La reunión que Pedro Sánchez ha mantenido por separado con los representantes de Esquerra Republicana y Democràcia i Llibertat, en su intento por armar una mayoría parlamentaria que le garantice la investidura, ha aportado un elemento significativo y novedoso en la acción política de los dos grupos parlamentarios independentistas catalanes: el compromiso de unidad de voto en el Congreso de los Diputados cuando se lleve a cabo la investidura. Aunque ERC y DiL se presentaron separadamente a las elecciones del 20D circunscribiendo así la candidatura de Junts pel Sí únicamente a los comicios catalanes de septiembre, el gesto de los dos grupos parlamentarios catalanes en Madrid viene a suponer, a la práctica, que se pueden gestionar las discrepancias puntuales que haya y al mismo tiempo la unidad de acción en temas como el referéndum en Catalunya.

Es obvio que tras la presentación del documento político de Podemos, la investidura  del candidato socialista se está alejando, al menos, aparentemente. Podría darse el caso que a Sánchez únicamente le acabaran votando los diputados del Grupo Socialista. Estamos ante una partida de mus en que cada jugador juega sus cartas y la partida aún no se ha acabado. No deja de ser curioso que, al final, la investidura de un presidente de gobierno español se determine a partir de la política que se acabe pactando sobre Catalunya. Y que Catalunya sea la línea roja de acuerdos o desacuerdos. Después de oir durante meses (de hecho, desde 2012 y sobre todo a partir de 2013) que el suflé catalán había que bajarlo, es el reconocimiento más evidente de la miopía con que se ha abordado esta cuestión desde la política y los medios de comunicación españoles. No sabemos si habrá gobierno en España pero sí vemos que el debate sobre el referéndum en Catalunya ha acabado condicionando discursos y pactos de gobernabilidad. ¡Y eso que todo era un debate prefabricado! Que Dios les conserve la vista.