próximos cinco años el palacio del Eliseo. La primera vuelta ha certificado a grandes rasgos lo que venían pronosticando las encuestas, aunque en las últimas horas parecía que la ventaja de Macron en la primera vuelta podía ser más ajustada. Al final, y a falta de datos oficiales al 100%, los cuatro puntos de ventaja del candidato de La République en Marche le permiten afrontar con una cierta tranquilidad la segunda vuelta.

Aunque el escrutinio definitivo será entre los dos mismos candidatos que en 2017, nada será igual a aquella elección en que Macron alcanzó el 65,5%. Ahora, a expensas de como se desarrolle la campaña electoral, nada apunta a que vaya a ser igual. La diferencia que entonces fue de 30 puntos ahora no existe e incluso algunas encuestas previas a la primera vuelta hablaban de una diferencia escasa, o incluso las más atrevidas, de un empate técnico. Sea como sea, solo la deserción de votantes de la izquierda a votar a Macron puede dar chance a Marine Le Pen.

La candidata de ultraderecha ha aguantado la presencia de un rival en su propio espacio político como Éric Zemmour, que en un momento determinado parecía que podía incluso desbancar a Le Pen y que se ha quedado en el 7%. Curiosamente, Zemmour ha centrado a Le Pen ante el electorado y le ha permitido explotar las medidas económicas y castigar a Macron con propuestas populistas pero de impacto en las clases con menor poder adquisitivo.

Los resultados de este domingo han certificado la desaparición de una formación histórica como el Partido Socialista. Su candidata Anne Hidalgo, la alcaldesa de París, con un pobre resultado de alrededor del 2% de los sufragios, ha confirmado que los mejores tiempos han pasado y parece sorprendente que entre 2012 y 2017 el primer secretario del PS pudiera ser el presidente de la República. En menor escala, algo similar le ha pasado al partido que recoge el espacio tradicional de la derecha, Les Républicains, que han logrado un pobre 5% de votos.

Las presidenciales francesas han demostrado que mirarse en el espejo de un pasado glorioso sirve de bien poco si las propuestas no conectan con el electorado. Parece fácil de entender, aunque muchas veces haya partidos que se resistan a hacer la lectura correcta, confiando que serán los electores los que se desplazarán, aunque no tengan ningún motivo para ello.